Phuket
El ferry de las Phi Phi a Phuket cuesta 300 bahts (6 euros) y tarda una hora y media. A pesar de las críticas y más críticas que recibe la masificada isla de Phuket, decidimos visitarla, aunque el mal tiempo apenas nos lo permitió.
El monzón, que hasta ahora había sido bastante clemente con nosotros, mostró toda su fuerza en Phuket y casi no paró de llover torrencialmente durante los dos días que estuvimos.
Al llegar al puerto de Phuket cogimos un taxi compartido a Kata (150 bahts = 3 euros) donde encontramos alojamiento en el hotel Sea Breeze. Un inmenso edificio con cientos de habitaciones, que, como la mayoría de hoteles de Phuket, ofrece grandes descuentos en la época de monzón. La inmensa habitación doble con baño inmaculado y aire acondicionado nos salió por 900 bahts (18 euros).
Kata tiene una bonita playa muy frecuentada por surfistas porque las olas son inmejorables en la época de monzón. Si se está cansado de la lluvia, es buena idea alquilarse una tabla de surf o de bodyboard para sortear las olas.
El pueblo de Kata es mucho más tranquilo que la vecina Patong, la ciudad del vicio en Phuket, que, aunque no se busque sexo, merece una visita por las noches para ver su fauna. La calle Bangla es el epicentro de los bares de go-gós, travestis, drag-queens y prostitutas, donde la música y el alcohol reinan hasta el amanecer. En tarimas, barras americanas o, incluso, en la calle bailan cada noche cientos de chicas y travestis ligeros de ropa para captar clientes. Tampoco es difícil ver pasear a occidentales entrados en años agarrados a una jovencísima tailandesa. Patong también tiene cientos de restaurantes y centros comerciales.
En Kata también alquilamos una moto para recorrer la isla de Phuket, pero la lluvia nos obligó a dejarla aparcada todo el día y optar por darnos unos cuantos masajes. Al final sólo visitamos Kata y Patong y la impresión general es que Phuket sólo merece la pena si se busca juerga o sexo. Las playas no están mal, pero mandan los grandes complejos hoteleros y bloques de apartamentos, que recuerdan más un destino de playa europeo que a Tailandia.
Para regresar a Bangkok reservamos un vuelo con Air Asia por 2000 baths (40 euros). Tarda una hora. El taxi desde Kata al aeropuerto de Phuket cuesta 800 baths (16 euros) porque se encuentra en la otra punta de la isla.
El monzón, que hasta ahora había sido bastante clemente con nosotros, mostró toda su fuerza en Phuket y casi no paró de llover torrencialmente durante los dos días que estuvimos.
Al llegar al puerto de Phuket cogimos un taxi compartido a Kata (150 bahts = 3 euros) donde encontramos alojamiento en el hotel Sea Breeze. Un inmenso edificio con cientos de habitaciones, que, como la mayoría de hoteles de Phuket, ofrece grandes descuentos en la época de monzón. La inmensa habitación doble con baño inmaculado y aire acondicionado nos salió por 900 bahts (18 euros).
Kata tiene una bonita playa muy frecuentada por surfistas porque las olas son inmejorables en la época de monzón. Si se está cansado de la lluvia, es buena idea alquilarse una tabla de surf o de bodyboard para sortear las olas.
El pueblo de Kata es mucho más tranquilo que la vecina Patong, la ciudad del vicio en Phuket, que, aunque no se busque sexo, merece una visita por las noches para ver su fauna. La calle Bangla es el epicentro de los bares de go-gós, travestis, drag-queens y prostitutas, donde la música y el alcohol reinan hasta el amanecer. En tarimas, barras americanas o, incluso, en la calle bailan cada noche cientos de chicas y travestis ligeros de ropa para captar clientes. Tampoco es difícil ver pasear a occidentales entrados en años agarrados a una jovencísima tailandesa. Patong también tiene cientos de restaurantes y centros comerciales.
En Kata también alquilamos una moto para recorrer la isla de Phuket, pero la lluvia nos obligó a dejarla aparcada todo el día y optar por darnos unos cuantos masajes. Al final sólo visitamos Kata y Patong y la impresión general es que Phuket sólo merece la pena si se busca juerga o sexo. Las playas no están mal, pero mandan los grandes complejos hoteleros y bloques de apartamentos, que recuerdan más un destino de playa europeo que a Tailandia.
Para regresar a Bangkok reservamos un vuelo con Air Asia por 2000 baths (40 euros). Tarda una hora. El taxi desde Kata al aeropuerto de Phuket cuesta 800 baths (16 euros) porque se encuentra en la otra punta de la isla.
Cubierta del ferry hacia Phuket.
Calle principal de Kata.
Playa de Kata, sólo al llegar vimos tímidamente el sol.
Buenas olas en Kata.
Concurrida playa de Kata.
Surfeando en Kata.
Surfista abandonando por la lluvia.
Otra imagen de la calle principal de Kata.
Tiendas, bares y restaurantes pelean por hacerse un hueco.
La piscina de nuestro hotel, bajo el monzón.
Zona de bares de Kata.
Playa de Karon, entre Kata y Patong.
Cielo muy negro en la playa de Patong.
Calle Bangla de Patong, la más canalla de la isla.
Bar de go-gós en Patong.
Lloviendo en la calle Bangla.
Sabrosas langostas para cenar.
La noche cae en la calle Bangla de Patong.
Ambiente nocturno en Patong.
Phuket en estado puro.
Sí, es un tío.
Patong vive de noche.
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