Hiroshima


Hiroshima es una ciudad de más de un millón de habitantes que ha renacido después de su destrucción total el 6 de agosto de 1945, infausta fecha en la que sufrió el primer bombardeo atómico de la historia. Se calcula que unas 80.000 personas murieron en el acto y más de 100.000 fallecieron posteriormente debido a las heridas sufridas o a los efectos de la radiación.

Esos efectos radiactivos continuaron afectando a los supervivientes del holocausto nuclear durante muchas décadas y el número de cáncer de tiroides se disparó entre la población de Hiroshima, afectando especialmente a los niños. Algunos estudios apuntan a que esos niveles de cáncer de tiroides todavía siguen estando hoy día por encima de la media.

La elección de Hiroshima como blanco de la primera bomba atómica ha sido objeto de mucha controversia. La teoría más aceptada es que los americanos eligieron esta ciudad debido a su importancia estratégica como centro industrial para el ejército japonés y a que no existían campos de prisioneros americanos cerca. Otras teorías sostienen que los estadounidenses barajaban varias ciudades como objetivo y que el parte meteorológico de aquel día, con sol y cielos despejados sobre Hiroshima, fue el que acabó de dictar la sentencia de muerte.

Lo que es seguro es que Hiroshima estaba desde el principio en la lista de posibles objetivos. Debido a ello, la ciudad no sufrió ningún bombardeo convencional en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, cuando el resto de grandes ciudades japonesas los sufrían a diario. La razón es que el ejército americano quería comprobar el poder de destrucción de la bomba atómica sobre una ciudad que no hubiera sido arrasada previamente por bombas convencionales.

El Enola Gay, un bombardero estadounidense B-29, fue el avión que transportó y lanzó sobre Hiroshima la bomba atómica, bautizada por los americanos como Little Boy. Explotó a las 8.15 h. de la mañana a unos 600 metros de altitud sobre el cielo de la ciudad. El coronel Paul Tibbets fue el piloto de aquella misión. Falleció en 2007 y siempre defendió aquella acción militar.

En la actualidad, el Parque Conmemorativo de la Paz, que ocupa una isla en el centro de Hiroshima, es un extenso recinto que mantiene vivo el recuerdo de aquel genocidio y es, a la vez, un llamamiento a la paz, que persigue la destrucción de todos los arsenales nucleares existentes en el mundo. Es también, cómo no, el principal reclamo turístico de la ciudad y uno de los lugares más visitados de todo Japón.

Dentro del parque se encuentra el Museo de la Paz, una visita muy dura, pero ineludible en la que se relatan las causas y los efectos del bombardeo atómico. La exposición incluye mapas, fotografías, vídeos o testimonios de supervivientes. También se habla de los efectos de la radiación y se exponen algunos objetos recuperados de las cenizas de la ciudad, como botellas derretidas por el calor o prendas carbonizadas. La entrada al museo cuesta la simbólica cifra de 50 yenes (medio dólar). Enfrente del edificio del museo arde la Llama de la Paz, que continuará ardiendo hasta que desaparezcan todas las armas nucleares de la Tierra.

Además del museo, el Parque de la Paz está repleto de memoriales y recuerdos del bombardeo atómico. La imagen más impactante y fotografiada es la Cúpula de la Bomba Atómica, una de las pocas estructuras que resistieron en pie tras el holocausto de 1945. El edificio se construyó a principios del siglo XX como pabellón para una exposición comercial celebrada en Hiroshima y, tras resistir el bombardeo, el gobierno japonés decidió mantenerlo en pie como símbolo de aquella tragedia. En 1996 fue declarado patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El edificio permite hacerse una ligera idea de cómo afectó el impacto atómico sobre las construcciones de la ciudad, destacando los restos de la cúpula de acero que coronaba la estructura original.

Otro lugar impactante es el Monumento a la Paz de los Niños, una pequeña cúpula con una campana dentro, que los visitantes hacen sonar en memoria de todos los niños que fallecieron por culpa de la bomba atómica. El monumento se inspira en la historia de Sadako Sasaki, un niño de 11 años que sufrió leucemia debido a los efectos de la radiación y que antes de morir empezó a hacer grullas de papel. En su honor, el monumento está rodeado de vitrinas de cristal en las que hay depositadas miles de coloridas grullas de papel enviadas por niños de todo el mundo.

Otros lugares destacados del parque son el Montículo de la Bomba Atómica, bajo el que están enterradas miles de víctimas; o el Pabellón Nacional de la Paz, una estructura de hormigón construida por el arquitecto japonés Tange Kenzo, en cuyo interior se conservan los nombres y las fotografías de las víctimas. Dentro de este pabellón también hay una fuente, que representa un reloj marcando las 8.15, la hora de la explosión atómica.

