Toronto
Aterrizamos a las 11.00 horas en el aeropuerto Pearson de Toronto y los trámites de aduana para entrar en Canadá fueron bastante fluidos, con apenas diez minutos de cola, algo que se agradece cuando vas con niños.
Para llegar al centro de la ciudad la mejor opción es coger el tren UP Express (Union Paerson Express), que te deja en la estación central, Union Station, en media hora. El billete cuesta 12,35 dólares (8,3 euros). Los menores de 12 años viajan gratis.
Llegados a Union Station cogimos el tranvía 510 que nos dejó en la puerta del hotel que habíamos reservado, el Super 8 del Chinatown. Elegimos este hotel porque ofrece una buena relación calidad precio. Nos costó 600 euros por 4 noches en una habitación con dos camas dobles grandes en las que pudimos dormir perfectamente los cuatro. El hotel es sencillo, pero las habitaciones son amplias y están bien equipadas, con nevera y microondas. Además, el desayuno está incluido en el precio.
Lo principal, no obstante, es que está bien situado porque el Chinatown es un barrio céntrico, pegado al downtown de Toronto y, si quieres, puedes ir caminando a Union Station en 20 minutos. Hay que tener en cuenta que los alojamientos en el centro de la ciudad son muy caros.
Toronto es la gran metrópolis de Canadá con un área metropolitana de más de 6 millones de habitantes. Es el centro financiero y económico del país, una ciudad emergente en la que no dejan de levantarse rascacielos. Hay montones de solares en obras en los que se están construyendo grandes torres de cristal.
Lo de las obras, no obstante, es un tema aparte porque en verano todas las ciudades canadienses están patas arriba al ser el momento que los ayuntamientos aprovechan para renovar aceras, asfaltar calles y hacer cientos de apaños, pues en invierno el sector de la construcción está prácticamente paralizado por el frío y la nieve.
El downtown es seguramente el lugar más atractivo de Toronto, una gran cuadrícula perfecta de largas avenidas salpicadas de rascacielos, con muchas tiendas curiosas, restaurantes y todo tipo de comercios. Vale la pena deambular sin rumbo y perderse por sus calles.
La ciudad ha sabido conservar también parte de su patrimonio histórico y muchos edificios antiguos han sido restaurados para albergar oficinas, viviendas o comercios. Es fácil ver en una misma calle una hilera de viejas casitas de colores de dos pisos colindando con un moderno rascacielos de 40 plantas o un antiguo almacén industrial reconvertido en galería de arte. Toronto es una ciudad de contrastes.
La torre CN Tower es, sin duda, el gran icono de Toronto, no en vano es la mayor estructura construida en América con una altura de 553 metros y en su día fue también la más alta del mundo. Es una torre de radiodifusión visible desde cualquier punto de la ciudad, que sirve como punto de referencia para orientarse.
Se puede subir en ascensor hasta un mirador situado a unos 350 metros de altura que ofrece espectaculares vistas panorámicas de 360 grados. Eso sí, hay que rascarse bien el bolsillo porque te lo cobran a precio de oro: 45 dólares (30 euros) por persona. Desde aquí se divisa toda el área metropolitana de Toronto y las islas del lago Ontario, que baña la ciudad. Desde este mirador y con el precio de la entrada se puede acceder al glass-floor, un piso con suelo de cristal no apto para personas con vértigo.
Pagando un extra se puede subir hasta otro mirador situado a casi 450 metros, pero nosotros no subimos. Para los más aventureros, la CN Tower también ofrece la experiencia Edge Walk, en la que sales al exterior del mirador agarrado con un arnés.
Al lado de la CN Tower se levanta una gran cúpula blanca, que siempre se distingue con facilidad en todas las fotos del skyline de Toronto: pertenece al Rogers Center, el estadio donde juegan los Toronto Blue Jays, el equipo de béisbol de la ciudad. También está al lado de la torre el Ripley's Aquarium.
