Chernobyl
Con dos horas de sueño y mucho vodka en la sangre nos vino a buscar a la puerta del hostel nuestro guía, Yuri, para ir a Chernobyl. La mezcla de radiación y alcohol podía ser explosiva, pero allí fuimos aprovechando la hora y media de viaje para echar otra cabezadita.
Al llegar a la zona de exclusión se pasa pronto la resaca y el sueño porque la emoción del lugar es indescriptible. La primera parada es en el pueblo de Chernobyl, donde, según nos contó Yuri, hay 200 valientes viviendo.
Aquí nos enseñó la famosa estatua de los bomberos que honra a los que lucharon contra el fuego del fatídico reactor 4 que se incendió el 26 de abril de 1986. La mayoría murió al cabo de un par de días por las altas dosis de radiación que sufrieron.
Después nos llevó a una tienda del pueblo para comprar víveres, oferta que declinamos amablemente, en parte por la resaca y en parte porque desayunar pastelitos con restos de uranio y plutonio no era muy apetecible.
Yuri cogió el contador geiger para medir la radiación y continuamos camino hacia la central nuclear de Chernobyl. El trasto de Yuri pitaba cada vez más conforme nos acercábamos al reactor 4, aunque donde realmente se disparó fue al cruzar el llamado Red Forest (Bosque Rojo) donde las bolsas de radiación reposan alegremente entre los árboles. No bajamos del coche en el bosque, pero el contador llegó a marcar 0,900 cuando según Yuri la radiación normal son 0,012 o 0,014.
Frente al reactor 4, del que sólo nos separaban 100 metros de distancia, la radiación bajó y pudimos apreciar las grúas de los operarios que trabajan en la construcción de un nuevo sarcófago para guardar la radiación que todavía queda dentro. El viejo sarcófago tiene fugas y es necesario uno nuevo.
Después de visitar la central vino el plato fuerte de la excursión: la ciudad de Prypiat. Un verdadero museo al aire libre del modelo de ciudad soviética. Los 50.000 habitantes de Prypiat fueron evacuados en 2.000 autobuses y vehículos militares cuando se produjo el accidente nuclear. Nadie pudo llevarse sus pertenencias. Prypiat se convirtió en una ciudad apocalíptica, aislada del mundo y llena de radiación.
22 años después la naturaleza se ha impuesto al hormigón y las calles de Prypiat están escondidas bajo frondosos bosques que difuminan el entramado urbano. Por encima de los árboles sobresalen los edificios vacíos en estado ruinoso, que parecen sacados de El Planeta de los Simios o El día de mañana. Todos están coronados por la hoz y el martillo y en su interior guardan todavía carteles de líderes soviéticos, propaganda comunista y viejos ejemplares del periódico Pravda.
Visitamos un gimnasio, la escuela, una piscina olímpica y varios edificios de viviendas, pero lo que más llama la atención es la noria del parque de atracciones. Prypiat se estaba preparando para los festejos del 1 de mayo cuando el 26 de abril fue asolada por la catástrofe. Nunca se llegó a inaugurar esa noria que hoy día se alza majestuosa entre las ruinas de Prypiat.
Al finalizar la excursión hay que pasar por una especie de escáner que mide si estás limpio de radiación. El que escribe estas líneas se llevó el susto del día al escuchar el pitido de la máquina cuando se montó para el correspondiente análisis. El acojone fue considerable, pero Yuri me dijo que la radiación la tenía en la suela de una zapatilla y que a veces pasaba. El procedimiento de limpieza es un poco rudimentario. Me hizo salir a la calle y sacudirme un poco la zapatilla pisando fuerte sobre el cemento como si hubiera pisado una mierda de perro. En el segundo examen di negativo ¡Menos mal!
Para visitar Chernobyl podéis poneros en contacto con Yuri a través de su correo electrónico tatarchuck@rambler.ru, fax +380 4493 52205 o teléfono +380 4493 52449. En la siguiente web chernobyl.info hay más información sobre cómo visitar Chernobyl. A nosotros nos costó unos 600 dólares para 3 personas con comida incluida, aunque luego nos hizo una rebaja porque no comimos.
Al llegar a la zona de exclusión se pasa pronto la resaca y el sueño porque la emoción del lugar es indescriptible. La primera parada es en el pueblo de Chernobyl, donde, según nos contó Yuri, hay 200 valientes viviendo.
Aquí nos enseñó la famosa estatua de los bomberos que honra a los que lucharon contra el fuego del fatídico reactor 4 que se incendió el 26 de abril de 1986. La mayoría murió al cabo de un par de días por las altas dosis de radiación que sufrieron.
Después nos llevó a una tienda del pueblo para comprar víveres, oferta que declinamos amablemente, en parte por la resaca y en parte porque desayunar pastelitos con restos de uranio y plutonio no era muy apetecible.
Yuri cogió el contador geiger para medir la radiación y continuamos camino hacia la central nuclear de Chernobyl. El trasto de Yuri pitaba cada vez más conforme nos acercábamos al reactor 4, aunque donde realmente se disparó fue al cruzar el llamado Red Forest (Bosque Rojo) donde las bolsas de radiación reposan alegremente entre los árboles. No bajamos del coche en el bosque, pero el contador llegó a marcar 0,900 cuando según Yuri la radiación normal son 0,012 o 0,014.
