Tulum
A Tulum se puede ir fácilmente en los colectivos que circulan durante todo el día por la autovía que une Cancún con Playa del Carmen y Tulum. Y así fue como fuimos nosotros, aunque para ello tuvimos que caminar antes los dos kilómetros que separaban nuestro hotel de la autovía.
Una vez allí solo hay que esperar a que pase un colectivo con plazas libres. En teoría solo pueden cargar viajeros si tienen asientos disponibles, pero en la práctica también llevan viajeros de pie y solo pasan de largo cuando no cabe ni un alfiler. En las horas punta, como a primera hora de la mañana cuando acuden a trabajar los empleados de los hoteles, suelen ir bastante llenos.
Como nuestro hotel estaba situado entre Cancún y Playa del Carmen, tuvimos que coger primero un colectivo a Playa, que tarda 10 minutos y cuesta 7 pesos (no llega ni a medio euro), y luego otro a Tulum (45 minutos y 40 pesos), ya que no hay ninguno que haga la ruta directa entre Cancún y Tulum, todos paran en Playa del Carmen.
Esperando el colectivo en la autovía.
Cartel de propaganda electoral en una marquesina de la autovía.
Tulum es uno de los principales atractivos turísticos de la Riviera Maya debido a las ruinas de Zamá, antigua ciudad portuaria de la civilización maya, que vivió su época de esplendor entre los siglos XIII y XV, y cuyos vestigios se erigen en un bello paraje natural bañado por el mar Caribe.
La zona arqueológica se encuentra un par de kilómetros antes de llegar al pueblo de Tulum. Los colectivos te dejan en la autovía, donde los cazaclientes de las agencias intentan asaltar a los turistas para venderles visitas guiadas o paseos en barco para contemplar las ruinas desde el mar. Junto a la autovía también hay una zona de tiendas de souvenirs y un par de supermercados.
Contratar un tour en barco con una agencia puede ser una opción interesante, pero si se prefiere ir por libre hay que pasar de largo y caminar los 800 metros que separan la autovía de la entrada a las ruinas. Si se llega en coche privado también hay que dejarlo en un párking junto a la autovía y caminar ese tramo. Hay un trenecito turístico que circula entre la autovía y la entrada a las ruinas, pero no merece la pena cogerlo porque el paseo no es tan largo y los árboles lo mantienen en sombra. La entrada a las ruinas cuesta 64 pesos (4 euros).
Dentro del complejo arqueológico de Tulum destaca El Castillo, el templo más grande y mejor conservado del recinto, aunque el más pintoresco es el pequeño templo del Dios del Viento, construido sobre un promontorio que se adentra en el mar. El resto de ruinas están peor conservadas, pero todavía se pueden apreciar algunos relieves en las fachada. Las iguanas, que campan a sus anchas por todo el recinto, están siempre dispuestas a posar para las fotos.
Pero si hay algo que hace que las ruinas de Tulum sean especiales es su cercanía al mar y la posibilidad de darte un baño durante la visita, algo contra lo que muy pocos yacimientos arqueológicos pueden competir. Dentro del recinto hay dos pequeñas playas muy agradables. Una suele estar cerrada al público en la época de anidación de las tortugas marinas, pero la otra siempre está abierta.
Esta playa es una estrecha franja de arena blanca bañada por el Caribe y rodeada de acantilados sobre los que se alzan las ruinas de Tulum. La estampa es muy fotogénica. Los únicos problemas son que suele estar muy concurrida y que no venden agua ni bebidas, así que hay que ir preparado, sobre todo si se tiene la intención de pasar mucho tiempo al sol.
El pueblo de Tulum, que en la actualidad ya es una pequeña ciudad de casi 20.000 habitantes, está bastante alejado de las ruinas y, aunque se puede ir caminando por la autovía, es mejor ir en taxi o colectivo si no se dispone de vehículo propio.
De todas formas, Tulum Pueblo, así se le conoce popularmente, no tiene ningún encanto especial y, si no se está alojado en un hotel, tampoco hay motivo para visitarlo. La calle principal es la misma autovía de Cancún, que atraviesa la localidad y a cuyos lados se han ido construyendo pequeños hoteles y restaurantes.
El trenecito que te lleva desde la autovía a la entrada de las ruinas.
Taquillas de las ruinas de Tulum.
El templo del Dios del viento, sobre el mar Caribe.
El Castillo, al fondo, es el mayor templo del complejo arqueológico.
Las iguanas son las dueñas de las ruinas de Tulum.
Recorriendo las ruinas.
Restos de otro templo maya.
Otra iguana asoma la cabeza.
Panorámica del complejo arqueológico.
Seguimos de ruta por las ruinas de Tulum.
