Marrakech y el Valle de Ourika
Marrakech es la capital turística de Marruecos y eso se nota en cada esquina. La estrechas callejuelas de su casco antiguo es un inmenso bazar donde los vendedores pelean entre ellos por cazar al turista. Pese a todo, Marrakech conserva todo su encanto y puede presumir de ser una de las ciudades más bellas del país.
La zona antigua está rodeada por una muralla de adobe, el material más utilizado en todas las construcciones, que da a la ciudad ese color rojizo tan característico. El centro neurálgico es la enorme plaza de Jemaa el Fna, una explanada llena de vida que jamás descansa.
Desde por la mañana se amontonan en esta plaza los vendedores de especias, músicos callejeros, acróbatas y otros buscavidas que se entremezclan con los turistas produciendo un ambiente de fiesta permanente. Al anochecer, la plaza se transforma y se llena de puestos de comida con miles de olores y sabores.
Dentro del casco antiguo lo mejor es perderse por sus callejuelas llenas de bazares y sus preciosos jardines, aunque la mayoría cobran entrada. Vale la pena visitar el barrio de los curtidores dónde preparan el cuero junto a piscinas de cal viva o comerse un exquisito cordero asado en alguno de sus cientos de restaurantes.
Otro icono de la ciudad es la torre de la mezquita de la Koutoubia, de 70 metros, y visible desde casi todos los puntos de Marrakech. Está rodeada de jardines y es un buen lugar para pasear y relajarse después del ajetreo del centro.
Más alejados están los jardines de La Menara, que bordean un lago, y que algunas noches acogen espectáculos de música y luces. Fuera de las murallas también merece la pena visitar su palmeral, donde se puede alquilar un camello para recorrerlo.
Los alrededores de Marrakech también son espectaculares. Por un lado está el desierto y por el otro los límites de la Cordillera del Atlas, repleta de pequeños pueblecitos levantados en sus faldas. Merece la pena alquilar un coche para visitar los alrededores de la ciudad o apuntarse a una de las excursiones de algún hotel.
Nosotros estuvimos tres días en Marrakech y otro de excursión por el Valle de Ourika en coche alquilado. La verdad es que la ciudad y sus alrededores nos encantaron y echamos de menos no disponer de más días para recorrer otras zonas de Marruecos. Seguro que algún día volveremos con más tiempo para visitar el país con más calma.
La zona antigua está rodeada por una muralla de adobe, el material más utilizado en todas las construcciones, que da a la ciudad ese color rojizo tan característico. El centro neurálgico es la enorme plaza de Jemaa el Fna, una explanada llena de vida que jamás descansa.
Desde por la mañana se amontonan en esta plaza los vendedores de especias, músicos callejeros, acróbatas y otros buscavidas que se entremezclan con los turistas produciendo un ambiente de fiesta permanente. Al anochecer, la plaza se transforma y se llena de puestos de comida con miles de olores y sabores.
Dentro del casco antiguo lo mejor es perderse por sus callejuelas llenas de bazares y sus preciosos jardines, aunque la mayoría cobran entrada. Vale la pena visitar el barrio de los curtidores dónde preparan el cuero junto a piscinas de cal viva o comerse un exquisito cordero asado en alguno de sus cientos de restaurantes.
Otro icono de la ciudad es la torre de la mezquita de la Koutoubia, de 70 metros, y visible desde casi todos los puntos de Marrakech. Está rodeada de jardines y es un buen lugar para pasear y relajarse después del ajetreo del centro.
Más alejados están los jardines de La Menara, que bordean un lago, y que algunas noches acogen espectáculos de música y luces. Fuera de las murallas también merece la pena visitar su palmeral, donde se puede alquilar un camello para recorrerlo.
Los alrededores de Marrakech también son espectaculares. Por un lado está el desierto y por el otro los límites de la Cordillera del Atlas, repleta de pequeños pueblecitos levantados en sus faldas. Merece la pena alquilar un coche para visitar los alrededores de la ciudad o apuntarse a una de las excursiones de algún hotel.
Nosotros estuvimos tres días en Marrakech y otro de excursión por el Valle de Ourika en coche alquilado. La verdad es que la ciudad y sus alrededores nos encantaron y echamos de menos no disponer de más días para recorrer otras zonas de Marruecos. Seguro que algún día volveremos con más tiempo para visitar el país con más calma.
La torre de la Koutoubia.
Carros, motos y coches por las calles.
La muralla que rodea la ciudad vieja.
La plaza Jemaa el Fna.
Mucho ambiente en la plaza.
Carritos de los vendedores de especias.
Acróbatas en Jemaa el Fna.
Puesto de especias.
Música y danza callejera en Jemaa el Fna.
Al anochecer aparecen los vendedores de comida preparando las mesas para cenar.
Comiendo en la plaza.
Jemaa el Fna por la noche.
Calle peatonal del centro de la ciudad vieja.
Callejuela con tiendas de artesanía.
Un burro con su carro.
Al abuelo le gusta la Coca-cola.
Señal de Stop en árabe.
El barrio de los curtidores y las pozas de cal.
Las calles de Marrakech son un bazar.
El lago de la Menara.
Camellos junto al palmeral.
El desierto, una de las fronteras naturales de la ciudad.
De excursión hacia el Atlas.
Poco tránsito en la carretera que asciende las montañas.
Un río de agua fresca para sofocar el calor.
Pintoresco pueblo colgado de la montaña.
El burro, un medio de transporte habitual en los pueblos.
Un lugareño.
Casa marroquí en un pueblo del Valle de Ourika.
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