Otro punto destacado del downtown es la Nathan Phillips Square, donde se encuentran las dos torres de hormigón del City Hall, el ayuntamiento. Es una plaza muy extensa en la que destacan las enormes letras de TORONTO frente a un estanque con fuentes, uno de los puntos más fotografiados de la ciudad. En invierno, se monta en esta plaza una gran pista de patinaje. Un edificio señorial que se puede ver en la plaza es el Old City Hall, el antiguo ayuntamiento, que data de finales del siglo XIX.
Yongue Street y Dundas Street son las dos principales arterias comerciales de la ciudad y en la intersección de ambas se encuentra la plaza Dundas Square, con sus luces de neón y grandes anuncios publicitarios en las fachadas de los edificios.
King Street es otra de las grandes avenidas de Toronto. Está situada en pleno Entertainment District y en ella se levantan algunos de los principales teatros de la ciudad, como el Roy Thomson Hall o el Royal Alexandra Theatre. Frente a estas salas se pueden ver en la acera de la calle un camino de estrellas con el nombre incrustado de actores y cantantes canadienses, es el Paseo de la Fama de Toronto a imitación del que hay en Hollywood.
La ribera del lago Ontario es otro lugar imprescindible. Se puede empezar cogiendo un ferry que te lleva a las islas de Toronto. Aunque no tengáis pensado visitarlas (principalmente hay parques y playas), vale la pena coger un billete de ida y vuelta solo para obtener las mejores panorámicas del skyline de la ciudad. El trayecto es rápido y solo cuesta 12 dólares (8 euros). Los ferries salen desde el muelle que hay junto a Harbour Square Park.
Después de navegar se puede caminar por Harbour Square Park siguiendo un agradable paseo de madera junto al lago. Al final de este parque se pueden ver enormes patos caminando entre los turistas, que seguro gustan a los niños. El paseo por la ribera del lago puede ser tan largo como queráis pasando por los diferentes muelles de la ciudad. Los fines de semana están siempre muy concurridos y en verano no es raro que se organicen conciertos o actividades para niños.
El barrio del Chinatown, donde nos alojamos, también tiene su interés. Subiendo por Spadina Avenue se llega al Kensington Market, que es una manzana de calles muy animadas repletas de restaurantes baratos y multiculturales, tiendas de antigüedades, ropa de segunda mano, etc. Es una zona bohemia con cierto aire al Camden Town londinense, especialmente los fines de semana que es cuando está más animada. Es también un buen lugar para comer.
Al norte del centro de Toronto se erige la Casa Loma, una especie de mansión-castillo kitsch construida por un millonario a principios del siglo XX. Alberga un museo al que no entramos, pero vale la pena verla por fuera y, además, ofrece buenas vistas de la ciudad al encontrarse sobre una colina.
También al norte del centro se encuentra el Royal Ontario Museum (ROM), el más importante de Canadá. Es un museo de historia natural y arqueológico, con esqueletos de dinosaurios y galerías dedicadas a las culturas de América, Asia o África. Cuenta también con un espacio para los niños, donde pueden interactuar con fósiles, pinturas y juegos. Si vais con peques, como nosotros, pasaréis más tiempo en esta sección que en el resto del museo. La entrada cuesta 23 dólares (15 euros). Por fuera, el edificio destaca por los enormes cubos de cristal y metal de su última ampliación, que fueron incrustados sobre la piedra oscura de la construcción original.
Otro lugar interesante es el llamado Distillery District, un antiguo barrio industrial donde había muchas fábricas de licor, de ahí su nombre, y que ha sido transformado en barrio de moda de la ciudad. Las viejas destilerías y almacenes han sido restaurados con encanto y ahora albergan pubs y restaurantes fashion con terracitas. No es muy extenso y vale la pena acercarse a echar un vistazo.
Se vais a pie hasta el Distillery District no dejéis de visitar de camino el St. Lawrence Market, parada indispensable para comer. Es un gran mercado de abastos situado en un edificio histórico con varias plantas. Tiene puestos de todo tipo y cuenta con mesas tanto en el interior como en el exterior. Se puede comer bien y barato, aunque suele estar abarrotado en horas punta.
