Innsbruck
Para ir a Innsbruck fuimos por autopista, una ruta que atraviesa Alemania durante unos 100 km antes de volver a cruzar la frontera con Austria. La capital del Tirol, situada a los pies de los Alpes, es una bonita ciudad que combina a la perfección presente y futuro. Las calles medievales de su centro histórico conviven con las modernas instalaciones para la práctica de deportes de invierno. No en vano, Innsbruck ha sido dos veces sede de los Juegos Olímpicos de Invierno.
Las callejuelas de su pintoresco casco antiguo, junto a las aguas del río Inn, son acogedoras y fáciles de recorrer a pie. La calle Herzog-Friedrich Strasse, flanqueada por esbeltas arcadas de piedra, es la principal vía comercial y puerta de entrada a la torre Stadtturm, que ofrece espléndidas vistas desde sus 51 metros de altura. Otros puntos destacados son el Palacio Hofburg y la catedral de St. Jakob, exageradamente decorada en su interior. Casi todas las callejuelas del centro se convierten en un mercado navideño en esta época del año.
La ribera del Inn es otro buen lugar para pasear contemplando las coloridas fachadas, que se amontonan al otro lado del río bajo la atenta mirada de los Alpes nevados. Al abandonar el casco antiguo vale la pena recorrer el paseo de María Teresa, con otro tradicional mercado navideño, y centro neurálgico de la ciudad. En el centro del paseo se levanta la columna de Santa Ana, del siglo XVIII.
Más lejos del centro se encuentra el Palacio Ambras, residencia de los emperadores austriacos durante sus visitas al Tirol, que cuenta con unos frondosos jardines para pasear por donde campan a sus anchas bonitos pavos reales.
Para cambiar de aires se puede acudir al Bergisel, un trampolín de saltos de esquí diseñado por la arquitecta iraquí Zaha Hadid, que ofrece las mejores panorámicas de Innsbruck con los Alpes de fondo. También se puede coger el futurista funicular Hungerburgbahn, obra de la misma arquitecta, que asciende a más de 2.000 metros en 20 minutos. Hay que preparar la cartera para probar estas dos atracciones de Zaha Hadid.
Desde Innsbruck también se puede hacer una escapada al pueblo de Hall in Tirol, a escasos diez kilómetros de la ciudad. Es una bonita aldea medieval con calles adoquinadas y casas de piedra. Muy agradable para dar un paseo.
En Innsbruck nos alojamos en el hotel Gasthof Innbrucke, muy bien situado junto al río Inn. La doble con baño compartido, desayuno y párking nos costó 65 euros.
Las callejuelas de su pintoresco casco antiguo, junto a las aguas del río Inn, son acogedoras y fáciles de recorrer a pie. La calle Herzog-Friedrich Strasse, flanqueada por esbeltas arcadas de piedra, es la principal vía comercial y puerta de entrada a la torre Stadtturm, que ofrece espléndidas vistas desde sus 51 metros de altura. Otros puntos destacados son el Palacio Hofburg y la catedral de St. Jakob, exageradamente decorada en su interior. Casi todas las callejuelas del centro se convierten en un mercado navideño en esta época del año.
La ribera del Inn es otro buen lugar para pasear contemplando las coloridas fachadas, que se amontonan al otro lado del río bajo la atenta mirada de los Alpes nevados. Al abandonar el casco antiguo vale la pena recorrer el paseo de María Teresa, con otro tradicional mercado navideño, y centro neurálgico de la ciudad. En el centro del paseo se levanta la columna de Santa Ana, del siglo XVIII.
Más lejos del centro se encuentra el Palacio Ambras, residencia de los emperadores austriacos durante sus visitas al Tirol, que cuenta con unos frondosos jardines para pasear por donde campan a sus anchas bonitos pavos reales.
Para cambiar de aires se puede acudir al Bergisel, un trampolín de saltos de esquí diseñado por la arquitecta iraquí Zaha Hadid, que ofrece las mejores panorámicas de Innsbruck con los Alpes de fondo. También se puede coger el futurista funicular Hungerburgbahn, obra de la misma arquitecta, que asciende a más de 2.000 metros en 20 minutos. Hay que preparar la cartera para probar estas dos atracciones de Zaha Hadid.
Desde Innsbruck también se puede hacer una escapada al pueblo de Hall in Tirol, a escasos diez kilómetros de la ciudad. Es una bonita aldea medieval con calles adoquinadas y casas de piedra. Muy agradable para dar un paseo.
En Innsbruck nos alojamos en el hotel Gasthof Innbrucke, muy bien situado junto al río Inn. La doble con baño compartido, desayuno y párking nos costó 65 euros.
Preciosa vista de Innsbruck con los Alpes nevados de fondo.
Los rayos de sol se cuelan en la calle Herzog-Friedrich.
Paseando por Herzog-Friedrich.
Otra calle del centro histórico, llena de tiendas.
Bonita callejuela en el casco histórico de Innsbruck.
No podía faltar el tradicional mercado navideño en las calles del centro.
Los imponentes Alpes abrazan Innsbruck.
Panorámica de Innsbruck desde la torre Stadtturm.
La columna de Santa Ana, preside el animado paseo de María Teresa.
Modernos tranvías recorren las calles de Innsbruck.
Pavos reales frente al Palacio de Ambras.
Trampolín de saltos de esquí, todavía sin nieve.
Magnífica calle empedrada en el pueblo de Hall in Tirol.
Calle empinada en Hall in Tirol.
Paseando por el pueblo de Hall.
Otra calle de Hall in Tirol.
Un tirolés de piedra en Hall in Tirol.
Bonita fachada en Hall.
Los porticones de las ventanas están pintados con la bandera austriaca.
Otra bonita calle de Hall in Tirol.
Anocheciendo en Innsbruck.
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