Mónaco
Panorámica de Mónaco.
Con apenas cinco kilómetros de costa, el Principado de Mónaco es el segundo país más pequeño del mundo, solo por delante del Vaticano, y la mayor apología del lujo que puede encontrarse en la Costa Azul. Su condición de paraíso fiscal atrae como un imán a las grandes fortunas del planeta y entre sus ciudadanos destacan ilustres deportistas, actores o, simplemente, grandes empresarios deseosos de no pagar ni un duro por sus elevados patrimonios.
Esa altísima concentración de millonarios ha sido un reclamo para las grandes firmas de la alta costura, las joyerías más caras y las sucursales bancarias, que han ido instalándose en las calles de este diminuto país. También están presentes en Mónaco los concesionarios de todas las marcas de coches de lujo, convertidos prácticamente en un icono del Principado. Paseando por las calles de Montecarlo, la zona más chic de Mónaco, es difícil no toparse con un Ferrari, un Lamborghini o un Aston Martin aparcado en un paso de cebra.
Y es que el mundo del motor está íntimamente ligado a Mónaco desde principios del siglo XX, cuando sus calles organizaron las primeras competiciones automovilísticas. Actualmente, siguen siendo el escenario de un Gran Premio de Fórmula 1 y del Rally de Montecarlo, entre otras muchas carreras.
Nosotros visitamos Mónaco en la semana previa al Gran Premio de Fórmula 1 y el circuito ya estaba montado en las calles porque, además, ese fin de semana se estaba celebrando una competición de monoplazas históricos. Para los amantes del automovilismo, recorrer a pie el circuito de Mónaco es toda una experiencia, paseando por curvas míticas como Loews, la Rascasse, Santa Devota o atravesando su famoso túnel.
Aunque la infraestructura del circuito restringe el tráfico a coches y peatones durante casi todo el día, cuando este se abre al público, a partir de las siete de la tarde, todo el mundo puede lanzarse a recorrer su emblemático trazado o pasear por el puerto, que hasta ese momento ha permanecido inaccesible. Es curioso ver cómo los bares, discotecas y restaurantes del puerto montan rápidamente sus terrazas sobre la misma pista que durante el día ha servido de escenario a los coches de carreras.
Paseando por el puerto deportivo, conocido como Port Hercule, puede contemplarse también otro icono de Mónaco: los yates. Las embarcaciones más lujosas y ostentosas del Mediterráneo suelen atracar aquí y sus cubiertas se convierten en privilegiadas gradas para disfrutar de las competiciones automovilísticas.
El casino de Montecarlo es otro exponente del lujo monegasco y una de las principales fuentes de ingresos del país (entrada: 10 euros). El casino está en el interior de un pomposo edificio del siglo XIX, que se levanta en el distrito de Montecarlo, donde se encuentran los hoteles y las tiendas más caras.
Otro distrito adinerado de Mónaco es Larvotto, donde se halla la única playa pública del Principado. Es una pequeña franja de arena de unos 500 metros, que se extiende bajo elevados bloques de apartamentos en el extremo oriental de la ciudad-estado.
Mónaco también tiene su centro histórico, conocido como Mónaco-Ville, levantado en lo alto de una pequeña península que se adentra en el Mediterráneo. Es una de las zonas más interesantes para visitar, con fabulosas vistas del puerto y de las montañas que rodean el Principado.
Este centro histórico, formado por pintorescas callejuelas y pequeñas plazoletas, se encuentra en el interior de un recinto amurallado en el que también se erige el Palacio Grimaldi, residencia oficial de los príncipes de Mónaco.
Otro lugar destacado de esta zona vieja es la catedral, del siglo XIX, en cuyo interior están enterrados los soberanos de Mónaco, entre ellos Grace Kelly y Rainiero III. Imágenes históricas de Grace Kelly, seguramente la princesa más famosa del país, están expuestas en algunas calles.
Pero el edificio más imponente del centro histórico es, sin duda, el museo Oceanográfico, construido en 1910 sobre un acantilado, que parece desafiar las leyes de la gravedad. Este edificio da la bienvenida a los barcos que atracan en Mónaco y en su interior alberga uno de los mayores acuarios de Europa (entrada: 14 euros).
