Qué ver en Toledo, la ciudad de las tres culturas
Toledo es una ciudad en la que se respiran siglos de historia en cada rincón de su laberíntico casco viejo, situado en lo alto de un promontorio con fabulosas vistas del río Tajo y los alrededores.
Es conocida como la ciudad de las tres culturas porque en sus calles han convivido cristianos, musulmanes y judíos, dejando todos ellos una huella indeleble que ha llegado hasta nuestros días.
La ciudad fue el centro de poder de la península Ibérica durante el reino visigodo (siglos VI-VIII) y también bajo el reinado de los Reyes Católicos y Carlos I, quien convirtió Toledo en la capital imperial.
Con ese regio pasado no es de extrañar que la ciudad cuente con un importante patrimonio histórico y artístico, motivo por el que sus atractivos turísticos son muy numerosos. En este post vamos a recomendar algunos lugares imprescindibles.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que las mejores vistas de Toledo están al otro lado del Tajo, donde hay varios miradores con espectaculares panorámicas de la ciudad vieja y el río en primer plano, así que hay que cruzar a la otra orilla sí o sí. Desde estos miradores se aprecia perfectamente el rebuscado meandro que forma el Tajo envolviendo la ciudad y que la convirtió en el pasado en un bastión defensivo frente a sus enemigos. El más conocido es el Mirador del Valle, al que se puede llegar en coche, autobús o, incluso, en un trenecito turístico.
También es posible llegar caminando desde el centro porque apenas hay tres kilómetros de distancia. De todos los puentes que cruzan el Tajo el más destacable es el Puente de Alcántara, que data de la época medieval y ha sido declarado monumento nacional.
En la ciudad, el edificio que más llama la atención es el Alcázar, sobre todo si la observamos desde algunos de sus miradores, porque se encuentra en el punto más elevado de Toledo y sus cuatro torres parecen flotar por encima de la ciudad.
Aunque ya en la época romana hubo fortificaciones en su actual emplazamiento, el Alcázar como tal se construyó bajo el reinado de Carlos I, en el siglo XVI. No obstante, en la Guerra Civil fue arrasado casi por completo y el edificio actual es una reconstrucción posterior a la contienda. En su interior se encuentra el Museo del Ejército, muy recomendable y en el que se pueden encontrar sorpresas como la berlina en la que fue tiroteado el general Prim en 1870, cuando ejercía como presidente del Gobierno.
Frente al Alcázar se extiende un agradable parque, con una terraza para tomar algo, columpios para los niños y buenas vistas de la zona del río. También a escasa distancia se encuentra la plaza Zocodover, centro neurálgico de Toledo desde el medievo. Desde aquí se puede acceder a la ciudad vieja a través del Arco de la Sangre, de origen árabe.
Una vez dentro, vale la pena perderse por el laberinto de estrechas callejuelas, muchas de ellas en cuesta, y deambular sin rumbo. Aunque suelen estar llenas de turistas, siempre se pueden encontrar rincones solitarios. En las calles más comerciales no faltarán las tiendas de artesanía en las que se venden espadas, cuchillos y armaduras, pues la forja del acero se ha desarrollado en Toledo desde hace siglos.
La catedral de Santa María, de estilo gótico, es otro de los edificios más destacados. También monasterios como el de Santa Catalina o el de Santo Domingo. Asimismo, fiel reflejo de sus tres culturas, Toledo también cuenta con su judería, el antiguo barrio judío en el que se puede ver la sinagoga de Santa María la Blanca o el museo Sefardí, situado en el antiguo convento de los Caballeros de Calatrava.
Asimismo, podemos encontrar las huellas del pasado musulmán en la mezquita Cristo de la Luz, que data de la época del Califato de Córdoba y que tras la Reconquista fue transformada en templo católico, igual que ocurrió con las sinagogas tras la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos.
Tampoco hay visita completa a Toledo sin ver el cuadro El entierro del conde de Orgaz, de El Greco, un pintor que residió buena parte de su vida en esta ciudad, hasta su muerte en 1614. El cuadro, de casi cinco metros de altura, se encuentra en la iglesia de Santo Tomé.
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