Kioto
Kioto es la capital histórica de Japón y, después de Tokio, el principal destino turístico del país. La ciudad y sus alrededores cuentan con más de mil templos budistas y sintoístas, que afortunadamente resistieron los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, debido a que los aliados acordaron respetar el patrimonio histórico para no herir (aún más) la sensibilidad de la población japonesa.
Esa riqueza cultural, con 17 lugares declarados Patrimonio de la Humanidad, fue la que permitió a Kioto ser la única gran ciudad japonesa que escapó de las bombas americanas durante la llamada Guerra del Pacífico.
No obstante, a pesar de su enorme patrimonio histórico, Kioto es principalmente una ciudad moderna de amplias avenidas y edificios funcionales sin demasiado encanto, ya que los lugares de interés se concentran en los alrededores o en puntos muy concretos de su extenso centro urbano. Eso sí, la fisonomía horizontal de la ciudad es muy diferente a la del resto de metrópolis japonesas porque en Kioto hay un límite de altura para construir y no se ven rascacielos en el horizonte.
El barrio de Gion es, sin duda, el lugar con más encanto de Kioto y el que mejor conserva las raíces del antiguo Japón. Se extiende en la orilla oriental del río Kamogawa y sus calles esconden rincones muy pintorescos, con casitas bajas y preciosas fachadas de madera.
Pero si por algo es famoso Gion es por ser el barrio de las geishas, esas misteriosas mujeres japonesas de la época Edo preparadas para entretener a los hombres mediante el arte de la música y de la danza. No son prostitutas, aunque la delgada línea que las ha separado de la prostitución de lujo siempre ha sido muy controvertida, especialmente en Occidente.
El mundo de las geishas sigue muy vivo en el barrio de Gion donde se estima que todavía residen varios centenares de estas místicas damas de inmaculada tez blanca maquillada por el polvo de arroz. Ver a una geisha es el pasatiempo favorito de los turistas que recorren las calles del barrio, cámara en mano, dispuestos a inmortalizar el encuentro.
El mejor momento para ver una geisha es al atardecer, la hora mágica de Gion, cuando la mortecina luz de los farolillos de las casas de madera envuelve el barrio en una aureola de intriga y seducción. Las geishas suelen caminar muy deprisa dando paseos cortos hacia algún restaurante o casa particular, donde acuden a animar veladas nocturnas, así que hay que estar atento para no perderse el momento. También es fácil distinguir alguna geisha en el interior de algún lujoso coche a la puerta de un restaurante.
Para ver a las geishas actuar se puede acudir al Yasaka Hall, también conocido como Gion Corner, un teatro donde cada noche actúan un par de maikos (aprendices de geisha). Suelen ser espectáculos cortos en los que también se incluye la ceremonia del té y una pincelada de kabuki, el teatro tradicional nipón. Es un espectáculo para turistas, pero es curioso de ver. La entrada nos costó 2.500 yenes (25 dólares).
Calle de Gion.
Muchas jóvenes de Kioto lucen kimonos tradicionales japoneses.
Un pintoresco rincón de Gion.
Fachadas de madera en las calles de Gion.
Hanami-koji, la calle más concurrida de Gion.
Otras dos chicas con kimonos clásicos, en la calle Hanami-koji.
Casas tradicionales en la calle Hanami-koji.
Estrecha callejuela de Gion.
Nos topamos con una geisha a la carrera en Gion.
Otra bonita calle de Gion.
Más calles de Gion.
Posando con sus coloridos kimonos japoneses.
La avenida Shijo-dori atraviesa el barrio de Gion.
Por las noches se encienden los farolillos de Shijo-dori, en el barrio de Gion.
Los farolillos nocturnos crean una atmósfera única en Gion.
Dos geishas, esperando para cruzar una calle, con un turista posando detrás.
La ceremonia del té, en el Gion Corner.
Danza de maikos, en el Gion Corner.