Detalle de un relieve maya.
Agradable caminito junto al mar.
Playa de Tulum reservada para la anidación de las tortugas marinas.
Un vistazo al Caribe desde las ruinas.
Otra iguana tomando el sol.
La fantástica playa de Tulum.
Escaleras para bajar a la playa.
Un bañito en el Caribe junto a las ruinas de Tulum.
La playa de Tulum está protegida por paredes de piedra.
Zona comercial de las ruinas de Tulum, junto a la autovía donde paran los colectivos.
Representación del rito de los voladores, en Tulum. Es una tradición religiosa precolombina, que se mantiene viva en algunas culturas mesoamericanas. Consiste en subir al mástil atado con una cuerda para luego ir descolgándose mientras el mástil gira.
Preparados para iniciar el rito de los voladores.
El rito de los voladores, en acción.
La autovía atraviesa el pueblo de Tulum.
Calle de Tulum.
Paseando por Tulum Pueblo.
Señal de stop en Tulum.
Prestamista en Tulum Pueblo. Hay muchas casas de empeño en México.
A medio camino entre Tulum y Playa del Carmen se encuentra Akumal, un pequeño pueblo costero con una bonita playa, en el que paramos de regreso a nuestro hotel. Desde la autovía, donde te dejan los colectivos, hay que caminar un kilómetro para llegar hasta el pueblo.
Akumal es famoso por las tortugas marinas que acuden a anidar a su playa y que suelen nadar por la bahía para alimentarse. Las tortugas acuden a Akumal porque el fondo marino está lleno de algas y de vegetación marina, que les sirve de alimento. Eso también se nota en la arena, que suele estar llena de algas.
En la playa hay muchas agencias de buceo y de snorkel que te llevan a ver las tortugas, aunque, en teoría, también las puedes ver haciendo snorkel por tu cuenta. Solo necesitas unas gafas y un tubo.
Esa es la teoría, porque nosotros estuvimos un buen rato haciendo snorkel por nuestra cuenta y no vimos ni rastro de ninguna tortuga. Hay que tener en cuenta que el mes de enero es temporada alta y que la playa estaba abarrotada de bañistas, de gente haciendo snorkel y de barcas, lo que seguramente no es el ambiente más atractivo para las tortugas. Quizás en momentos menos concurridos, como a primera hora del día, haya más posibilidades de ver tortugas. Nosotros fuimos cuando ya empezaba a atardecer.
Una vez allí solo hay que esperar a que pase un colectivo con plazas libres. En teoría solo pueden cargar viajeros si tienen asientos disponibles, pero en la práctica también llevan viajeros de pie y solo pasan de largo cuando no cabe ni un alfiler. En las horas punta, como a primera hora de la mañana cuando acuden a trabajar los empleados de los hoteles, suelen ir bastante llenos.
Como nuestro hotel estaba situado entre Cancún y Playa del Carmen, tuvimos que coger primero un colectivo a Playa, que tarda 10 minutos y cuesta 7 pesos (no llega ni a medio euro), y luego otro a Tulum (45 minutos y 40 pesos), ya que no hay ninguno que haga la ruta directa entre Cancún y Tulum, todos paran en Playa del Carmen.
Esperando el colectivo en la autovía.
Cartel de propaganda electoral en una marquesina de la autovía.
Tulum es uno de los principales atractivos turísticos de la Riviera Maya debido a las ruinas de Zamá, antigua ciudad portuaria de la civilización maya, que vivió su época de esplendor entre los siglos XIII y XV, y cuyos vestigios se erigen en un bello paraje natural bañado por el mar Caribe.
La zona arqueológica se encuentra un par de kilómetros antes de llegar al pueblo de Tulum. Los colectivos te dejan en la autovía, donde los cazaclientes de las agencias intentan asaltar a los turistas para venderles visitas guiadas o paseos en barco para contemplar las ruinas desde el mar. Junto a la autovía también hay una zona de tiendas de souvenirs y un par de supermercados.
Contratar un tour en barco con una agencia puede ser una opción interesante, pero si se prefiere ir por libre hay que pasar de largo y caminar los 800 metros que separan la autovía de la entrada a las ruinas. Si se llega en coche privado también hay que dejarlo en un párking junto a la autovía y caminar ese tramo. Hay un trenecito turístico que circula entre la autovía y la entrada a las ruinas, pero no merece la pena cogerlo porque el paseo no es tan largo y los árboles lo mantienen en sombra. La entrada a las ruinas cuesta 64 pesos (4 euros).
