Niza y Mónaco
Niza es la capital del departamento francés de los Alpes Marítimos y una de las principales ciudades de Francia, con más de 300.000 habitantes en el núcleo urbano y cerca de un millón en el área metropolitana. El aeropuerto de Niza es el más transitado del país después de los dos grandes aeródromos parisinos, Charles de Gaulle y Orly, y sirve como principal puerta de entrada a la Costa Azul, un destino que atrae a millones de turistas todos los años.
Situada a escasos 35 km de la frontera italiana, Niza forma parte de Francia desde hace relativamente muy poco, solo unos 150 años, ya que no fue anexionada por el imperio francés hasta 1860 bajo el mandato de Napoleón III. Sus raíces italianas siguen estando muy presentes hoy día, como se puede apreciar, por ejemplo, en la gastronomía local, con una amplia variedad de platos hechos con raviolis, gnocchis u otros tipos de pasta.
Solo hay que tener en cuenta que el líder de la unificación italiana Giuseppe Garibaldi nació en Niza y da nombre a una de las principales plazas del centro histórico de la ciudad. No obstante, Niza también conserva sus propias raíces, porque el condado de Niza gozó siempre de cierta autonomía y tiene, incluso, su propio idioma, el nizardo, un dialecto del occitano que todavía puede leerse en los nombres de algunas calles.
Aunque Niza es una ciudad muy extensa, el centro histórico es pequeño y perfectamente abarcable a pie. Está formado por un entramado de estrechas callejuelas y diminutas plazas, que desprenden un intenso aroma mediterráneo, con coloridas fachadas envejecidas por la brisa marina y contraventanas de madera protegiendo los cristales de los edificios.
La rue Rossetti o la rue de la Boucherie son algunas de las calles más pintorescas del centro histórico, aunque el laberinto de callejuelas invita a perderse sin mapa para disfrutar de todos sus rincones. Por toda la ciudad vieja se pueden encontrar bares y restaurantes con terrazas muy agradables para tomar algo. Una de ellas es la animada plaza de la catedral de Sainte-Réparate, templo construido en el siglo XVII en estilo barroco.
La Vieja Niza (Vieux Nice) se levanta al abrigo de una colina de casi 100 metros de altura, conocida como la colina del castillo (Colline du Chateau) porque en lo alto se pueden ver los restos de una antigua fortaleza del siglo XII. Toda la colina es un frondoso parque muy agradable para pasear en el que destaca una refrescante cascada artificial en lo alto. Las panorámicas del puerto y de la ciudad vieja desde los miradores de la colina son magníficas. Vale la pena subir a pie, aunque también se puede coger un ascensor público. Al otro lado de la colina del castillo se encuentra el puerto de Niza, plagado de yates y embarcaciones de recreo.
Otro lugar emblemático es la plaza Massena, auténtico corazón de Niza, en la que destacan las siete esculturas del artista español Jaume Plensa. Son siete figuras humanas pensativas encaramadas en lo alto de enormes mástiles, que por las noches se iluminan y van cambiando de color.
La plaza Massena, atravesada por los modernos tranvías de Niza, está rodeada en su extremo norte por bonitos edificios con soportales. Desde esta plaza parte la avenida Jean-Médecin, una de las principales arterias de la ciudad, y la promenade du Paillon, un amplio paseo arbolado con fuentes y jardines, que abraza el centro histórico.
Pero si por algo es conocida Niza es por la playa, que, aunque está formada por gruesas piedras, ha sido lugar de recreo para la alta sociedad europea desde principios de siglo. Actualmente ha perdido parte de su antiguo elitismo, pero paseando por el paseo marítimo, el paseo de los Ingleses (promenade des Anglais), todavía pueden observarse las lujosas fachadas de algunos hoteles o teatros históricos, que conviven con los inevitables McDonald's o Starbucks.
La playa de Niza, que se extiende a lo largo de varios kilómetros, sigue estando muy concurrida y la transparente agua del Mediterráneo invita a darse un chapuzón. Muchos tramos de playa están ocupados por las sombrillas de los hoteles o de restaurantes a pie de playa.
Niza también puede presumir de dos pinacotecas de primer orden, como son el Museo Chagall y el Museo Matisse, además de un excelente museo de arte contemporáneo, el MAMAC, que de sus obras destaca la famosa lata de sopa Campbells de Andy Warhol. El Chagall y el Matisse están algo alejados del centro, pero el MAMAC está junto a la plaza Garibaldi.