El barrio de Gion llega hasta la colina de Higashiyama, donde se encuentran algunos de los templos más bonitos de Kioto. Entre ellos destaca el Kiyomizu-dera, que significa templo del agua pura. El edificio principal data del siglo XVII y destaca por los enormes pilares de madera que lo sostienen en el aire. Desde la terraza se obtienen fabulosas vistas de la ciudad. Los japoneses suelen coger agua de una fuente sagrada con unos largos cazos para purificarse. La entrada al templo cuesta 300 yenes.
Caminando desde el Kiyomizu-dera hacia el norte se atravesará un entramado de pintorescas callejuelas con bonitas fachadas de madera. Se puede llegar dando un agradable paseo hasta el Kodai-ji, otro templo budista rodeado por un frondoso jardín.
A pocos pasos se encuentra el parque Maruyama-koen, con un gigantesco cerezo en el centro y con el santuario sintoísta Yasaka-jinja en uno de sus extremos. Otro templo destacado en la colina de Higashiyama es el Chion-in, con una monumental puerta de entrada del año 1619, considerada un tesoro nacional de Japón.
Al norte de la colina también se concentran un buen número de templos. Entre ellos destaca el Nanzen-ji, con varios pabellones y jardines en su interior. También vale la pena recorrer el llamado sendero de la Filosofía, un agradable paseo arbolado que discurre junto a un canal, que termina en el templo Honen-in, de la escuela budista jodo. Cerca de este templo está el Ginkaku-ji, otro interesante templo budista con amplios jardines que ascienden por una montaña. Las entradas a los templos suelen costar entre 300 y 500 yenes (3-5 dólares).
Puerta Tainai-meguri, delante del templo Kiyomizu-dera.
Templo Kiyomizu-dera.
Panorámica de Kioto desde el Kiyomizu-dera.
Los enormes pilares de madera que sostienen la terraza del Kiyomizu-dera.
Recogiendo agua con cazos en la fuente sagrada del Kiyomizu-dera.
Preciosa calle en los alrededores del Kiyomizu-dera.
Ruta por las callejuelas de la colina de Higashiyama.
Todas las casitas lucen fachadas de madera.
Seguimos de paseo por Higashiyama.
Otra bonita calle de Higashiyama.
Alrededores del templo Kodai-ji.
Templo Kodai-ji.
Santuario sintoísta de Yasaka-jinja.
Sendero de la Filosofía.
Templo Ginkaku-ji, rodeado por un agradable jardín.
Otro barrio muy tradicional de Kioto es Pontocho, que se encuentra enfrente de Gion, al otro lado del río Kamogawa. Antiguamente también era un distrito de geishas, pero prácticamente han desaparecido todas. Hoy día es una zona con muchos bares y restaurantes, ideal para salir a cenar.
Destaca la estrechísima calle Pontocho, que da nombre al barrio, y que está repleta de izakayas, las típicas tabernas japonesas, que vendrían a ser un bar de tapas en España. El único problema es que la mayoría solo tienen la carta en japonés y puede ser complicado pedir.
Pontocho está prácticamente en el corazón de Kioto, donde se encuentran las principales avenidas de la ciudad, como Sanjo-dori y Shijo-dori. Por estas calles hay montones de tiendas y varios centros comerciales con zonas de restauración, que no son mala opción para comer algo rápido.
Barrio de Pontocho, junto al río Kamogawa.
Otra vista del río Kamogawa.
En bici por el paseo fluvial.
La estrecha calle Pontocho.
Una izakaya, típica taberna japonesa, en la calle Pontocho.
Dos jóvenes sonríen con sus kimonos, en la calle Pontocho.
La calle Pontocho por la noche.
Una de las grandes avenidas que atraviesan el centro de Kioto.
Paseando por el centro de Kioto.
Restaurante español.
Autobús urbano de Kioto.
La galería comercial Teramachi, en el centro de Kioto.
Interior de la galería Teramachi.
Mercado Nishiki.
Pincho de pulpito en el mercado Nishiki.