Para llegar a Mónaco desde Niza se puede coger un tren que tarda 20 minutos (3,8 euros). La estación de trenes de Mónaco está en la parte alta de la ciudad, aunque un ascensor la comunica con la zona del puerto. Por toda la ciudad hay ascensores públicos que salvan la orografía del terreno y es que Mónaco se encuentra aprisionado entre las montañas de los Alpes Marítimos y el Mediterráneo. Casi todas sus calles son cuestas o tienen escaleras y el tráfico en el centro suele ser intenso durante todo el día, lo que puede provocar cierta sensación de claustrofobia.
Otra forma de llegar a Mónaco mucho más glamurosa es en helicóptero. Como el Principado carece de aeropuerto, desde el cercano aeródromo de Niza hay un servicio de helicópteros que traslada a los pasajeros directamente hasta el helipuerto de Fontvieille, en el extremo occidental de la ciudad.
Esa altísima concentración de millonarios ha sido un reclamo para las grandes firmas de la alta costura, las joyerías más caras y las sucursales bancarias, que han ido instalándose en las calles de este diminuto país. También están presentes en Mónaco los concesionarios de todas las marcas de coches de lujo, convertidos prácticamente en un icono del Principado. Paseando por las calles de Montecarlo, la zona más chic de Mónaco, es difícil no toparse con un Ferrari, un Lamborghini o un Aston Martin aparcado en un paso de cebra.
Y es que el mundo del motor está íntimamente ligado a Mónaco desde principios del siglo XX, cuando sus calles organizaron las primeras competiciones automovilísticas. Actualmente, siguen siendo el escenario de un Gran Premio de Fórmula 1 y del Rally de Montecarlo, entre otras muchas carreras.
Nosotros visitamos Mónaco en la semana previa al Gran Premio de Fórmula 1 y el circuito ya estaba montado en las calles porque, además, ese fin de semana se estaba celebrando una competición de monoplazas históricos. Para los amantes del automovilismo, recorrer a pie el circuito de Mónaco es toda una experiencia, paseando por curvas míticas como Loews, la Rascasse, Santa Devota o atravesando su famoso túnel.
Aunque la infraestructura del circuito restringe el tráfico a coches y peatones durante casi todo el día, cuando este se abre al público, a partir de las siete de la tarde, todo el mundo puede lanzarse a recorrer su emblemático trazado o pasear por el puerto, que hasta ese momento ha permanecido inaccesible. Es curioso ver cómo los bares, discotecas y restaurantes del puerto montan rápidamente sus terrazas sobre la misma pista que durante el día ha servido de escenario a los coches de carreras.
Paseando por el puerto deportivo, conocido como Port Hercule, puede contemplarse también otro icono de Mónaco: los yates. Las embarcaciones más lujosas y ostentosas del Mediterráneo suelen atracar aquí y sus cubiertas se convierten en privilegiadas gradas para disfrutar de las competiciones automovilísticas.
El casino de Montecarlo es otro exponente del lujo monegasco y una de las principales fuentes de ingresos del país (entrada: 10 euros). El casino está en el interior de un pomposo edificio del siglo XIX, que se levanta en el distrito de Montecarlo, donde se encuentran los hoteles y las tiendas más caras.
Otro distrito adinerado de Mónaco es Larvotto, donde se halla la única playa pública del Principado. Es una pequeña franja de arena de unos 500 metros, que se extiende bajo elevados bloques de apartamentos en el extremo oriental de la ciudad-estado.
Puerto deportivo de Mónaco.
Los edificios se amontonan en las colinas de Mónaco.
Una calle del centro de Mónaco.
Casi todas las calles son cuestas.
Escaleras para llegar a algunas casas.
Calle peatonal con terrazas en el centro.
Plaza de Armas, una de las más bonitas de Mónaco.
Otra calle del centro.
Calle cortada al tráfico por la carrera de monoplazas históricos.
Hotel Hermitage, en Montecarlo, uno de los más lujosos del Principado.