En el parque también hay un monumento en memoria de los coreanos, ya que un 10% de las víctimas fueron coreanos que trabajaban como prisioneros en las fábricas de la ciudad. Y en una calle cercana al Parque de la Paz, en dirección al centro de Hiroshima, se puede ver una placa conmemorativa que marca el hipocentro, el punto exacto donde estalló la bomba atómica a 600 metros de altitud.



Cúpula de la Bomba Atómica.



Observando de cerca la Cúpula de la Bomba Atómica.



Foto frente a la Cúpula de la Bomba Atómica.



Alrededores del Parque de la Paz.



Foto original del edificio de la Cúpula de la Bomba Atómica, y su aspecto actual al otro lado del río.



Museo de la Paz.



La Llama de la Paz, frente al edificio del museo.



Detalle del fuego eterno de la Llama de la Paz.



Oración por las víctimas de Hiroshima en su cenotafio.



Monumento a la Paz de los Niños.



Tocando la campana del Monumento a la Paz de los Niños.



Las grullas de papel enviadas por niños de todo el mundo.



Montículo de la Bomba Atómica.



Textos y fotografías de los efectos de la radiación.



Monumento en honor a las víctimas coreanas.



Torre en honor a los estudiantes movilizados durante la guerra.



Más memoriales en el Parque de la Paz.



Uno de los brazos del río Ota que envuelve la isla del Parque de la Paz.



A la izquierda de esta calle se puede ver la placa que marca el punto exacto del hipocentro.



Detalle de la placa del hipocentro de la explosión atómica.


Pero más allá de su trágica historia, Hiroshima es en la actualidad una urbe animada y llena de vida. Paseando por las calles del centro, repletas de bares, restaurantes y modernos centros comerciales, cuesta mucho imaginar lo ocurrido hace solo 60 años. Los tranvías que recorren las calles del centro son otro de los símbolos de la ciudad y un buen medio de transporte. El billete sencillo cuesta 160 yenes (1,6 dólares).

Vale la pena acercarse hasta el Castillo de Hiroshima, situado en medio de un frondoso parque. Aunque evidentemente se trata de una reconstrucción posterior a 1945, el castillo se ha restaurado con acierto, manteniendo fielmente los detalles de la antigua fortaleza del siglo XVI. Por dentro ya es otro cantar, porque no parece un castillo, sino un museo moderno. No obstante, vale la pena entrar para obtener buenas panorámicas desde la terraza superior. La entrada cuesta 370 yenes (3,7 dólares).

Tampoco hay que dejar de disfrutar del animado ambiente nocturno y de la oferta gastronómica de Hiroshima. Es casi una obligación visitar el Okonomi-mura para probar una de las especialidades locales, el okonomiyaki. Son una especie de tortas rellenas de todo tipo de ingredientes (carne, pescado, fideos, vegetales, salsas...) que se hacen a la plancha y que están muy ricas. El Okonomi-mura es un edificio entero lleno de pequeños bares especializados en este plato local, que se ha exportado a otros lugares de Japón. Las barras de estos establecimientos son enormes planchas donde cocinan los okonomiyaki delante de los clientes, que también se los comen sobre la misma plancha.

Este tipo de restaurantes donde las barras son enormes planchas para cocinar y comer son muy populares en Japón y se conocen como locales de Teppanyaki. No solo los hay especializados en okonomiyakis, también se pueden encontrar locales de teppanyaki de carne, pescado, etc.

En Hiroshima nos alojamos en el hotel Urbain Hiroshima Central, bien situado cerca de las calles más animadas del centro y cerca de la parada del tranvía que te lleva hasta la estación de tren. La habitación doble, con wifi y desayuno, nos costó 7.020 yenes (70 dólares). Para llegar a Hiroshima desde Kioto tardamos dos horas en un Shinkansen Hikari.



Avenida en el centro de Hiroshima.



Paso de peatones en Hiroshima.



Varias líneas de tranvía atraviesan el centro de la ciudad.



Castillo de Hiroshima.



Panorámica de Hiroshima desde el castillo.



Otra calle del centro de la ciudad.



Esperando el tranvía en una parada.



Las clásicas marcas japonesas, en un concesionario de motos.



Parking para bicicletas en la calle.



En Hiroshima hay varias calles peatonales agradables para pasear.



Centro de Hiroshima.



Las calles del centro por la noche.


VÍDEO: Okonomi-mura, el edificio de los okonomiyaki



Estación de trenes de Hiroshima.

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