Más calles del centro de Kioto.
Parking para bicicletas. En Kioto hay que pagar por aparcar la bici.
Muchas adolescentes japonesas se visten igual para salir a la calle.
Hacia el norte del centro se halla el castillo Nijo-ji, una de las principales atracciones de la ciudad. El complejo está rodeado por una muralla con foso y en su interior alberga diversos palacios y extensos jardines.
El palacio principal fue construido por el shogún Ieyasu Tokugawa, a principios del siglo XVII, y destaca por su increíble suelo de ruiseñor, que cruje y suena al pisarlo. Se trata de un mecanismo utilizado en la época como sistema de alarma para detectar a los ninjas o asesinos a sueldo que trataran de colarse en el palacio para atentar contra el shogún.
Cerca del castillo Nijo-ji se encuentra el palacio imperial de Kioto, aunque no se puede visitar salvo petición previa. Solo se puede ver la muralla exterior y el enorme parque que lo rodea, de más de un kilómetro de largo.
Muralla exterior del castillo Nijo-ji.
Interior del recinto del castillo Nijo-ji.
La imponente puerta Karamon, entrada al palacio principal del castillo de Nijo-ji.
El palacio de Ninomaru es el edificio principal del recinto y esconde el suelo de ruiseñor.
Muralla del palacio imperial de Kioto.
La estación central de Kioto y sus alrededores son otra zona muy concurrida de la ciudad. El mastodóntico edificio de la estación, una mole de acero y cristal, alberga en su interior centros comerciales, tiendas y restaurantes. Vale la pena echarle un vistazo, sobre todo por las vistas desde la terraza superior. Aunque es un edificio muy vanguardista, no es demasiado funcional debido a sus enormes dimensiones.
Enfrente de la estación está la torre de Kioto, la construcción más alta de la ciudad, con 131 metros de altura. Su mirador de 360 grados ofrece fantásticas vistas de la urbe. La entrada cuesta 770 yenes (7,7 dólares).
Dos templos importantes se encuentran también en el barrio de la estación, el Higashi Hongan-ji, que cuando fuimos nosotros estaba en obras y cubierto por una estructura provisional; y el Nishi Hongan-ji, con varios pabellones que datan del siglo XVI.
Estación central de Kioto.
Interior de la futurista estación de Kioto.
La torre de Kioto se alza frente a la estación.
Panorámica de la ciudad desde la torre de Kioto. En primer plano, el templo Higashi Hongan-ji, tapado por obras.
Otra vista de Kioto. Al fondo, las montañas de Higashiyama.
Templo Nishi Hongan-ji.
Martilleando el tambor, en el templo Nishi-Hongan-ji.
Otra visita ineludible es el famoso bosque de bambúes de Arashiyama, que se encuentra a los pies de las montañas del mismo nombre, en los alrededores de Kioto. Para llegar con el Japan Rail Pass se puede coger un tren local de las líneas San-in o Sagano y parar en la estación de Saga Arashiyama.
Desde aquí hay un corto paseo hasta el templo Tenryu-ji, un santuario budista con un bonito jardín zen en la parte trasera. Pagando la entrada de 500 yenes (5 dólares) se puede visitar el interior del templo y atravesar el jardín para salir directamente al bosque de bambúes.
Pasear por este bosque escuchando el sonido que producen los miles de bambúes agitados por el viento y viendo cómo sus hojas filtran la luz del sol es una experiencia fantástica.
Acceso al templo Tenryu-ji.
Jardín trasero del Tenryu-ji.
Foto en los jardines del Tenryu-ji.
Llegando al bosque de bambúes de Arashiyama.
Recorriendo el bosque de bambúes.
La luz se filtra entre los miles de bambúes.
Otra vista del bosque de bambúes.
Detalle de los troncos de los bambúes.
Jóvenes vestidos con kimonos visitando el bosque de Arashiyama.
Nos despedimos del bosque de bambúes de Arashiyama.
