Bremen
Bremen y su cercano puerto en el mar del Norte, Bremerhaven, forman su propio estado federado dentro de Alemania, con una población que supera los 600.000 habitantes y un área metropolitana que roza el millón.
En el siglo VIII, con su obispado propio, Bremen se convirtió en un notable centro religioso que contribuyó a expandir el cristianismo por el norte de Alemania. Poco a poco, sin embargo, fue desprendiéndose de ese carácter eclesiástico para abrazarse al mercantilismo y la industria.
Entrado el siglo XIII se unió a la Liga Hanseática y fue un importante puerto marítimo que controló la desembocadura del río Weser, navegable hasta el mar del Norte, a unos 60 kilómetros. No obstante, el carácter un tanto rebelde de la ciudad hizo que abandonara y fuera expulsada de la Hansa en repetidas ocasiones por desacuerdos comerciales, origen quizás de su actual estatus de ciudad-estado dentro la República Federal de Alemania.
En la actualidad, Bremen es una ciudad mucho más tranquila, con agradables parques y un encantador centro histórico, aunque no deja ser un importante núcleo industrial con grandes empresas del sector metalúrgico, automovilístico y tecnológico.
La ciudad vieja se encuentra orillas del río Weser, no es demasiado extensa y se puede recorrer perfectamente a pie, olvidándose uno del transporte público.
La gran plaza del mercado, el Markt de Bremen, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad y es el centro neurálgico de la ciudad porque aglutina numerosos edificios históricos, algunos de ellos realmente espectaculares, como la catedral de San Pedro.
Con elementos románicos y góticos, esta imponente iglesia evangélica destaca por las dos esbeltas torres puntiagudas de su fachada principal. A una de ellas se puede subir por escaleras, aunque solo está abierta en época veraniega (nosotros nos la encontramos cerrada). En su interior, la catedral guarda algunas reliquias medievales y cuenta también con una cripta en la que se conservan cuerpos momificados.
Otro edificio imponente es el Rathaus, de estilo gótico báltico y que luce una ostentosa fachada decorada con estatuas. Además de acoger las dependencias del Ayuntamiento, también alberga el Senado del estado federado.
En un lateral del Rathaus se hallan los hijos más ilustres de la ciudad, los famosos Músicos de Bremen, sin duda el lugar más fotografiado por los turistas. Estamos hablando de la estatua que inmortaliza a los protagonistas del cuento de los Hermanos Grimm: el burro, el perro, el gato y el gallo, uno subido encima de otro.
La escultura, obra de un artista local, fue colocada aquí en 1951 para honrar a los Músicos de Bremen, que son omnipresentes en la ciudad y se han convertido en su principal reclamo turístico. En casi todas las tiendas de souvenirs y librerías venden el cuento en un montón de idiomas para que todo el mundo pueda llevarse el suyo. Nosotros, yendo con dos niños pequeños, no pudimos resistirnos a comprar uno en español.
Frente al Ayuntamiento se levanta otro icono de Bremen, la estatua de Rolando: un caballero medieval de 5,47 metros de altura, de piedra caliza y más de 600 años de historia a sus espaldas. Su simbología es importante porque representa los derechos y la libertad de Bremen como ciudad independiente.
En la plaza del mercado, que uno podría pasarse horas recorriendo y disfrutando de todos sus rincones, también destaca la iglesia de Nuestra Señora, Liebfrauenkirche, con una bella fachada en la que relucen sus arcos románicos.
Otro lugar imprescindible de Bremen es la Böttcherstraße, la calle que comunica el Markt con el río. Es un estrecho callejón de apenas 100 metros de longitud que a principios del siglo XX fue transformado en un auténtico museo al aire libre de arquitectura expresionista alemana, con oníricas fachadas de ladrillo rojo.
En la entrada de esta calle, a la que se accede a través de un pequeño arco, se puede ver un macizo relieve de bronce dorado que representa a San Jorge luchando contra el dragón. Conocido como Lichtbringer, es obra del escultor Bernhard Hoetger, simpatizante del nazismo, y fue colocado en 1936 para rendirle tributo a Hitler. Años más tarde, el führer renegaría de este escultor al considerar su arte demasiado "degenerado" para el régimen, pero su obra sigue viva en la Böttcherstraße.