Dentro del complejo arqueológico de Tulum destaca El Castillo, el templo más grande y mejor conservado del recinto, aunque el más pintoresco es el pequeño templo del Dios del Viento, construido sobre un promontorio que se adentra en el mar. El resto de ruinas están peor conservadas, pero todavía se pueden apreciar algunos relieves en las fachada. Las iguanas, que campan a sus anchas por todo el recinto, están siempre dispuestas a posar para las fotos.
Pero si hay algo que hace que las ruinas de Tulum sean especiales es su cercanía al mar y la posibilidad de darte un baño durante la visita, algo contra lo que muy pocos yacimientos arqueológicos pueden competir. Dentro del recinto hay dos pequeñas playas muy agradables. Una suele estar cerrada al público en la época de anidación de las tortugas marinas, pero la otra siempre está abierta.
Esta playa es una estrecha franja de arena blanca bañada por el Caribe y rodeada de acantilados sobre los que se alzan las ruinas de Tulum. La estampa es muy fotogénica. Los únicos problemas son que suele estar muy concurrida y que no venden agua ni bebidas, así que hay que ir preparado, sobre todo si se tiene la intención de pasar mucho tiempo al sol.
El pueblo de Tulum, que en la actualidad ya es una pequeña ciudad de casi 20.000 habitantes, está bastante alejado de las ruinas y, aunque se puede ir caminando por la autovía, es mejor ir en taxi o colectivo si no se dispone de vehículo propio.
De todas formas, Tulum Pueblo, así se le conoce popularmente, no tiene ningún encanto especial y, si no se está alojado en un hotel, tampoco hay motivo para visitarlo. La calle principal es la misma autovía de Cancún, que atraviesa la localidad y a cuyos lados se han ido construyendo pequeños hoteles y restaurantes.
El trenecito que te lleva desde la autovía a la entrada de las ruinas.
Taquillas de las ruinas de Tulum.
El templo del Dios del viento, sobre el mar Caribe.
El Castillo, al fondo, es el mayor templo del complejo arqueológico.
Las iguanas son las dueñas de las ruinas de Tulum.
Recorriendo las ruinas.
Restos de otro templo maya.
Otra iguana asoma la cabeza.
Panorámica del complejo arqueológico.
Seguimos de ruta por las ruinas de Tulum.
Detalle de un relieve maya.
Agradable caminito junto al mar.
Playa de Tulum reservada para la anidación de las tortugas marinas.
Un vistazo al Caribe desde las ruinas.
Otra iguana tomando el sol.
La fantástica playa de Tulum.
Escaleras para bajar a la playa.
Un bañito en el Caribe junto a las ruinas de Tulum.
La playa de Tulum está protegida por paredes de piedra.
Zona comercial de las ruinas de Tulum, junto a la autovía donde paran los colectivos.
Representación del rito de los voladores, en Tulum. Es una tradición religiosa precolombina, que se mantiene viva en algunas culturas mesoamericanas. Consiste en subir al mástil atado con una cuerda para luego ir descolgándose mientras el mástil gira.
Preparados para iniciar el rito de los voladores.
El rito de los voladores, en acción.
La autovía atraviesa el pueblo de Tulum.
Calle de Tulum.
Paseando por Tulum Pueblo.
Señal de stop en Tulum.
Prestamista en Tulum Pueblo. Hay muchas casas de empeño en México.
A medio camino entre Tulum y Playa del Carmen se encuentra Akumal, un pequeño pueblo costero con una bonita playa, en el que paramos de regreso a nuestro hotel. Desde la autovía, donde te dejan los colectivos, hay que caminar un kilómetro para llegar hasta el pueblo.
Akumal es famoso por las tortugas marinas que acuden a anidar a su playa y que suelen nadar por la bahía para alimentarse. Las tortugas acuden a Akumal porque el fondo marino está lleno de algas y de vegetación marina, que les sirve de alimento. Eso también se nota en la arena, que suele estar llena de algas.
En la playa hay muchas agencias de buceo y de snorkel que te llevan a ver las tortugas, aunque, en teoría, también las puedes ver haciendo snorkel por tu cuenta. Solo necesitas unas gafas y un tubo.
Esa es la teoría, porque nosotros estuvimos un buen rato haciendo snorkel por nuestra cuenta y no vimos ni rastro de ninguna tortuga. Hay que tener en cuenta que el mes de enero es temporada alta y que la playa estaba abarrotada de bañistas, de gente haciendo snorkel y de barcas, lo que seguramente no es el ambiente más atractivo para las tortugas. Quizás en momentos menos concurridos, como a primera hora del día, haya más posibilidades de ver tortugas. Nosotros fuimos cuando ya empezaba a atardecer.
Puente que cruza la autovía en Akumal.
Caminando hacia la playa de Akumal.
Llegamos a la playa.
Playa de Akumal.
Muy interesante el artículo, muy útil para quienes viajaremos en breve, gracias
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