Frente al reactor 4, del que sólo nos separaban 100 metros de distancia, la radiación bajó y pudimos apreciar las grúas de los operarios que trabajan en la construcción de un nuevo sarcófago para guardar la radiación que todavía queda dentro. El viejo sarcófago tiene fugas y es necesario uno nuevo.
Después de visitar la central vino el plato fuerte de la excursión: la ciudad de Prypiat. Un verdadero museo al aire libre del modelo de ciudad soviética. Los 50.000 habitantes de Prypiat fueron evacuados en 2.000 autobuses y vehículos militares cuando se produjo el accidente nuclear. Nadie pudo llevarse sus pertenencias. Prypiat se convirtió en una ciudad apocalíptica, aislada del mundo y llena de radiación.
22 años después la naturaleza se ha impuesto al hormigón y las calles de Prypiat están escondidas bajo frondosos bosques que difuminan el entramado urbano. Por encima de los árboles sobresalen los edificios vacíos en estado ruinoso, que parecen sacados de El Planeta de los Simios o El día de mañana. Todos están coronados por la hoz y el martillo y en su interior guardan todavía carteles de líderes soviéticos, propaganda comunista y viejos ejemplares del periódico Pravda.
Visitamos un gimnasio, la escuela, una piscina olímpica y varios edificios de viviendas, pero lo que más llama la atención es la noria del parque de atracciones. Prypiat se estaba preparando para los festejos del 1 de mayo cuando el 26 de abril fue asolada por la catástrofe. Nunca se llegó a inaugurar esa noria que hoy día se alza majestuosa entre las ruinas de Prypiat.
Al finalizar la excursión hay que pasar por una especie de escáner que mide si estás limpio de radiación. El que escribe estas líneas se llevó el susto del día al escuchar el pitido de la máquina cuando se montó para el correspondiente análisis. El acojone fue considerable, pero Yuri me dijo que la radiación la tenía en la suela de una zapatilla y que a veces pasaba. El procedimiento de limpieza es un poco rudimentario. Me hizo salir a la calle y sacudirme un poco la zapatilla pisando fuerte sobre el cemento como si hubiera pisado una mierda de perro. En el segundo examen di negativo ¡Menos mal!
Para visitar Chernobyl podéis poneros en contacto con Yuri a través de su correo electrónico tatarchuck@rambler.ru, fax +380 4493 52205 o teléfono +380 4493 52449. En la siguiente web chernobyl.info hay más información sobre cómo visitar Chernobyl. A nosotros nos costó unos 600 dólares para 3 personas con comida incluida, aunque luego nos hizo una rebaja porque no comimos.
Entrada a la zona de exclusión de Chernobyl.
El cartel detalla la zona afectada por la radiación.
Cartel de bienvenida al pueblo de Chernobyl.
Calle principal de Chernobyl.
La tienda de comestibles donde nos llevó Yuri.>
Interior de la tienda.
Estatua en memoria de los bomberos que murieron en el accidente de Chernobyl.
Las grúas que se utilizan para construir el nuevo sarcófago de Chernobyl.
La chimenea de la izquierda es el fatídico reactor 4.
Y aquí estamos al ladito del reactor.
Entrada a la ciudad de Prypiat.
El contador geiger ya se estaba desbocando.
Bloques de apartamentos en Prypiat.
Más edificios del centro de la ciudad.
Aspecto apocalíptico de Prypiat.
En su tiempo fue un hotel.
Una pista de fútbol sala.
Interior ruinoso de un edificio.
Carteles de viejos líderes comunistas.
Alguien dejó abandonada esta tétrica muñeca.
Nuestro guía Yuri en el gimnasio.
El socialismo, por los suelos.
La hoz y el martillo coronando este bloque de viviendas.
La fantasmagórica noria de Prypiat.
Unos autos de choque.
Peluche en la silla de un tiovivo.
Propaganda soviética.
Cancha de baloncesto.
Trampolín para practicar saltos olímpicos.
Otra vista de la piscina olímpica.
Ventanas de una escuela de Prypiat.
Los pupitres todavía siguen bien alineados.
Propaganda del poderoso ejército rojo.
Libros tirados por las aulas de la escuela.
Pasillo de la escuela.
Los alumnos sabían cómo defenderse de las fugas radioactivas.
Otra aula de la escuela.
Más virtudes del socialismo.
Cementerio de vehículos utilizados durante el desastre de Chernobyl.
¡Bye, bye, Chernobyl!
Me ha encantado la excursion...quiza algun dia pueda realizarla yo.Lo de los 600 dolares me imagino que sera una vez que estas en kief?
ResponderEliminarVisita mi blog..estoy empezando pero podras repetir tu excursion desde el google maps.
Saludos y enhorabuena por el blog
Sin palabras...me ha resultado un viaje realmente espectacular.
ResponderEliminarImpresionante, es un sitio que algún día visitaremos, ¡seguro!
ResponderEliminar