La ribera del río Weser es un lugar muy agradable para pasear contemplando los barcos y las gaviotas. Este paseo fluvial está repleto de bares y restaurantes cerca del centro histórico, pero si te alejas un poco es un lugar tranquilo y apacible.
Toda la ciudad vieja de Bremen estaba antiguamente rodeada por una muralla, perfectamente protegida a un lado por el río Weser y al otro por un gran foso con agua. Aunque apenas quedan restos de la muralla, el emplazamiento donde se erigía y el foso se transformaron en el siglo XIX en un agradable parque, uno de los primeros parques públicos que se abrieron al público en Alemania. Dentro de este parque se puede ver un viejo molino holandés de madera.
Otra escultura famosa que se puede ver en Bremen es la de una piara de cerdos guiada por un porquero. Se encuentra en la Sögestrasse, conocida como la calle de los cerdos, que antiguamente era puerta de acceso a la ciudad vieja y en la actualidad es una de las principales calles comerciales del centro histórico.
Siguiendo el curso del Weser por el paseo fluvial se puede llegar hasta el antiguo barrio de pescadores, el Schnoor, cuyas estrechas callejuelas se han llenado de restaurantes, tiendas de recuerdos y turistas. La renovación de este antaño humilde vecindario se ha llevado, quizás, hasta el extremo y ha perdido algo de esencia, pero sigue siendo un lugar encantador.
La estrecha calle Schnoor, de apenas un par de metros de ancho y que da nombre al barrio, es la más frecuentada, pero hay otros callejones menos concurridos que también vale la pena visitar.
Si vais con niños también vale la pena acercase hasta el Universum Bremen, el museo de la ciencia de la ciudad. Se encuentra algo alejado del centro, en la zona de la universidad, pero se puede llegar fácilmente en tranvía.
Los peques se lo pasarán en grande porque pueden hacer todo tipo de experimentos y toquetear todo lo que pillen a mano, algo que les encanta y que aquí nadie les va prohibir. Hay exposiciones en el interior del recinto y también en un jardín exterior. El museo es un poco caro porque la entrada cuesta 16 euros, pero hay un truco: si vais 1 hora y media antes de que cierren, se puede entrar por solo 5 euros y te da tiempo a pasar un buen rato.
En Bremen nos alojamos en el A&O Bremen Hauptbahnhof, otro hostel de la misma cadena que probamos en Hamburgo y que es prácticamente calcado, aunque más pequeñito. Tiene también zona de juegos infantiles en el hall de la entrada y sitio para cenar con mesas y cocina. El desayuno buffet es muy completo. La habitación cuádruple, con una cama doble y litera, nos costó 162 euros. Tiene parking y está a 15 minutos andando del centro histórico.
Moverse por Bremen es muy sencillo porque se puede ir andando prácticamente a todos los sitios, ya que los principales lugares de interés se concentran en la ciudad vieja. No obstante, para ir a puntos más alejados, como el Universum, lo mejor es coger un tranvía, el principal medio de transporte en la ciudad, que cuenca con numerosas líneas. El billete sencillo cuesta 2,80 euros.
Para comer, no podéis perderos el Bremer Rastkeller, situado en los bajos del Ayuntamiento. Los rastkeller eran antiguos restaurantes para los empleados municipales muy habituales en los Rathaus de Alemania y algunos, como el de Bremen, siguen funcionando actualmente. Esta vieja bodega con arcos y mesas de madera empezó a servir comidas en el siglo XV y cuenta con un menú con platos tradicionales no excesivamente caros. Es un buen sitio para comer en un escenario inmejorable.
En el siglo VIII, con su obispado propio, Bremen se convirtió en un notable centro religioso que contribuyó a expandir el cristianismo por el norte de Alemania. Poco a poco, sin embargo, fue desprendiéndose de ese carácter eclesiástico para abrazarse al mercantilismo y la industria.
Entrado el siglo XIII se unió a la Liga Hanseática y fue un importante puerto marítimo que controló la desembocadura del río Weser, navegable hasta el mar del Norte, a unos 60 kilómetros. No obstante, el carácter un tanto rebelde de la ciudad hizo que abandonara y fuera expulsada de la Hansa en repetidas ocasiones por desacuerdos comerciales, origen quizás de su actual estatus de ciudad-estado dentro la República Federal de Alemania.