El noroeste de Kioto es otra zona que alberga numerosos templos destacados, entre ellos el Kinkaku-ji, más conocido como el pabellón Dorado, que es una de las imágenes más características de la ciudad.
El templo original fue construido en el siglo XIV, pero un monje perturbado lo incendió en 1950 y lo redujo a cenizas. Cinco años después fue reconstruido a imagen y semejanza del diseño original, pero sus paredes fueron recubiertas con láminas de pan de oro. El templo se encuentra frente a un pintoresco lago que en días soleados refleja los destellos producidos por el oro. La entrada cuesta 400 yenes (4 dólares).
En esta zona de Kioto también se puede visitar el templo Ryoan-ji, famoso por su jardín seco de estilo kare-sansui; y el Ninna-ji, un extenso recinto budista que alberga diversos pabellones, pagodas y jardines.
El Pabellón Dorado, precioso.
Jardín kare-sansui, o jardín seco, en el templo Ryoan-ji.
Otro jardín, este con un lago, en el Ryoan-ji.
Entrada al templo Ninna-ji.
Enorme puerta de madera, en el Ninna-ji.
Tampoco hay que olvidarse del Fushimi-Inari, seguramente uno de los templos más atractivos de Kioto. Se encuentra a las afueras de la ciudad, pero se puede llegar fácilmente con la línea Nara de JR. La estación de Inari está a solo tres o cuatro paradas desde la estación central de Kioto.
El Fushimi-Inari, también se conoce como el templo del millón de torii, las características puertas japonesas presentes en todos los santuarios sintoístas. Quizás no lleguen al millón, pero en el Fushimi-Inari hay miles y miles de torii de color rojo a lo largo de un sendero de cuatro kilómetros que serpentea por una montaña.
Para completar el sendero a través de este increíble túnel de torii hay que ejercitar un poco las piernas porque obliga a subir y bajar muchas escaleras y pendientes. A lo largo del recorrido se podrán contemplar pequeños altares y montones de estatuas de zorros, animal que representa al mensajero del dios Inari, al que está dedicado este peculiar santuario.
Estación de Inari.
Primera torii, antes de entrar en el Fushimi-Inari.
Aquí empieza el camino de 4 km a través de las torii.
Recorriendo las miles de torii del Fushimi-Inari.
Vista del camino de torii serpenteando por el bosque.
Todas las torii tienen mensajes grabados.
El camino de torii sube y baja por una montaña.
Los zorros son el símbolo del Fushimi-Inari.
Otra vista del interminable camino de torii.
Para completar el recorrido hay que subir muchas escaleras.
Vistas de Kioto desde el Fushimi-Inari.
En Kioto nos alojamos en el hotel Almont. La habitación doble, sin desayuno, nos costó 80 dólares por noche. El hotel, con wifi gratis y un buen onsen, es nuevo y está muy bien, pero su situación es pésima, al sur de la estación central, lo que obliga a cruzar el gigantesco edificio para llegar a cualquier punto de interés. La otra opción es coger un autobús.
Es recomendable reservar con antelación porque en Kioto los hoteles económicos bien situados suelen llenarse muy pronto. De lo contrario habrá que rascarse el bolsillo o alejarse del centro, como nos ocurrió a nosotros.
Moverse por Kioto tampoco es tan sencillo como en Tokio porque la red de metro es muy limitada y el principal medio de transporte es el autobús. Enfrente de la estación central hay una oficina donde se pueden comprar bonos diarios de autobús por 500 yenes (5 dólares). El billete sencillo cuesta 230 yenes. También tienen mapas gratuitos muy prácticos con todas las líneas de bus de la ciudad.
Un último consejo para visitar en Kioto es descartar visitas. La ciudad tiene más de mil templos y es imposible visitarlos todos, así que habrá que hacer una selección. Mirando en guías o en internet se pueden preparar rutas para aprovechar el tiempo al máximo sin sufrir un empacho de templos. A nosotros, además de los barrios de Gion y de Pontocho, los lugares que más nos gustaron fueron los siguientes:
Esa riqueza cultural, con 17 lugares declarados Patrimonio de la Humanidad, fue la que permitió a Kioto ser la única gran ciudad japonesa que escapó de las bombas americanas durante la llamada Guerra del Pacífico.