Aunque el centro de Toronto es relativamente accesible a pie y se puede ir caminando a casi todos los puntos de interés mencionados, si se opta por el transporte público lo mejor es sacarse un Day Pass, una tarjeta que sirve para metro, bus y tranvía durante un día. Cuesta 13 dólares (8,8 euros) y en fin de semana vale para 2 personas adultas, mientras que entre semana es de uso individual. Los niños menores de 12 años no pagan.
La tarjeta Day Pass la venden en las estaciones de metro y en algunas tiendas como librerías. Puede ser un engorro conseguirla si no tienes cerca una estación de metro, ya que el principal medio de transporte en Toronto son los tranvías, streetcars, pues la red de metro no es demasiado extensa: solo cuenta con dos líneas principales. Y el gran obstáculo para moverse en tranvía sin Day Pass es que solo puedes sacar el billete pagando el importe exacto (3,25 dólares) con monedas que normalmente no tendrás en el bolsillo.
Para llegar al centro de la ciudad la mejor opción es coger el tren UP Express (Union Paerson Express), que te deja en la estación central, Union Station, en media hora. El billete cuesta 12,35 dólares (8,3 euros). Los menores de 12 años viajan gratis.
Llegados a Union Station cogimos el tranvía 510 que nos dejó en la puerta del hotel que habíamos reservado, el Super 8 del Chinatown. Elegimos este hotel porque ofrece una buena relación calidad precio. Nos costó 600 euros por 4 noches en una habitación con dos camas dobles grandes en las que pudimos dormir perfectamente los cuatro. El hotel es sencillo, pero las habitaciones son amplias y están bien equipadas, con nevera y microondas. Además, el desayuno está incluido en el precio.
Lo principal, no obstante, es que está bien situado porque el Chinatown es un barrio céntrico, pegado al downtown de Toronto y, si quieres, puedes ir caminando a Union Station en 20 minutos. Hay que tener en cuenta que los alojamientos en el centro de la ciudad son muy caros.
Tranvía de Toronto.
Toronto es la gran metrópolis de Canadá con un área metropolitana de más de 6 millones de habitantes. Es el centro financiero y económico del país, una ciudad emergente en la que no dejan de levantarse rascacielos. Hay montones de solares en obras en los que se están construyendo grandes torres de cristal.
Lo de las obras, no obstante, es un tema aparte porque en verano todas las ciudades canadienses están patas arriba al ser el momento que los ayuntamientos aprovechan para renovar aceras, asfaltar calles y hacer cientos de apaños, pues en invierno el sector de la construcción está prácticamente paralizado por el frío y la nieve.
El downtown es seguramente el lugar más atractivo de Toronto, una gran cuadrícula perfecta de largas avenidas salpicadas de rascacielos, con muchas tiendas curiosas, restaurantes y todo tipo de comercios. Vale la pena deambular sin rumbo y perderse por sus calles.
La ciudad ha sabido conservar también parte de su patrimonio histórico y muchos edificios antiguos han sido restaurados para albergar oficinas, viviendas o comercios. Es fácil ver en una misma calle una hilera de viejas casitas de colores de dos pisos colindando con un moderno rascacielos de 40 plantas o un antiguo almacén industrial reconvertido en galería de arte. Toronto es una ciudad de contrastes.
Paso de cebra en Spadina Avenue, cerca de nuestro hotel.
Terracita para tomar una cerveza.
Obras en una calle del centro, un clásico del verano canadiense.
La ciudad estaba volcada con los Raptors, que por estas fechas se proclamaron campeones de la NBA.
Paseando por el downtown de Toronto.
Pequeñas casitas de colores frente a imponentes edificios de oficinas.
El centro financiero de Toronto.
Por el centro también se pueden ver viejas iglesias rodeadas de modernos edificios.
Más casitas antiguas rodeadas de rascacielos.
Bares con terrazas.
Tienda de cannabis.
La torre CN Tower es, sin duda, el gran icono de Toronto, no en vano es la mayor estructura construida en América con una altura de 553 metros y en su día fue también la más alta del mundo. Es una torre de radiodifusión visible desde cualquier punto de la ciudad, que sirve como punto de referencia para orientarse.
