Takayama
La lluvia que nos impidió hacer la ruta Nakasendo tampoco se olvidó de nosotros al día siguiente y nos acompañó durante el viaje en tren de Nagoya a Takayama, convirtiendo el trayecto en una pequeña odisea.
En teoría, el viaje duraba 132 minutos, pero después de pasar más de cuatro horas en el tren a una velocidad cada vez más lenta (al final parecía que íbamos a tener que bajarnos a empujarlo), el maquinista se detuvo en la ciudad de Gero y un revisor informó amablemente a los pasajeros de que ese iba a ser el final del trayecto porque la vía estaba cortada debido a los desprendimientos de tierra.
Al principio pensamos que, a pesar de ese contratiempo, podríamos coger un autobús para continuar el viaje por carretera, pero la sorpresa fue mayúscula cuando nos dijeron que la carretera también estaba cortada por los desprendimientos.
Escépticos de nosotros, creímos que esos problemas serían cosa de los autobuses y que, quizás, podríamos continuar en un taxi, ya que Takayama está a solo 50 km de Gero. Fuimos a una parada de taxis a preguntar si los precios no eran prohibitivos, pero los taxistas nos confirmaron que efectivamente la carretera estaba bloqueada.
El viaje en tren de Nagoya a Takayama es muy escénico porque la vía serpentea entre las montañas y el río Miyagawa.
Una vez quemadas todas nuestras cartas para llegar a Takayama, solo nos quedaron dos opciones: dormir en Gero y cruzar los dedos para que al día siguiente se hubiera solucionado el problema de las comunicaciones; o volver a Nagoya e intentar llegar a Takayama por otra ruta, aunque eso implicaba muchas horas de viaje.
Cansados de tren, decidimos quedarnos en Gero, una pequeña ciudad balneario sin demasiado encanto, pero muy frecuentada por turistas japoneses, que acuden a relajarse en los numerosos onsen de la localidad, los clásicos baños nipones donde la gente se baña en pelotas y separados por sexos.
Al lado de la estación de trenes hay una pequeña oficina de turismo donde hablan inglés y allí nos buscaron alojamiento en un hotel tradicional japonés, con habitación con suelo de tatami y un futón para dormir. Este tipo de establecimientos suelen incluir cenas tipo kaiseki, con muchos platos de degustación, pero en general la relación calidad-precio es peor que en un hotel convencional.
Los hoteles tradicionales realmente buenos son los ryokan, antiguas posadas transformadas en establecimientos de lujo, donde las habitaciones dobles más económicas nunca bajan de los 200 o 300 euros. Luego están los hoteles tradicionales baratos, donde también te clavan un mínimo de 100 euros, pero que te ofrecen menos comodidades que un hotel normal (sin wifi y con instalaciones avejentadas).
Nosotros nos quedamos en uno del segundo tipo, el Shirakawa Hotel, donde la habitación doble nos costó 140 dólares, con cena kaiseki incluida. El establecimiento es bastante viejo, pero sirve para probar la experiencia de dormir en un futón. La cena es correcta y está bien situado en el centro de Gero. El onsen del hotel, sin embargo, es poco más que una bañera grande en el que apenas caben cuatro personas.
Como en Gero tampoco había muchas cosas para hacer, nos dormimos temprano para pegarnos el madrugón al día siguiente e intentar coger el primer tren hacia Takayama, que salía a las 5 de la mañana. Nos esperaba un día cargado porque, debido al contratiempo de dormir en Gero, al día siguiente teníamos que visitar Takayama, el pueblo de Shirakawa y acabar durmiendo en la ciudad de Kanazawa. Casi nada.
La ciudad de Gero, junto al río Miyagawa.
Un río de montaña atraviesa Gero antes de desembocar en el Miyagawa.
Farolillos adornando las calles de Gero.
Para poner la cámara y hacerse un selfie en condiciones. Japón en estado puro.
Nuestra habitación tradicional en el hotel de Gero.
Cena kaiseki en el hotel de Gero.
Y el día empezó algo torcido porque al llegar a la estación, lloviendo sin parar, nos dijeron que la vía continuaba cortada y que tampoco iba a haber trenes. Por suerte, la carretera sí había sido despejada y no tardó en pasar un autobús que nos llevó por fin a Takayama. El billete nos costó 1.040 yenes (10 dólares) y el viaje duró algo más de una hora.