Bugatti aparcado en la puerta del hotel Hermitage.
Ferrari en un paso de cebra de Montecarlo.
Maserati en otra calle de Montecarlo.
Centro comercial Le Metropole, en Montecarlo.
Casino de Montecarlo, al atardecer.
Paseo marítimo en el barrio de Larvotto.
Playa de Larvotto, vacía por el mal tiempo.
Aquí se han reunido unos cuantos Ferrari.
Panorámica del circuito de Mónaco desde la ciudad vieja.
Detalle de la zona de boxes del circuito.
Parrilla de salida, empezamos a recorrer el circuito de Mónaco.
Curva de Loews, la más famosa del circuito.
Entrada al famoso túnel de Mónaco.
Espectacular pendiente del circuito antes de llegar al puerto.
El circuito entra en el puerto de Mónaco.
Paseando por la zona del puerto.
Los bares montan terrazas en la pista del circuito cuando se terminan las carreras.
Más terrazas sobre la pista del circuito de Mónaco.
Mónaco también tiene su centro histórico, conocido como Mónaco-Ville, levantado en lo alto de una pequeña península que se adentra en el Mediterráneo. Es una de las zonas más interesantes para visitar, con fabulosas vistas del puerto y de las montañas que rodean el Principado.
Este centro histórico, formado por pintorescas callejuelas y pequeñas plazoletas, se encuentra en el interior de un recinto amurallado en el que también se erige el Palacio Grimaldi, residencia oficial de los príncipes de Mónaco.
Otro lugar destacado de esta zona vieja es la catedral, del siglo XIX, en cuyo interior están enterrados los soberanos de Mónaco, entre ellos Grace Kelly y Rainiero III. Imágenes históricas de Grace Kelly, seguramente la princesa más famosa del país, están expuestas en algunas calles.
Pero el edificio más imponente del centro histórico es, sin duda, el museo Oceanográfico, construido en 1910 sobre un acantilado, que parece desafiar las leyes de la gravedad. Este edificio da la bienvenida a los barcos que atracan en Mónaco y en su interior alberga uno de los mayores acuarios de Europa (entrada: 14 euros).
Subiendo a la ciudad vieja de Mónaco-Ville.
Entrando en la ciudad vieja, un recinto amurallado.
Panorámica desde la ciudad vieja.
Vistas inmejorables del circuito desde la ciudad vieja.
Palacio Grimaldi.
Guardia en la puerta del Palacio Grimaldi.
La ciudad vieja de Mónaco.
Atractivos restaurantes en la ciudad vieja.
Catedral de Mónaco.
Otra callejuela de la ciudad vieja.
Una agradable plaza.
Seguimos paseando por la ciudad vieja de Mónaco.
En el extremo de la ciudad vieja se encuentra el museo Oceanográfico.
El palacio Grimaldi, en lo alto, visto desde Fontvieille, el segundo puerto de Mónaco.
Un yate entrando al puerto de Fontvieille, construido sobre terreno ganado al mar.
El yate en la puerta de casa, en Fontvieille.
Puerto de Fontvieille.
Estadio del Mónaco, en el barrio de Fontvieille.
El estadio se levanta en el límite occidental de Mónaco. La acera de la derecha ya pertenece a Francia.
Para llegar a Mónaco desde Niza se puede coger un tren que tarda 20 minutos (3,8 euros). La estación de trenes de Mónaco está en la parte alta de la ciudad, aunque un ascensor la comunica con la zona del puerto. Por toda la ciudad hay ascensores públicos que salvan la orografía del terreno y es que Mónaco se encuentra aprisionado entre las montañas de los Alpes Marítimos y el Mediterráneo. Casi todas sus calles son cuestas o tienen escaleras y el tráfico en el centro suele ser intenso durante todo el día, lo que puede provocar cierta sensación de claustrofobia.
Otra forma de llegar a Mónaco mucho más glamurosa es en helicóptero. Como el Principado carece de aeropuerto, desde el cercano aeródromo de Niza hay un servicio de helicópteros que traslada a los pasajeros directamente hasta el helipuerto de Fontvieille, en el extremo occidental de la ciudad.
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