Se puede subir en ascensor hasta un mirador situado a unos 350 metros de altura que ofrece espectaculares vistas panorámicas de 360 grados. Eso sí, hay que rascarse bien el bolsillo porque te lo cobran a precio de oro: 45 dólares (30 euros) por persona. Desde aquí se divisa toda el área metropolitana de Toronto y las islas del lago Ontario, que baña la ciudad. Desde este mirador y con el precio de la entrada se puede acceder al glass-floor, un piso con suelo de cristal no apto para personas con vértigo.
Pagando un extra se puede subir hasta otro mirador situado a casi 450 metros, pero nosotros no subimos. Para los más aventureros, la CN Tower también ofrece la experiencia Edge Walk, en la que sales al exterior del mirador agarrado con un arnés.
Al lado de la CN Tower se levanta una gran cúpula blanca, que siempre se distingue con facilidad en todas las fotos del skyline de Toronto: pertenece al Rogers Center, el estadio donde juegan los Toronto Blue Jays, el equipo de béisbol de la ciudad. También está al lado de la torre el Ripley's Aquarium.
A los pies de la CN Tower.
Los rascacielos de Toronto se quedan pequeños desde la CN Tower.
La sombra de la CN Tower se proyecta sobre los rascacielos.
El lago Ontario y las islas de Toronto se ven perfectamente desde la torre.
Los peques, sin vértigo en el glass-floor de la CN Tower.
Otro punto destacado del downtown es la Nathan Phillips Square, donde se encuentran las dos torres de hormigón del City Hall, el ayuntamiento. Es una plaza muy extensa en la que destacan las enormes letras de TORONTO frente a un estanque con fuentes, uno de los puntos más fotografiados de la ciudad. En invierno, se monta en esta plaza una gran pista de patinaje. Un edificio señorial que se puede ver en la plaza es el Old City Hall, el antiguo ayuntamiento, que data de finales del siglo XIX.
Yongue Street y Dundas Street son las dos principales arterias comerciales de la ciudad y en la intersección de ambas se encuentra la plaza Dundas Square, con sus luces de neón y grandes anuncios publicitarios en las fachadas de los edificios.
King Street es otra de las grandes avenidas de Toronto. Está situada en pleno Entertainment District y en ella se levantan algunos de los principales teatros de la ciudad, como el Roy Thomson Hall o el Royal Alexandra Theatre. Frente a estas salas se pueden ver en la acera de la calle un camino de estrellas con el nombre incrustado de actores y cantantes canadienses, es el Paseo de la Fama de Toronto a imitación del que hay en Hollywood.
Las icónicas letras de Toronto en la plaza Nathan Phillips y las torres del Ayuntamiento detrás.
El histórico edificio del Old City Hall.
Puesto de perritos calientes en la Nathan Phillips Square, hay muchos por toda la ciudad.
Los rascacielos del centro invitan a mirar hacia arriba.
Seguimos de paseo por el downtown.
Yongue Street, una de las principales calles de Toronto.
Carteles publicitarios en Dundas Square.
Teatro en el Entertainment District.
El Paseo de la Fama de Toronto, en King Street, dentro del Entertainment District.
Detalle de la estrella del director de Titanic en el Paseo de la Fama.
La ribera del lago Ontario es otro lugar imprescindible. Se puede empezar cogiendo un ferry que te lleva a las islas de Toronto. Aunque no tengáis pensado visitarlas (principalmente hay parques y playas), vale la pena coger un billete de ida y vuelta solo para obtener las mejores panorámicas del skyline de la ciudad. El trayecto es rápido y solo cuesta 12 dólares (8 euros). Los ferries salen desde el muelle que hay junto a Harbour Square Park.
Después de navegar se puede caminar por Harbour Square Park siguiendo un agradable paseo de madera junto al lago. Al final de este parque se pueden ver enormes patos caminando entre los turistas, que seguro gustan a los niños. El paseo por la ribera del lago puede ser tan largo como queráis pasando por los diferentes muelles de la ciudad. Los fines de semana están siempre muy concurridos y en verano no es raro que se organicen conciertos o actividades para niños.
Ferry a las islas de Toronto.
