Salamina
Alquilamos un coche en la zona turcochipriota de Nicosia con la compañía Sun Rent-a-car. Nos dieron un viejo Hyunday Atos, con cambio automático y volante a la izquierda, que nos costó 45 euros por dos días. Antes de abandonar la capital chipriota cambiamos unos cuantos euros en liras turcas, la moneda oficial de la República Turca del Norte de Chipre.
Nuestro primer destino fue las ruinas de la antigua ciudad de Salamina, a unos 70 kilómetros de Nicosia. Ya desde la Edad de Bronce, allá por el siglo XI a. c., se habitó este puerto del Mediterráneo, cuyos restos arqueológicos son hoy día los más importantes de Chipre.
Durante la época griega, Salamina creció y se convirtió en un importante centro comercial, pero fue siempre objeto de deseo del poderoso Imperio Persa, lo que provocó numerosas batallas por controlarla. Siglos después la ciudad pasó a formar parte de los imperios Romano y Bizantino.
Los edificios mejor conservados son casi todos de esa época romana. Destaca el teatro, los baños o el gimnasio. También se mantienen en pie muchas columnas rodeando la antigua ágora griega. De la época bizantina se conservan algunos mosaicos y restos de viejas basílicas. La entrada a las ruinas de Salamina cuesta 4 euros.
Después de visitar las ruinas y de comer unos bocadillos junto al mar, fuimos a visitar el Castillo de Kantara, una fortaleza levantada en lo alto de una montaña por los bizantinos para defender la isla de los ataques árabes. Las vistas desde sus 630 m de altitud son espectaculares. En invierno no hay que pagar entrada.
Tras recorrer los restos de esta fortaleza medieval se nos echó el tiempo encima, porque en Chipre anochece muy pronto en diciembre (sobre las 16.30 h), así que nos tocó buscar alojamiento. Nos quedamos en el Bogaz Hotel, en el pueblo de Bogaz, una pequeña villa junto al mar. La habitación doble con baño y wifi nos costó 50 euros. Es un vetusto hotel al lado de la playa, con piscina y varios restaurantes junto al mar, que en verano quizás esté animado. Esa noche estaba desierto.
Enormes banderas de Turquía y de la República Turcochipriota decoran la montaña, a la salida de Nicosia.
Nuestro primer destino fue las ruinas de la antigua ciudad de Salamina, a unos 70 kilómetros de Nicosia. Ya desde la Edad de Bronce, allá por el siglo XI a. c., se habitó este puerto del Mediterráneo, cuyos restos arqueológicos son hoy día los más importantes de Chipre.
Durante la época griega, Salamina creció y se convirtió en un importante centro comercial, pero fue siempre objeto de deseo del poderoso Imperio Persa, lo que provocó numerosas batallas por controlarla. Siglos después la ciudad pasó a formar parte de los imperios Romano y Bizantino.
Los edificios mejor conservados son casi todos de esa época romana. Destaca el teatro, los baños o el gimnasio. También se mantienen en pie muchas columnas rodeando la antigua ágora griega. De la época bizantina se conservan algunos mosaicos y restos de viejas basílicas. La entrada a las ruinas de Salamina cuesta 4 euros.
Columnas corintias en las ruinas de Salamina.
Todavía se conservan algunos mosaicos.
Excursión de un colegio en el teatro de Salamina.
Calzada romana.
Las ruinas están muy cerca del mar.
Algunas estatuas se mantienen en pie.
Nuestro deportivo, aparcado en las ruinas de Salamina.
Después de visitar las ruinas y de comer unos bocadillos junto al mar, fuimos a visitar el Castillo de Kantara, una fortaleza levantada en lo alto de una montaña por los bizantinos para defender la isla de los ataques árabes. Las vistas desde sus 630 m de altitud son espectaculares. En invierno no hay que pagar entrada.
Castillo de Kantara.
Torreón del castillo de Kantara.
Magníficas vistas desde lo alto del castillo.
Paisaje semi-árido en el norte de Chipre.
Tras recorrer los restos de esta fortaleza medieval se nos echó el tiempo encima, porque en Chipre anochece muy pronto en diciembre (sobre las 16.30 h), así que nos tocó buscar alojamiento. Nos quedamos en el Bogaz Hotel, en el pueblo de Bogaz, una pequeña villa junto al mar. La habitación doble con baño y wifi nos costó 50 euros. Es un vetusto hotel al lado de la playa, con piscina y varios restaurantes junto al mar, que en verano quizás esté animado. Esa noche estaba desierto.
Playa del hotel Bogaz, al amanecer.
Gran reportaje el que nos traes y muy interesante, la verdad es que las imagenes son preciosas
ResponderEliminarun abrazo
Increíbles fotos.
ResponderEliminarHola Bleid y David. Muchas gracias por vuestros comentarioas. Abrazos!!
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