Islas de Komodo y Rinca
El tour al Parque Nacional de Komodo, de dos días y una noche de duración, nos costó 3,8 millones de rupias, que puede parecer una exageración, pero al cambio son 250 euros (precio para dos personas). La tarifa incluye barco privado con camarote y todas las comidas. Lo único que hay que pagar aparte son los múltiples tickets que te exigen para visitar el Parque (entradas, tasas varias, ranger local, etc), que en total sumaron otras 260.000 rupias por persona (17 euros).
El camarote de nuestro barco no tenía aire acondicionado ni ventilador, con esos extras el precio es aún más caro, pero la verdad es que no son necesarios. Con la brisa del mar no se pasa calor y por la noche hace falta, incluso, una mantita.
El tour comenzó muy temprano por la mañana rumbo a la isla de Rinca, nuestra primera parada, situada a un par de horas de navegación. Esta isla es algo más pequeña que la de Komodo y también está llena de dragones. Algunos dicen que es el mejor lugar para observarlos, pero nosotros vimos más en Komodo.
Tras desembarcar en Rinca hay que pasar por la caseta de los guardias del parque, donde pagas las tasas correspondientes y alquilas los servicios de un ranger que te acompaña durante la caminata por la isla. Estos rangers van armados con un palo, que acaba en forma de tirachinas para ahuyentar a los dragones en caso de que se pongan excesivamente cariñosos. No obstante, la intervención del palo casi nunca es necesaria porque estos bichos son bastante perezosos y se pasan el día tumbados, sobre todo durante las horas de más sol. En los alrededores de la caseta de los guardias, donde está el centro de visitantes, suele haber montones de dragones tumbados a la sombra, que no mueven ni una pestaña.
Tanto en Rinca como en Komodo se puede elegir entre hacer el circuito corto, el mediano o el largo. Los rangers intentarán encasquetarte siempre el más corto para acabar contigo cuanto antes, pero es importante insistir en hacer el largo o, como mínimo el mediano, porque si no, el tiempo se te pasará volando. Para que os hagáis una idea, el circuito corto se hace en menos de media hora caminando, el mediano no llegará a la hora y el largo no suele llegar a las dos horas.
A nosotros en Rinca nos colaron el corto porque el ranger nos dijo que duraba una hora y que era el mejor para ver dragones, pero la caminata duró menos de la mitad y solo vimos un dragón (sin contar, claro, los que descansan junto al centro de visitantes). El dragón que vimos era una hembra oculta en su nido y que solo asomaba la cabeza. Los dragones de Komodo depositan sus huevos en un agujero en el suelo, pero acostumbran a construir varios nidos más por alrededor para despistar a posibles depredadores. Nuestra dragona estaba protegiendo sus huevos.
Durante la caminata también vimos ciervos y algún mono. Además, el ranger nos llevó hasta un mirador desde el que se obtienen fabulosas vistas de la bahía de Rinca y de las islas cercanas.
Después de esta demasiado breve visita a Rinca continuamos rumbo a la isla de Komodo. Por el camino paramos a hacer snorkel en otra isla donde se encuentra la playa de Pink Beach, que recibe este nombre por el color rosado de la arena. Aquí también se pueden ver muchos corales y peces de colores.
Llegamos a la isla de Komodo ya por la tarde y dejamos la caminata para el día siguiente, porque por la mañana es cuando más activos están los dragones. Esa tarde la aprovechamos para dar una vuelta por el pueblo de Komodo, una pintoresca villa de pescadores, que de vez en cuando recibe la visita de algún turista.
Casi todas las casas del pueblo están construidas en altura sobre vigas de madera para protegerse de las mareas. En la calle principal se puede ver a los lugareños limpiando pescado y haciendo sus tareas diarias, mientras los niños persiguen a los turistas para intentar venderles alguna baratija.
Tras pasear por el pueblo de Komodo regresamos al barco y nos dirigimos a la bahía de Flying Fox, donde acuden todos los barcos de turistas para echar el ancla y pasar la noche. Esta tranquila bahía se llama así por los enormes murciélagos que la sobrevuelan al atardecer, los flying foxes o zorros voladores. La puesta de sol desde el barco es magnífica.
Antes del anochecer, cuando todos los barcos de turistas ya están anclados y contemplando la puesta de sol, suelen acercarse lugareños de la isla de Komodo en pequeñas barcas para vender cervezas y otros productos.
Al día siguiente volvimos a la isla de Komodo para hacer el treking y esta vez el ranger no consiguió colarnos el circuito corto, aunque lo intentó. Después de una ardua negociación lo convencimos para hacer el mediano, bajo la promesa de que si no conseguíamos ver dragones, nos llevaría a hacer el largo.