Poca gente en el ferry por la mañana.
Navegando por el lago Ontario.
El skyline de Toronto desde el lago Ontario.
Paseo de madera junto al lago.
Uno de los muchos muelles de Toronto en el lago Ontario.
El barrio del Chinatown, donde nos alojamos, también tiene su interés. Subiendo por Spadina Avenue se llega al Kensington Market, que es una manzana de calles muy animadas repletas de restaurantes baratos y multiculturales, tiendas de antigüedades, ropa de segunda mano, etc. Es una zona bohemia con cierto aire al Camden Town londinense, especialmente los fines de semana que es cuando está más animada. Es también un buen lugar para comer.
Al norte del centro de Toronto se erige la Casa Loma, una especie de mansión-castillo kitsch construida por un millonario a principios del siglo XX. Alberga un museo al que no entramos, pero vale la pena verla por fuera y, además, ofrece buenas vistas de la ciudad al encontrarse sobre una colina.
También al norte del centro se encuentra el Royal Ontario Museum (ROM), el más importante de Canadá. Es un museo de historia natural y arqueológico, con esqueletos de dinosaurios y galerías dedicadas a las culturas de América, Asia o África. Cuenta también con un espacio para los niños, donde pueden interactuar con fósiles, pinturas y juegos. Si vais con peques, como nosotros, pasaréis más tiempo en esta sección que en el resto del museo. La entrada cuesta 23 dólares (15 euros). Por fuera, el edificio destaca por los enormes cubos de cristal y metal de su última ampliación, que fueron incrustados sobre la piedra oscura de la construcción original.
Una animada calle de Kensington Market.
En Kensington Market hay muchos sitios curiosos para comer.
Más calles de Kensington Market.
Música en las calles.
Agradable parque en Kensington Market. Tiene columpios para los niños.
Parada del tranvía en Spadina Avenue, en Chinatown, perfectamente ambientada.
Dundas Street también atraviesa el Chinatown.
Fachada, en obras, del Royal Ontario Museum.
La Casa Loma.
Vistas de Toronto desde la colina de la Casa Loma.
Otro lugar interesante es el llamado Distillery District, un antiguo barrio industrial donde había muchas fábricas de licor, de ahí su nombre, y que ha sido transformado en barrio de moda de la ciudad. Las viejas destilerías y almacenes han sido restaurados con encanto y ahora albergan pubs y restaurantes fashion con terracitas. No es muy extenso y vale la pena acercarse a echar un vistazo.
Se vais a pie hasta el Distillery District no dejéis de visitar de camino el St. Lawrence Market, parada indispensable para comer. Es un gran mercado de abastos situado en un edificio histórico con varias plantas. Tiene puestos de todo tipo y cuenta con mesas tanto en el interior como en el exterior. Se puede comer bien y barato, aunque suele estar abarrotado en horas punta.
Distillery District.
Antiguos almacenes reconvertidos en bares y tiendas en el Distillery District.
Otra calle del Distillery District.
Vieja fábrica de licores en el Distillery District.
Mercado de St. Lawrence.
Planta superior del mercado de St. Lawrence.
Mesas para comer en el exterior del mercado de St. Lawrence.
Aunque el centro de Toronto es relativamente accesible a pie y se puede ir caminando a casi todos los puntos de interés mencionados, si se opta por el transporte público lo mejor es sacarse un Day Pass, una tarjeta que sirve para metro, bus y tranvía durante un día. Cuesta 13 dólares (8,8 euros) y en fin de semana vale para 2 personas adultas, mientras que entre semana es de uso individual. Los niños menores de 12 años no pagan.
La tarjeta Day Pass la venden en las estaciones de metro y en algunas tiendas como librerías. Puede ser un engorro conseguirla si no tienes cerca una estación de metro, ya que el principal medio de transporte en Toronto son los tranvías, streetcars, pues la red de metro no es demasiado extensa: solo cuenta con dos líneas principales. Y el gran obstáculo para moverse en tranvía sin Day Pass es que solo puedes sacar el billete pagando el importe exacto (3,25 dólares) con monedas que normalmente no tendrás en el bolsillo.
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