Al llegar a Takayama, compramos los billetes de autobús a Shirakawa para el mediodía y dejamos las mochilas en la consigna de la estación para visitar la ciudad en las cuatro horitas que teníamos por delante. Las consignas cuestan entre 300 y 600 yenes, según el tamaño del bulto. La gran noticia fue que por fin dejó de llover y poco a poco fue saliendo un sol, que hacía días que no veíamos.
Takayama es una bonita ciudad situada a los pies de los Alpes Japoneses, que conserva un pintoresco centro histórico, con casas tradicionales de madera y antiguas destilerías de sake que aún siguen en funcionamiento. El barrio de las destilerías, conocido como Sanmachi-suji es, sin duda, el lugar más atractivo de la ciudad.
Esté distrito está formado por estrechas calles flanqueadas por casitas bajas de madera, muchas de ellas transformadas en tiendas y abiertas al público. Algunas esconden preciosos patios y jardines interiores. Las destilerías de sake son perfectamente reconocibles por los coloridos barriles de ese licor que adornan la entrada o por las botellas expuestas al público. Por el barrio de Sanmachi suelen circular los tradicionales rickshaws japoneses cargados de turistas.
Además de este barrio, también es interesante el mercado matutino que se monta junto al río Miyagawa donde se venden productos típicos de la región de Hida. La ciudad cuenta, además, con algunos templos budistas interesantes, como el Hida-Kokubun-ji, situado cerca de la estación de trenes, que tiene una pequeña pagoda y luce un árbol milenario en el patio de la entrada.
Takayama es un lugar excelente para probar la experiencia de alojarse en un ryokan porque cuenta con muchos establecimientos de este tipo. Nosotros habíamos reservado uno que tenía buena pinta para darnos el lujo del viaje, pero tuvimos que cancelarlo al quedarnos atrapados en Gero. Afortunadamente, no nos cobraron los casi 300 euros que costaba la habitación.
En teoría, el viaje duraba 132 minutos, pero después de pasar más de cuatro horas en el tren a una velocidad cada vez más lenta (al final parecía que íbamos a tener que bajarnos a empujarlo), el maquinista se detuvo en la ciudad de Gero y un revisor informó amablemente a los pasajeros de que ese iba a ser el final del trayecto porque la vía estaba cortada debido a los desprendimientos de tierra.
Al principio pensamos que, a pesar de ese contratiempo, podríamos coger un autobús para continuar el viaje por carretera, pero la sorpresa fue mayúscula cuando nos dijeron que la carretera también estaba cortada por los desprendimientos.
Escépticos de nosotros, creímos que esos problemas serían cosa de los autobuses y que, quizás, podríamos continuar en un taxi, ya que Takayama está a solo 50 km de Gero. Fuimos a una parada de taxis a preguntar si los precios no eran prohibitivos, pero los taxistas nos confirmaron que efectivamente la carretera estaba bloqueada.
El viaje en tren de Nagoya a Takayama es muy escénico porque la vía serpentea entre las montañas y el río Miyagawa.
VÍDEO: Viaje en tren a Takayama.
Una vez quemadas todas nuestras cartas para llegar a Takayama, solo nos quedaron dos opciones: dormir en Gero y cruzar los dedos para que al día siguiente se hubiera solucionado el problema de las comunicaciones; o volver a Nagoya e intentar llegar a Takayama por otra ruta, aunque eso implicaba muchas horas de viaje.
Cansados de tren, decidimos quedarnos en Gero, una pequeña ciudad balneario sin demasiado encanto, pero muy frecuentada por turistas japoneses, que acuden a relajarse en los numerosos onsen de la localidad, los clásicos baños nipones donde la gente se baña en pelotas y separados por sexos.
Al lado de la estación de trenes hay una pequeña oficina de turismo donde hablan inglés y allí nos buscaron alojamiento en un hotel tradicional japonés, con habitación con suelo de tatami y un futón para dormir. Este tipo de establecimientos suelen incluir cenas tipo kaiseki, con muchos platos de degustación, pero en general la relación calidad-precio es peor que en un hotel convencional.
Los hoteles tradicionales realmente buenos son los ryokan, antiguas posadas transformadas en establecimientos de lujo, donde las habitaciones dobles más económicas nunca bajan de los 200 o 300 euros. Luego están los hoteles tradicionales baratos, donde también te clavan un mínimo de 100 euros, pero que te ofrecen menos comodidades que un hotel normal (sin wifi y con instalaciones avejentadas).
Nosotros nos quedamos en uno del segundo tipo, el Shirakawa Hotel, donde la habitación doble nos costó 140 dólares, con cena kaiseki incluida. El establecimiento es bastante viejo, pero sirve para probar la experiencia de dormir en un futón. La cena es correcta y está bien situado en el centro de Gero. El onsen del hotel, sin embargo, es poco más que una bañera grande en el que apenas caben cuatro personas.