No obstante, a pesar de su enorme patrimonio histórico, Kioto es principalmente una ciudad moderna de amplias avenidas y edificios funcionales sin demasiado encanto, ya que los lugares de interés se concentran en los alrededores o en puntos muy concretos de su extenso centro urbano. Eso sí, la fisonomía horizontal de la ciudad es muy diferente a la del resto de metrópolis japonesas porque en Kioto hay un límite de altura para construir y no se ven rascacielos en el horizonte.
El barrio de Gion es, sin duda, el lugar con más encanto de Kioto y el que mejor conserva las raíces del antiguo Japón. Se extiende en la orilla oriental del río Kamogawa y sus calles esconden rincones muy pintorescos, con casitas bajas y preciosas fachadas de madera.
Pero si por algo es famoso Gion es por ser el barrio de las geishas, esas misteriosas mujeres japonesas de la época Edo preparadas para entretener a los hombres mediante el arte de la música y de la danza. No son prostitutas, aunque la delgada línea que las ha separado de la prostitución de lujo siempre ha sido muy controvertida, especialmente en Occidente.
El mundo de las geishas sigue muy vivo en el barrio de Gion donde se estima que todavía residen varios centenares de estas místicas damas de inmaculada tez blanca maquillada por el polvo de arroz. Ver a una geisha es el pasatiempo favorito de los turistas que recorren las calles del barrio, cámara en mano, dispuestos a inmortalizar el encuentro.
El mejor momento para ver una geisha es al atardecer, la hora mágica de Gion, cuando la mortecina luz de los farolillos de las casas de madera envuelve el barrio en una aureola de intriga y seducción. Las geishas suelen caminar muy deprisa dando paseos cortos hacia algún restaurante o casa particular, donde acuden a animar veladas nocturnas, así que hay que estar atento para no perderse el momento. También es fácil distinguir alguna geisha en el interior de algún lujoso coche a la puerta de un restaurante.
Para ver a las geishas actuar se puede acudir al Yasaka Hall, también conocido como Gion Corner, un teatro donde cada noche actúan un par de maikos (aprendices de geisha). Suelen ser espectáculos cortos en los que también se incluye la ceremonia del té y una pincelada de kabuki, el teatro tradicional nipón. Es un espectáculo para turistas, pero es curioso de ver. La entrada nos costó 2.500 yenes (25 dólares).
Calle de Gion.
Muchas jóvenes de Kioto lucen kimonos tradicionales japoneses.
Un pintoresco rincón de Gion.
Fachadas de madera en las calles de Gion.
Hanami-koji, la calle más concurrida de Gion.
Otras dos chicas con kimonos clásicos, en la calle Hanami-koji.
Casas tradicionales en la calle Hanami-koji.
Estrecha callejuela de Gion.
Nos topamos con una geisha a la carrera en Gion.
Otra bonita calle de Gion.
Más calles de Gion.
Posando con sus coloridos kimonos japoneses.
La avenida Shijo-dori atraviesa el barrio de Gion.
Por las noches se encienden los farolillos de Shijo-dori, en el barrio de Gion.
Los farolillos nocturnos crean una atmósfera única en Gion.
Dos geishas, esperando para cruzar una calle, con un turista posando detrás.
La ceremonia del té, en el Gion Corner.
Danza de maikos, en el Gion Corner.
VÍDEO: Danza de geishas
El barrio de Gion llega hasta la colina de Higashiyama, donde se encuentran algunos de los templos más bonitos de Kioto. Entre ellos destaca el Kiyomizu-dera, que significa templo del agua pura. El edificio principal data del siglo XVII y destaca por los enormes pilares de madera que lo sostienen en el aire. Desde la terraza se obtienen fabulosas vistas de la ciudad. Los japoneses suelen coger agua de una fuente sagrada con unos largos cazos para purificarse. La entrada al templo cuesta 300 yenes.