En la actualidad, Bremen es una ciudad mucho más tranquila, con agradables parques y un encantador centro histórico, aunque no deja ser un importante núcleo industrial con grandes empresas del sector metalúrgico, automovilístico y tecnológico.
La ciudad vieja se encuentra orillas del río Weser, no es demasiado extensa y se puede recorrer perfectamente a pie, olvidándose uno del transporte público.
La gran plaza del mercado, el Markt de Bremen, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad y es el centro neurálgico de la ciudad porque aglutina numerosos edificios históricos, algunos de ellos realmente espectaculares, como la catedral de San Pedro.
Con elementos románicos y góticos, esta imponente iglesia evangélica destaca por las dos esbeltas torres puntiagudas de su fachada principal. A una de ellas se puede subir por escaleras, aunque solo está abierta en época veraniega (nosotros nos la encontramos cerrada). En su interior, la catedral guarda algunas reliquias medievales y cuenta también con una cripta en la que se conservan cuerpos momificados.
Otro edificio imponente es el Rathaus, de estilo gótico báltico y que luce una ostentosa fachada decorada con estatuas. Además de acoger las dependencias del Ayuntamiento, también alberga el Senado del estado federado.
La imponente catedral de San Pedro.
Rathaus, Ayuntamiento de Bremen y Senado del estado federado de Bremen.
Ayuntamiento y catedral, en la plaza del mercado.
En un lateral del Rathaus se hallan los hijos más ilustres de la ciudad, los famosos Músicos de Bremen, sin duda el lugar más fotografiado por los turistas. Estamos hablando de la estatua que inmortaliza a los protagonistas del cuento de los Hermanos Grimm: el burro, el perro, el gato y el gallo, uno subido encima de otro.
La escultura, obra de un artista local, fue colocada aquí en 1951 para honrar a los Músicos de Bremen, que son omnipresentes en la ciudad y se han convertido en su principal reclamo turístico. En casi todas las tiendas de souvenirs y librerías venden el cuento en un montón de idiomas para que todo el mundo pueda llevarse el suyo. Nosotros, yendo con dos niños pequeños, no pudimos resistirnos a comprar uno en español.
Los famosos Músicos de Bremen.
Otro ángulo de los Músicos de Bremen.
La estatua se encuentra en un lateral del Rathaus.
Frente al Ayuntamiento se levanta otro icono de Bremen, la estatua de Rolando: un caballero medieval de 5,47 metros de altura, de piedra caliza y más de 600 años de historia a sus espaldas. Su simbología es importante porque representa los derechos y la libertad de Bremen como ciudad independiente.
En la plaza del mercado, que uno podría pasarse horas recorriendo y disfrutando de todos sus rincones, también destaca la iglesia de Nuestra Señora, Liebfrauenkirche, con una bella fachada en la que relucen sus arcos románicos.
Estatua de Rolando.
La estatua de Rolando es otro de los iconos del Markt de Bremen.
Casas de piedra en la plaza del mercado.
Mercadillo junto a la iglesia Liebfrauenkirche.
Otro lugar imprescindible de Bremen es la Böttcherstraße, la calle que comunica el Markt con el río. Es un estrecho callejón de apenas 100 metros de longitud que a principios del siglo XX fue transformado en un auténtico museo al aire libre de arquitectura expresionista alemana, con oníricas fachadas de ladrillo rojo.
En la entrada de esta calle, a la que se accede a través de un pequeño arco, se puede ver un macizo relieve de bronce dorado que representa a San Jorge luchando contra el dragón. Conocido como Lichtbringer, es obra del escultor Bernhard Hoetger, simpatizante del nazismo, y fue colocado en 1936 para rendirle tributo a Hitler. Años más tarde, el führer renegaría de este escultor al considerar su arte demasiado "degenerado" para el régimen, pero su obra sigue viva en la Böttcherstraße.
Entrada a la Böttcherstraße.
Detalle del relieve de la época nazi que preside la entrada a la Böttcherstraße.
La Böttcherstraße.
Paseando por la Böttcherstraße.
Casas de ladrillo rojo en la Böttcherstraße.
Otro tramo de la calle más famosa de Bremen.
Estatua de Bernhard Hoetger, expresionismo alemán en la Böttcherstraße.
Otro rincón de la Böttcherstraße.
Y otra curiosa fachada de la Böttcherstraße.