La gastronomía es otro de los grandes atractivos de Niza. Además de los mencionados platos de pasta, reminiscencia de su pasado italiano, destaca la ensalada nizarda, elaborada con anchoas, pimiento y huevo entre otros muchos ingredientes. Otro plato clásico es la socca, una especie de crep realizado con harina de garbanzos, que combina perfectamente con ensaladas. El restaurante L'Abbaye, al lado de la catedral, es un buen lugar para comer bueno, bonito y barato. En el Mercado de las Flores también se pueden encontrar decenas de restaurantes con terraza, ideales para probar marisco.
En Niza los hoteles céntricos son caros, así que no queda más remedio que alejarse del centro o ahorrar en calidad del establecimiento. Nosotros nos quedamos en el hostel Villa Saint Exupéry Beach, el clásico hostel ruidoso repleto de adolescentes y viajes de fin de curso, pero muy bien situado a escasos metros de la plaza Massena.
Las habitaciones privadas están en un edificio anexo y son más silenciosas, pero el wifi del hotel apenas llega y funciona bastante mal. La doble con baño privado nos costó 56 euros. El desayuno está incluido, pero te lo tienes que preparar tú mismo y fregar luego los utensilios.
Para ir y volver del aeropuerto se puede coger el autobús número 98, que llega hasta las terminales y cuesta 6 euros. Este autobús, sin embargo, está enfocado a los turistas porque el autobús número 52 para al lado del aeropuerto y cuesta solo 1,5 euros. Este es el bus que suelen coger los nizardos. Los dos paran cerca de la plaza Massena.
Situada a escasos 35 km de la frontera italiana, Niza forma parte de Francia desde hace relativamente muy poco, solo unos 150 años, ya que no fue anexionada por el imperio francés hasta 1860 bajo el mandato de Napoleón III. Sus raíces italianas siguen estando muy presentes hoy día, como se puede apreciar, por ejemplo, en la gastronomía local, con una amplia variedad de platos hechos con raviolis, gnocchis u otros tipos de pasta.
Solo hay que tener en cuenta que el líder de la unificación italiana Giuseppe Garibaldi nació en Niza y da nombre a una de las principales plazas del centro histórico de la ciudad. No obstante, Niza también conserva sus propias raíces, porque el condado de Niza gozó siempre de cierta autonomía y tiene, incluso, su propio idioma, el nizardo, un dialecto del occitano que todavía puede leerse en los nombres de algunas calles.
Aunque Niza es una ciudad muy extensa, el centro histórico es pequeño y perfectamente abarcable a pie. Está formado por un entramado de estrechas callejuelas y diminutas plazas, que desprenden un intenso aroma mediterráneo, con coloridas fachadas envejecidas por la brisa marina y contraventanas de madera protegiendo los cristales de los edificios.
La rue Rossetti o la rue de la Boucherie son algunas de las calles más pintorescas del centro histórico, aunque el laberinto de callejuelas invita a perderse sin mapa para disfrutar de todos sus rincones. Por toda la ciudad vieja se pueden encontrar bares y restaurantes con terrazas muy agradables para tomar algo. Una de ellas es la animada plaza de la catedral de Sainte-Réparate, templo construido en el siglo XVII en estilo barroco.
La Vieja Niza (Vieux Nice) se levanta al abrigo de una colina de casi 100 metros de altura, conocida como la colina del castillo (Colline du Chateau) porque en lo alto se pueden ver los restos de una antigua fortaleza del siglo XII. Toda la colina es un frondoso parque muy agradable para pasear en el que destaca una refrescante cascada artificial en lo alto. Las panorámicas del puerto y de la ciudad vieja desde los miradores de la colina son magníficas. Vale la pena subir a pie, aunque también se puede coger un ascensor público. Al otro lado de la colina del castillo se encuentra el puerto de Niza, plagado de yates y embarcaciones de recreo.
Otro lugar emblemático es la plaza Massena, auténtico corazón de Niza, en la que destacan las siete esculturas del artista español Jaume Plensa. Son siete figuras humanas pensativas encaramadas en lo alto de enormes mástiles, que por las noches se iluminan y van cambiando de color.
La plaza Massena, atravesada por los modernos tranvías de Niza, está rodeada en su extremo norte por bonitos edificios con soportales. Desde esta plaza parte la avenida Jean-Médecin, una de las principales arterias de la ciudad, y la promenade du Paillon, un amplio paseo arbolado con fuentes y jardines, que abraza el centro histórico.