Caminando desde el Kiyomizu-dera hacia el norte se atravesará un entramado de pintorescas callejuelas con bonitas fachadas de madera. Se puede llegar dando un agradable paseo hasta el Kodai-ji, otro templo budista rodeado por un frondoso jardín.
A pocos pasos se encuentra el parque Maruyama-koen, con un gigantesco cerezo en el centro y con el santuario sintoísta Yasaka-jinja en uno de sus extremos. Otro templo destacado en la colina de Higashiyama es el Chion-in, con una monumental puerta de entrada del año 1619, considerada un tesoro nacional de Japón.
Al norte de la colina también se concentran un buen número de templos. Entre ellos destaca el Nanzen-ji, con varios pabellones y jardines en su interior. También vale la pena recorrer el llamado sendero de la Filosofía, un agradable paseo arbolado que discurre junto a un canal, que termina en el templo Honen-in, de la escuela budista jodo. Cerca de este templo está el Ginkaku-ji, otro interesante templo budista con amplios jardines que ascienden por una montaña. Las entradas a los templos suelen costar entre 300 y 500 yenes (3-5 dólares).
Puerta Tainai-meguri, delante del templo Kiyomizu-dera.
Templo Kiyomizu-dera.
Panorámica de Kioto desde el Kiyomizu-dera.
Los enormes pilares de madera que sostienen la terraza del Kiyomizu-dera.
Recogiendo agua con cazos en la fuente sagrada del Kiyomizu-dera.
Preciosa calle en los alrededores del Kiyomizu-dera.
Ruta por las callejuelas de la colina de Higashiyama.
Todas las casitas lucen fachadas de madera.
Seguimos de paseo por Higashiyama.
Otra bonita calle de Higashiyama.
Alrededores del templo Kodai-ji.
Templo Kodai-ji.
Santuario sintoísta de Yasaka-jinja.
Sendero de la Filosofía.
Templo Ginkaku-ji, rodeado por un agradable jardín.
Otro barrio muy tradicional de Kioto es Pontocho, que se encuentra enfrente de Gion, al otro lado del río Kamogawa. Antiguamente también era un distrito de geishas, pero prácticamente han desaparecido todas. Hoy día es una zona con muchos bares y restaurantes, ideal para salir a cenar.
Destaca la estrechísima calle Pontocho, que da nombre al barrio, y que está repleta de izakayas, las típicas tabernas japonesas, que vendrían a ser un bar de tapas en España. El único problema es que la mayoría solo tienen la carta en japonés y puede ser complicado pedir.
Pontocho está prácticamente en el corazón de Kioto, donde se encuentran las principales avenidas de la ciudad, como Sanjo-dori y Shijo-dori. Por estas calles hay montones de tiendas y varios centros comerciales con zonas de restauración, que no son mala opción para comer algo rápido.
Barrio de Pontocho, junto al río Kamogawa.
Otra vista del río Kamogawa.
En bici por el paseo fluvial.
La estrecha calle Pontocho.
Una izakaya, típica taberna japonesa, en la calle Pontocho.
Dos jóvenes sonríen con sus kimonos, en la calle Pontocho.
La calle Pontocho por la noche.
Una de las grandes avenidas que atraviesan el centro de Kioto.
Paseando por el centro de Kioto.
Restaurante español.
Autobús urbano de Kioto.
La galería comercial Teramachi, en el centro de Kioto.
Interior de la galería Teramachi.
Mercado Nishiki.
Pincho de pulpito en el mercado Nishiki.
Más calles del centro de Kioto.
Parking para bicicletas. En Kioto hay que pagar por aparcar la bici.
Muchas adolescentes japonesas se visten igual para salir a la calle.