Como en Gero tampoco había muchas cosas para hacer, nos dormimos temprano para pegarnos el madrugón al día siguiente e intentar coger el primer tren hacia Takayama, que salía a las 5 de la mañana. Nos esperaba un día cargado porque, debido al contratiempo de dormir en Gero, al día siguiente teníamos que visitar Takayama, el pueblo de Shirakawa y acabar durmiendo en la ciudad de Kanazawa. Casi nada.
La ciudad de Gero, junto al río Miyagawa.
Un río de montaña atraviesa Gero antes de desembocar en el Miyagawa.
Farolillos adornando las calles de Gero.
Para poner la cámara y hacerse un selfie en condiciones. Japón en estado puro.
Nuestra habitación tradicional en el hotel de Gero.
Cena kaiseki en el hotel de Gero.
Y el día empezó algo torcido porque al llegar a la estación, lloviendo sin parar, nos dijeron que la vía continuaba cortada y que tampoco iba a haber trenes. Por suerte, la carretera sí había sido despejada y no tardó en pasar un autobús que nos llevó por fin a Takayama. El billete nos costó 1.040 yenes (10 dólares) y el viaje duró algo más de una hora.
Al llegar a Takayama, compramos los billetes de autobús a Shirakawa para el mediodía y dejamos las mochilas en la consigna de la estación para visitar la ciudad en las cuatro horitas que teníamos por delante. Las consignas cuestan entre 300 y 600 yenes, según el tamaño del bulto. La gran noticia fue que por fin dejó de llover y poco a poco fue saliendo un sol, que hacía días que no veíamos.
Takayama es una bonita ciudad situada a los pies de los Alpes Japoneses, que conserva un pintoresco centro histórico, con casas tradicionales de madera y antiguas destilerías de sake que aún siguen en funcionamiento. El barrio de las destilerías, conocido como Sanmachi-suji es, sin duda, el lugar más atractivo de la ciudad.
Esté distrito está formado por estrechas calles flanqueadas por casitas bajas de madera, muchas de ellas transformadas en tiendas y abiertas al público. Algunas esconden preciosos patios y jardines interiores. Las destilerías de sake son perfectamente reconocibles por los coloridos barriles de ese licor que adornan la entrada o por las botellas expuestas al público. Por el barrio de Sanmachi suelen circular los tradicionales rickshaws japoneses cargados de turistas.
Además de este barrio, también es interesante el mercado matutino que se monta junto al río Miyagawa donde se venden productos típicos de la región de Hida. La ciudad cuenta, además, con algunos templos budistas interesantes, como el Hida-Kokubun-ji, situado cerca de la estación de trenes, que tiene una pequeña pagoda y luce un árbol milenario en el patio de la entrada.
Takayama es un lugar excelente para probar la experiencia de alojarse en un ryokan porque cuenta con muchos establecimientos de este tipo. Nosotros habíamos reservado uno que tenía buena pinta para darnos el lujo del viaje, pero tuvimos que cancelarlo al quedarnos atrapados en Gero. Afortunadamente, no nos cobraron los casi 300 euros que costaba la habitación.
El río Miyagawa a su paso por Takayama.
Curiosa estatua en un puente de Takayama.
Mercado matutino de Miyagawa.
El mercado de Miyagawa.
Productos típicos de la región de Hida en el mercado de Miyagawa.
Una gran torii en un puente sobre el río Miyagawa.
Antiguas casas de madera en el barrio de Sanmachi.
Paseando por el barrio de Sanmachi.
Rickshaw cargado de turistas maniobrando.
Sanmachi es el barrio de las destilerías de sake.
Entrada a una destilería de sake.
Detalle de los barriles de sake.
Sanmachi es el barrio más bonito de Takayama.
Fachadas de madera en Sanmachi.
Muchos tipos de sake a la venta.
En bici por Takayama.
Preparando bollos rellenos de carne.
Agradable calle arbolada.
Un toque del Japón friki en las calles de Takayama.
Muchos barrios modernos de Takayama mantienen las fachadas tradicionales de madera.
Típicas casas modernas de Takayama, con el coche en la puerta.
Torii de madera para entrar al templo Sakurayama Hachimangu.
Calle del dentro de Takayama.
Otra calle comercial, cubierta por soportales, en el centro de la ciudad.
Más calles del centro de Takayama.
Estación de autobuses de Takayama. Está al lado de la de trenes.
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