Cañón de Santa Ana
La siguiente etapa de nuestro pequeño road-trip por el este de Canadá nos llevó hasta el pueblo de Tadoussac, un largo recorrido de casi 500 kilómetros que dividimos en dos partes para hacerlo más llevadero y para poder visitar a mitad de camino el cañón de Santa Ana (Sainte-Anne, en francés), situado a unos 200 kilómetros de La Mauricie.
Antes de llegar al cañón y justo después de dejar atrás la ciudad de Quebec hicimos una primera y breve parada para ver la catarata de Montmorency, un imponente salto de agua de 84 metros de altura que se precipita al vacío sobre el río San Lorenzo. Es una catarata más alta que las del Niágara y merece la pena hacer un alto en el camino para verla de cerca.
Se puede aparcar gratis en el parking que hay junto a la entrada y, si se dispone de tiempo, se pueden hacer diversas actividades como subir por unas escaleras que hay junto a la catarata para poder observarla desde diferentes alturas o coger un teleférico que te lleva hasta la parte alta para luego atravesarla por un puente colgante. Nosotros teníamos la agenda demasiado apretada ese día, así que nos limitamos a contemplarla desde abajo.
Después de la breve visita a la catarata de Montmorency, que se encuentra solo a 14 kilómetros del centro de Quebec (se puede llegar en transporte público desde la ciudad), continuamos hacia el norte por la carretera que sigue el curso del río San Lorenzo y en apenas 30 kilómetros nos encontramos con el desvío al cañón de Santa Ana.
Se trata de un escarpado desfiladero que ha ido esculpiendo a lo largo de millones de años el río Santa Ana, afluente del San Lorenzo, y cuyo resultado es un paisaje espectacular. Hay un circuito marcado a través de puentes colgantes, escaleras y miradores que permiten disfrutar de este estrecho cañón de roca y agua desde todos los ángulos posibles.
Se tarda más o menos una hora en completar el recorrido, que no es muy largo, y si vais con niños es una apuesta segura porque se lo pasarán en grande atravesando los puentes colgantes. Si los niños ya están un poco creciditos se puede hacer también un circuito multiaventura con tirolinas y cables que cruzan el desfiladero.
En la entrada del cañón de Santa Ana hay un restaurante y un área de pícnic con mesas de madera perfectas para comer. También hay columpios. Nosotros aprovechamos para comer aquí después de visitar el cañón y antes de continuar la ruta hacia Tadoussac. La entrada al cañón de Santa Ana cuesta 14 dólares por adulto. Los menores de 5 años no pagan.
Límite de 100 km/h en las autopistas canadienses.
Antes de llegar al cañón y justo después de dejar atrás la ciudad de Quebec hicimos una primera y breve parada para ver la catarata de Montmorency, un imponente salto de agua de 84 metros de altura que se precipita al vacío sobre el río San Lorenzo. Es una catarata más alta que las del Niágara y merece la pena hacer un alto en el camino para verla de cerca.
Se puede aparcar gratis en el parking que hay junto a la entrada y, si se dispone de tiempo, se pueden hacer diversas actividades como subir por unas escaleras que hay junto a la catarata para poder observarla desde diferentes alturas o coger un teleférico que te lleva hasta la parte alta para luego atravesarla por un puente colgante. Nosotros teníamos la agenda demasiado apretada ese día, así que nos limitamos a contemplarla desde abajo.
Catarata de Montmorency.
Después de la breve visita a la catarata de Montmorency, que se encuentra solo a 14 kilómetros del centro de Quebec (se puede llegar en transporte público desde la ciudad), continuamos hacia el norte por la carretera que sigue el curso del río San Lorenzo y en apenas 30 kilómetros nos encontramos con el desvío al cañón de Santa Ana.
Se trata de un escarpado desfiladero que ha ido esculpiendo a lo largo de millones de años el río Santa Ana, afluente del San Lorenzo, y cuyo resultado es un paisaje espectacular. Hay un circuito marcado a través de puentes colgantes, escaleras y miradores que permiten disfrutar de este estrecho cañón de roca y agua desde todos los ángulos posibles.
Se tarda más o menos una hora en completar el recorrido, que no es muy largo, y si vais con niños es una apuesta segura porque se lo pasarán en grande atravesando los puentes colgantes. Si los niños ya están un poco creciditos se puede hacer también un circuito multiaventura con tirolinas y cables que cruzan el desfiladero.
En la entrada del cañón de Santa Ana hay un restaurante y un área de pícnic con mesas de madera perfectas para comer. También hay columpios. Nosotros aprovechamos para comer aquí después de visitar el cañón y antes de continuar la ruta hacia Tadoussac. La entrada al cañón de Santa Ana cuesta 14 dólares por adulto. Los menores de 5 años no pagan.
Entrada al cañón de Santa Ana.
El primer puente colgante que te encuentras.
Río Santa Ana.
El río empieza a introducirse en el cañón.
Otra vista del inicio del cañón.
Cables de tirolinas atraviesan el cañón.
El río Santa Ana desparramándose por el desfiladero.
Hay bastante altura hasta el fondo del cañón.
Puente sobre el río Santa Ana.
Turistas sobre un puente colgante.
Panorámica del cañón Santa Ana.
Y aquí una panorámica vertical.
A punto de cruzar un puente colgante.
Las aguas del río se relajan una vez superado el cañón.
Vista del final del cañón desde la parte de abajo.
Otro puente colgante en la parte baja del cañón.
Y un último vistazo al cañón desde la otra orilla del río.
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