Hacia el norte del centro se halla el castillo Nijo-ji, una de las principales atracciones de la ciudad. El complejo está rodeado por una muralla con foso y en su interior alberga diversos palacios y extensos jardines.
El palacio principal fue construido por el shogún Ieyasu Tokugawa, a principios del siglo XVII, y destaca por su increíble suelo de ruiseñor, que cruje y suena al pisarlo. Se trata de un mecanismo utilizado en la época como sistema de alarma para detectar a los ninjas o asesinos a sueldo que trataran de colarse en el palacio para atentar contra el shogún.
Cerca del castillo Nijo-ji se encuentra el palacio imperial de Kioto, aunque no se puede visitar salvo petición previa. Solo se puede ver la muralla exterior y el enorme parque que lo rodea, de más de un kilómetro de largo.
Muralla exterior del castillo Nijo-ji.
Interior del recinto del castillo Nijo-ji.
La imponente puerta Karamon, entrada al palacio principal del castillo de Nijo-ji.
El palacio de Ninomaru es el edificio principal del recinto y esconde el suelo de ruiseñor.
Muralla del palacio imperial de Kioto.
La estación central de Kioto y sus alrededores son otra zona muy concurrida de la ciudad. El mastodóntico edificio de la estación, una mole de acero y cristal, alberga en su interior centros comerciales, tiendas y restaurantes. Vale la pena echarle un vistazo, sobre todo por las vistas desde la terraza superior. Aunque es un edificio muy vanguardista, no es demasiado funcional debido a sus enormes dimensiones.
Enfrente de la estación está la torre de Kioto, la construcción más alta de la ciudad, con 131 metros de altura. Su mirador de 360 grados ofrece fantásticas vistas de la urbe. La entrada cuesta 770 yenes (7,7 dólares).
Dos templos importantes se encuentran también en el barrio de la estación, el Higashi Hongan-ji, que cuando fuimos nosotros estaba en obras y cubierto por una estructura provisional; y el Nishi Hongan-ji, con varios pabellones que datan del siglo XVI.
Estación central de Kioto.
Interior de la futurista estación de Kioto.
La torre de Kioto se alza frente a la estación.
Panorámica de la ciudad desde la torre de Kioto. En primer plano, el templo Higashi Hongan-ji, tapado por obras.
Otra vista de Kioto. Al fondo, las montañas de Higashiyama.
Templo Nishi Hongan-ji.
Martilleando el tambor, en el templo Nishi-Hongan-ji.
Otra visita ineludible es el famoso bosque de bambúes de Arashiyama, que se encuentra a los pies de las montañas del mismo nombre, en los alrededores de Kioto. Para llegar con el Japan Rail Pass se puede coger un tren local de las líneas San-in o Sagano y parar en la estación de Saga Arashiyama.
Desde aquí hay un corto paseo hasta el templo Tenryu-ji, un santuario budista con un bonito jardín zen en la parte trasera. Pagando la entrada de 500 yenes (5 dólares) se puede visitar el interior del templo y atravesar el jardín para salir directamente al bosque de bambúes.
Pasear por este bosque escuchando el sonido que producen los miles de bambúes agitados por el viento y viendo cómo sus hojas filtran la luz del sol es una experiencia fantástica.
Acceso al templo Tenryu-ji.
Jardín trasero del Tenryu-ji.
Foto en los jardines del Tenryu-ji.
Llegando al bosque de bambúes de Arashiyama.
Recorriendo el bosque de bambúes.
La luz se filtra entre los miles de bambúes.
Otra vista del bosque de bambúes.
Detalle de los troncos de los bambúes.
Jóvenes vestidos con kimonos visitando el bosque de Arashiyama.
Nos despedimos del bosque de bambúes de Arashiyama.
El noroeste de Kioto es otra zona que alberga numerosos templos destacados, entre ellos el Kinkaku-ji, más conocido como el pabellón Dorado, que es una de las imágenes más características de la ciudad.