La ribera del río Weser es un lugar muy agradable para pasear contemplando los barcos y las gaviotas. Este paseo fluvial está repleto de bares y restaurantes cerca del centro histórico, pero si te alejas un poco es un lugar tranquilo y apacible.
Toda la ciudad vieja de Bremen estaba antiguamente rodeada por una muralla, perfectamente protegida a un lado por el río Weser y al otro por un gran foso con agua. Aunque apenas quedan restos de la muralla, el emplazamiento donde se erigía y el foso se transformaron en el siglo XIX en un agradable parque, uno de los primeros parques públicos que se abrieron al público en Alemania. Dentro de este parque se puede ver un viejo molino holandés de madera.
Otra escultura famosa que se puede ver en Bremen es la de una piara de cerdos guiada por un porquero. Se encuentra en la Sögestrasse, conocida como la calle de los cerdos, que antiguamente era puerta de acceso a la ciudad vieja y en la actualidad es una de las principales calles comerciales del centro histórico.
Estatua de los cerdos en la Sögestrasse.
Molino de viento holandés en el parque de la muralla.
Paseo fluvial junto al río Weser.
Otra vista del paseo del río.
El Weser, a su paso por Bremen.
Estatua frente al río Weser, cerca del barrio de los pescadores.
Siguiendo el curso del Weser por el paseo fluvial se puede llegar hasta el antiguo barrio de pescadores, el Schnoor, cuyas estrechas callejuelas se han llenado de restaurantes, tiendas de recuerdos y turistas. La renovación de este antaño humilde vecindario se ha llevado, quizás, hasta el extremo y ha perdido algo de esencia, pero sigue siendo un lugar encantador.
La estrecha calle Schnoor, de apenas un par de metros de ancho y que da nombre al barrio, es la más frecuentada, pero hay otros callejones menos concurridos que también vale la pena visitar.
El Schnoor, el antiguo barrio de pescadores de Bremen.
Calle en el barrio de pescadores.
La estrecha calle Schnoor, que da nombre al barrio.
Calle Schnoor.
El Schnoor es un barrio muy colorido.
Paseando por el Schnoor.
El Schnoor está repleto de estrechas callejuelas.
Si vais con niños también vale la pena acercase hasta el Universum Bremen, el museo de la ciencia de la ciudad. Se encuentra algo alejado del centro, en la zona de la universidad, pero se puede llegar fácilmente en tranvía.
Los peques se lo pasarán en grande porque pueden hacer todo tipo de experimentos y toquetear todo lo que pillen a mano, algo que les encanta y que aquí nadie les va prohibir. Hay exposiciones en el interior del recinto y también en un jardín exterior. El museo es un poco caro porque la entrada cuesta 16 euros, pero hay un truco: si vais 1 hora y media antes de que cierren, se puede entrar por solo 5 euros y te da tiempo a pasar un buen rato.
Panorámica desde una torre del Universum Bremen. Esa ostra gigante es uno de los edificios del museo.
En Bremen nos alojamos en el A&O Bremen Hauptbahnhof, otro hostel de la misma cadena que probamos en Hamburgo y que es prácticamente calcado, aunque más pequeñito. Tiene también zona de juegos infantiles en el hall de la entrada y sitio para cenar con mesas y cocina. El desayuno buffet es muy completo. La habitación cuádruple, con una cama doble y litera, nos costó 162 euros. Tiene parking y está a 15 minutos andando del centro histórico.
Moverse por Bremen es muy sencillo porque se puede ir andando prácticamente a todos los sitios, ya que los principales lugares de interés se concentran en la ciudad vieja. No obstante, para ir a puntos más alejados, como el Universum, lo mejor es coger un tranvía, el principal medio de transporte en la ciudad, que cuenca con numerosas líneas. El billete sencillo cuesta 2,80 euros.
Tranvía de Bremen.
Para comer, no podéis perderos el Bremer Rastkeller, situado en los bajos del Ayuntamiento. Los rastkeller eran antiguos restaurantes para los empleados municipales muy habituales en los Rathaus de Alemania y algunos, como el de Bremen, siguen funcionando actualmente. Esta vieja bodega con arcos y mesas de madera empezó a servir comidas en el siglo XV y cuenta con un menú con platos tradicionales no excesivamente caros. Es un buen sitio para comer en un escenario inmejorable.
Bremer Knipp, uno de los platos tradicionales de Bremen que sirven en el Bremer Rastkeller.
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