Plaza Massena, con las esculturas de Jaume Plensa.
Fuentes en un lateral de la plaza Massena.
Las fuentes, ahora sin agua.
Estatua de Neptuno en la Plaza Massena.
El paseo de la Promenade du Paillon bordea el centro histórico.
Cafés en la plaza Garibaldi.
Una calle de la Vieux Nice.
Otra callejuela de la Vieux Nice.
Callejuela del casco histórico.
Plaza de la catedral.
Ropa tendida y contraventanas de madera en la vieja Niza.
Otro bonito rincón de la Vieux Nice.
Paseando por la vieja Niza.
Pintorescas escaleras en un rincón del casco antiguo.
Mercado de las Flores.
Las terrazas de los restaurantes se amontonan en el mercado de las Flores.
El mercado de las Flores, por la mañana.
Tomates y verduras en el mercado de las Flores.
Subiendo hacia la colina del castillo.
Cascada en la colina del castillo.
Panorámica del centro histórico desde la colina del castillo.
El puerto de Niza, visto desde la colina del castillo.
Iglesia de Notre Dame du Port, en el puerto de Niza.
Pero si por algo es conocida Niza es por la playa, que, aunque está formada por gruesas piedras, ha sido lugar de recreo para la alta sociedad europea desde principios de siglo. Actualmente ha perdido parte de su antiguo elitismo, pero paseando por el paseo marítimo, el paseo de los Ingleses (promenade des Anglais), todavía pueden observarse las lujosas fachadas de algunos hoteles o teatros históricos, que conviven con los inevitables McDonald's o Starbucks.
La playa de Niza, que se extiende a lo largo de varios kilómetros, sigue estando muy concurrida y la transparente agua del Mediterráneo invita a darse un chapuzón. Muchos tramos de playa están ocupados por las sombrillas de los hoteles o de restaurantes a pie de playa.
La playa de Niza.
La playa de Niza suele estar muy concurrida.
Paseo de los Ingleses de Niza.
Otro vistazo a la playa de Niza.
Sombrillas en la playa de Niza.
Disfrutando del paseo de los Ingleses junto al Mediterráneo.
La pedregosa playa de Niza.
Otra vista de las piedras de la playa.
Tomando el sol.
En la playa hay muchos bares y restaurantes.
Las calles cercanas al paseo marítimo de Niza.
Otra calle cercana a la playa.
Vista de los acantilados que rodean Niza.
Niza también puede presumir de dos pinacotecas de primer orden, como son el Museo Chagall y el Museo Matisse, además de un excelente museo de arte contemporáneo, el MAMAC, que de sus obras destaca la famosa lata de sopa Campbells de Andy Warhol. El Chagall y el Matisse están algo alejados del centro, pero el MAMAC está junto a la plaza Garibaldi.
La gastronomía es otro de los grandes atractivos de Niza. Además de los mencionados platos de pasta, reminiscencia de su pasado italiano, destaca la ensalada nizarda, elaborada con anchoas, pimiento y huevo entre otros muchos ingredientes. Otro plato clásico es la socca, una especie de crep realizado con harina de garbanzos, que combina perfectamente con ensaladas. El restaurante L'Abbaye, al lado de la catedral, es un buen lugar para comer bueno, bonito y barato. En el Mercado de las Flores también se pueden encontrar decenas de restaurantes con terraza, ideales para probar marisco.
En Niza los hoteles céntricos son caros, así que no queda más remedio que alejarse del centro o ahorrar en calidad del establecimiento. Nosotros nos quedamos en el hostel Villa Saint Exupéry Beach, el clásico hostel ruidoso repleto de adolescentes y viajes de fin de curso, pero muy bien situado a escasos metros de la plaza Massena.
Las habitaciones privadas están en un edificio anexo y son más silenciosas, pero el wifi del hotel apenas llega y funciona bastante mal. La doble con baño privado nos costó 56 euros. El desayuno está incluido, pero te lo tienes que preparar tú mismo y fregar luego los utensilios.
Para ir y volver del aeropuerto se puede coger el autobús número 98, que llega hasta las terminales y cuesta 6 euros. Este autobús, sin embargo, está enfocado a los turistas porque el autobús número 52 para al lado del aeropuerto y cuesta solo 1,5 euros. Este es el bus que suelen coger los nizardos. Los dos paran cerca de la plaza Massena.
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