El templo original fue construido en el siglo XIV, pero un monje perturbado lo incendió en 1950 y lo redujo a cenizas. Cinco años después fue reconstruido a imagen y semejanza del diseño original, pero sus paredes fueron recubiertas con láminas de pan de oro. El templo se encuentra frente a un pintoresco lago que en días soleados refleja los destellos producidos por el oro. La entrada cuesta 400 yenes (4 dólares).
En esta zona de Kioto también se puede visitar el templo Ryoan-ji, famoso por su jardín seco de estilo kare-sansui; y el Ninna-ji, un extenso recinto budista que alberga diversos pabellones, pagodas y jardines.
El Pabellón Dorado, precioso.
Jardín kare-sansui, o jardín seco, en el templo Ryoan-ji.
Otro jardín, este con un lago, en el Ryoan-ji.
Entrada al templo Ninna-ji.
Enorme puerta de madera, en el Ninna-ji.
Tampoco hay que olvidarse del Fushimi-Inari, seguramente uno de los templos más atractivos de Kioto. Se encuentra a las afueras de la ciudad, pero se puede llegar fácilmente con la línea Nara de JR. La estación de Inari está a solo tres o cuatro paradas desde la estación central de Kioto.
El Fushimi-Inari, también se conoce como el templo del millón de torii, las características puertas japonesas presentes en todos los santuarios sintoístas. Quizás no lleguen al millón, pero en el Fushimi-Inari hay miles y miles de torii de color rojo a lo largo de un sendero de cuatro kilómetros que serpentea por una montaña.
Para completar el sendero a través de este increíble túnel de torii hay que ejercitar un poco las piernas porque obliga a subir y bajar muchas escaleras y pendientes. A lo largo del recorrido se podrán contemplar pequeños altares y montones de estatuas de zorros, animal que representa al mensajero del dios Inari, al que está dedicado este peculiar santuario.
Estación de Inari.
Primera torii, antes de entrar en el Fushimi-Inari.
Aquí empieza el camino de 4 km a través de las torii.
Recorriendo las miles de torii del Fushimi-Inari.
Vista del camino de torii serpenteando por el bosque.
Todas las torii tienen mensajes grabados.
El camino de torii sube y baja por una montaña.
Los zorros son el símbolo del Fushimi-Inari.
Otra vista del interminable camino de torii.
Para completar el recorrido hay que subir muchas escaleras.
Vistas de Kioto desde el Fushimi-Inari.
En Kioto nos alojamos en el hotel Almont. La habitación doble, sin desayuno, nos costó 80 dólares por noche. El hotel, con wifi gratis y un buen onsen, es nuevo y está muy bien, pero su situación es pésima, al sur de la estación central, lo que obliga a cruzar el gigantesco edificio para llegar a cualquier punto de interés. La otra opción es coger un autobús.
Es recomendable reservar con antelación porque en Kioto los hoteles económicos bien situados suelen llenarse muy pronto. De lo contrario habrá que rascarse el bolsillo o alejarse del centro, como nos ocurrió a nosotros.
Moverse por Kioto tampoco es tan sencillo como en Tokio porque la red de metro es muy limitada y el principal medio de transporte es el autobús. Enfrente de la estación central hay una oficina donde se pueden comprar bonos diarios de autobús por 500 yenes (5 dólares). El billete sencillo cuesta 230 yenes. También tienen mapas gratuitos muy prácticos con todas las líneas de bus de la ciudad.
Un último consejo para visitar en Kioto es descartar visitas. La ciudad tiene más de mil templos y es imposible visitarlos todos, así que habrá que hacer una selección. Mirando en guías o en internet se pueden preparar rutas para aprovechar el tiempo al máximo sin sufrir un empacho de templos. A nosotros, además de los barrios de Gion y de Pontocho, los lugares que más nos gustaron fueron los siguientes:
- Fushimi-Inari
- Bosque de bambúes de Arashiyama
- Pabellón Dorado
- Castillo Nijo-ji
- Kiyomizu-dera
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