Bratislava (Eslovaquia)
Para ir a Bratislava fuimos a la estación Sudbahnhof de Viena para coger el tren, que tarda unos 70 minutos. Sale uno prácticamente cada hora conectando ambas capitales. El billete de ida y vuelta cuesta diez euros y es muy útil porque también te sirve para moverte en transporte público por Bratislava durante 24 horas. Desde que Eslovaquia entró en la Unión Europea el tren no se detiene en la frontera y no hay que mostrar ningún tipo de documentación. Al llegar a la estación de Bratislava se puede coger el autobús 93 o el tranvía 13 para llegar al centro.
Bratislava se levanta a ambas orillas del Danubio y su pintoresco centro histórico está protegido por una colina de casi 100 metros coronada por el castillo de la ciudad. Las cuatro torres de esta fortaleza son reconocibles desde cualquier punto de la capital y en su interior albergan un museo. Desde la Edad Media se levanta en esta colina un bastión defensivo, aunque el actual castillo es una reconstrucción de 1950.
Desde el Castillo de Bratislava se obtienen las mejoras panorámicas de la ciudad. Se pueden ver las coloridas callejuelas del centro histórico desparramándose a los pies de la colina y al otro lado del Danubio se divisan los enormes bloques de hormigón de la época comunista. También llama la atención el puente Novy Most, una joya soviética de 1972 con forma de platillo volador que cruza el Danubio. En lo alto hay un restaurante mirador.
Ya en el centro histórico vale la pena perderse por sus callejuelas peatonales y en verano disfrutar de una cerveza en las terrazas de los bares. En esta época del año las terracitas dejan paso a un magnífico mercado navideño en la plaza del Ayuntamiento. Es un mercado tradicional donde los puestecillos con adornos y parafernalia navideña conviven con puestos de comida, ideales para un tentempié de salchicha u otras delicias eslovacas. El punch, vino caliente, también está presente en todos los rincones. Este mercadillo está siempre muy concurrido y al caer la noche cantan villancicos en un escenario.
Pero el edificio más emblemático del centro histórico es la catedral de San Martín, construida en el siglo XV en una mezcla de estilos gótico y nórdico. Fue lugar de coronación para los reyes de Hungría durante varios siglos y su torre de 85 metros sirvió también como baluarte defensivo de la ciudad.
Curiosas estatuas como la de un obrero saliendo de una alcantarilla o la de un paparazzi agazapado tras una esquina adornan el paseo por las callejuelas del centro. La estatua de la alcantarilla nos sorprendió porque es idéntica a una que vimos en la ciudad siberiana de Omsk durante nuestro viaje en el Transiberiano. La Puerta de San Miguel, otro icono de la ciudad del siglo XVIII, es la principal entrada al centro histórico.
Fuera del casco antiguo se puede pasear por la ribera del Danubio pasando por el bonito edificio del Teatro Nacional, del siglo XIX, y deleitarse con el neobarroco Palacio Reduta, hogar de la Filarmónica de Eslovaquia.
También destaca el Monumento al Levantamiento Nacional Eslovaco, una buena dosis de realismo soviético que conmemora la victoria frente al nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Cerca del conjunto escultórico está la calle Obchodna, la más comercial de la ciudad, repleta de tiendas y atravesada por tranvías.
El restaurante Prasna Basta, en pleno centro histórico, es muy recomendable para cenar. Es una antigua y acogedora taberna eslovaca con buena comida y precios no excesivamente caros. Después de pegarnos la gran comilona fuimos a la estación de trenes para regresar a Viena.
Bratislava se levanta a ambas orillas del Danubio y su pintoresco centro histórico está protegido por una colina de casi 100 metros coronada por el castillo de la ciudad. Las cuatro torres de esta fortaleza son reconocibles desde cualquier punto de la capital y en su interior albergan un museo. Desde la Edad Media se levanta en esta colina un bastión defensivo, aunque el actual castillo es una reconstrucción de 1950.
Desde el Castillo de Bratislava se obtienen las mejoras panorámicas de la ciudad. Se pueden ver las coloridas callejuelas del centro histórico desparramándose a los pies de la colina y al otro lado del Danubio se divisan los enormes bloques de hormigón de la época comunista. También llama la atención el puente Novy Most, una joya soviética de 1972 con forma de platillo volador que cruza el Danubio. En lo alto hay un restaurante mirador.
Ya en el centro histórico vale la pena perderse por sus callejuelas peatonales y en verano disfrutar de una cerveza en las terrazas de los bares. En esta época del año las terracitas dejan paso a un magnífico mercado navideño en la plaza del Ayuntamiento. Es un mercado tradicional donde los puestecillos con adornos y parafernalia navideña conviven con puestos de comida, ideales para un tentempié de salchicha u otras delicias eslovacas. El punch, vino caliente, también está presente en todos los rincones. Este mercadillo está siempre muy concurrido y al caer la noche cantan villancicos en un escenario.
Pero el edificio más emblemático del centro histórico es la catedral de San Martín, construida en el siglo XV en una mezcla de estilos gótico y nórdico. Fue lugar de coronación para los reyes de Hungría durante varios siglos y su torre de 85 metros sirvió también como baluarte defensivo de la ciudad.
Curiosas estatuas como la de un obrero saliendo de una alcantarilla o la de un paparazzi agazapado tras una esquina adornan el paseo por las callejuelas del centro. La estatua de la alcantarilla nos sorprendió porque es idéntica a una que vimos en la ciudad siberiana de Omsk durante nuestro viaje en el Transiberiano. La Puerta de San Miguel, otro icono de la ciudad del siglo XVIII, es la principal entrada al centro histórico.
Fuera del casco antiguo se puede pasear por la ribera del Danubio pasando por el bonito edificio del Teatro Nacional, del siglo XIX, y deleitarse con el neobarroco Palacio Reduta, hogar de la Filarmónica de Eslovaquia.
También destaca el Monumento al Levantamiento Nacional Eslovaco, una buena dosis de realismo soviético que conmemora la victoria frente al nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Cerca del conjunto escultórico está la calle Obchodna, la más comercial de la ciudad, repleta de tiendas y atravesada por tranvías.
El restaurante Prasna Basta, en pleno centro histórico, es muy recomendable para cenar. Es una antigua y acogedora taberna eslovaca con buena comida y precios no excesivamente caros. Después de pegarnos la gran comilona fuimos a la estación de trenes para regresar a Viena.
Otra escultura de estilo soviético frente a la Filarmónica de Eslovaquia.
Bratislava es una de mis asignaturas pendientes. Gracias por compartir tu experiencia que seguro me será muy útil algun día (espero que no muy lejano).
ResponderEliminarFeliz 2011 y que se cumplan todas tus ilusiones.
Un abrazo
El traslado del aeropuerto al centro de Viena puede hacerse en un tren normal, el S7. Tarda 5 minutos y cuesta alrededor de 4€
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