Este circuito mediano duró más o menos una hora y fue mucho más fructífero que el de Rinca porque vimos bastantes dragones. Además, tuvimos la suerte de ver varios ejemplares en movimiento, uno de ellos tan cerca de nosotros que el ranger tuvo que enseñarle su palitroque defensivo para ahuyentarlo. También vimos montones de ciervos.
Después de caminar por la isla de Komodo emprendimos el viaje de regreso a Labuanbajo, pero por el camino realizamos una última parada en la isla de Kanawa para hacer snorkel y disfrutar de su playa de arena blanca. Kanawa es otro pequeño islote que cuenta con un hotel con bungalows, un buen lugar para alojarse si lo que se busca son pocos lujos, playa y tranquilidad absoluta.
Al llegar a Labuanbajo fuimos directamente al aeropuerto para coger el vuelo de regreso a Bali. En la agencia Perama nos incluyeron el traslado al aeropuerto en el precio de la excursión a Komodo.
El camarote de nuestro barco no tenía aire acondicionado ni ventilador, con esos extras el precio es aún más caro, pero la verdad es que no son necesarios. Con la brisa del mar no se pasa calor y por la noche hace falta, incluso, una mantita.
El barco con el que hicimos el tour.
Nuestro camarote en el barco.
El tour comenzó muy temprano por la mañana rumbo a la isla de Rinca, nuestra primera parada, situada a un par de horas de navegación. Esta isla es algo más pequeña que la de Komodo y también está llena de dragones. Algunos dicen que es el mejor lugar para observarlos, pero nosotros vimos más en Komodo.
Tras desembarcar en Rinca hay que pasar por la caseta de los guardias del parque, donde pagas las tasas correspondientes y alquilas los servicios de un ranger que te acompaña durante la caminata por la isla. Estos rangers van armados con un palo, que acaba en forma de tirachinas para ahuyentar a los dragones en caso de que se pongan excesivamente cariñosos. No obstante, la intervención del palo casi nunca es necesaria porque estos bichos son bastante perezosos y se pasan el día tumbados, sobre todo durante las horas de más sol. En los alrededores de la caseta de los guardias, donde está el centro de visitantes, suele haber montones de dragones tumbados a la sombra, que no mueven ni una pestaña.
Tanto en Rinca como en Komodo se puede elegir entre hacer el circuito corto, el mediano o el largo. Los rangers intentarán encasquetarte siempre el más corto para acabar contigo cuanto antes, pero es importante insistir en hacer el largo o, como mínimo el mediano, porque si no, el tiempo se te pasará volando. Para que os hagáis una idea, el circuito corto se hace en menos de media hora caminando, el mediano no llegará a la hora y el largo no suele llegar a las dos horas.
A nosotros en Rinca nos colaron el corto porque el ranger nos dijo que duraba una hora y que era el mejor para ver dragones, pero la caminata duró menos de la mitad y solo vimos un dragón (sin contar, claro, los que descansan junto al centro de visitantes). El dragón que vimos era una hembra oculta en su nido y que solo asomaba la cabeza. Los dragones de Komodo depositan sus huevos en un agujero en el suelo, pero acostumbran a construir varios nidos más por alrededor para despistar a posibles depredadores. Nuestra dragona estaba protegiendo sus huevos.
Durante la caminata también vimos ciervos y algún mono. Además, el ranger nos llevó hasta un mirador desde el que se obtienen fabulosas vistas de la bahía de Rinca y de las islas cercanas.
Rumbo a la isla de Rinca.
El paisaje de las islas cercanas visto desde el barco.
Pequeña villa de pescadores en una isla.
Playa de arena blanca en otro islote.
Llegamos a la isla de Rinca.
Desembarcando en Rinca.
El guía que nos acompaña en el barco nos lleva hasta la entrada del Parque Nacional.
Dos dragones de Komodo de piedra nos dan la bienvenida a Rinca.
Los palos que usan los rangers como protección contra los dragones.
Dragones a la sombra junto a la caseta de los guardias.
Más dragones tumbados en la zona del centro de visitantes.
De excursión por Rinca con el ranger.
Paisaje en la isla de Rinca.
Una dragona protegiendo sus huevos en un nido.
Detalle de los diferentes nidos que excavan los dragones para despistar a los depredadores. Solo uno contiene los huevos.
La dragona invitándonos a marcharnos.
Seguimos detrás del ranger por los caminos de Rinca.
Paisaje de la isla de Rinca.
Sendero en la isla de Rinca.
Panorámica de la bahía de Rinca.
Paisaje de Rinca.
Un ciervo a la sombra.
Otro ciervo de Rinca.
Después de esta demasiado breve visita a Rinca continuamos rumbo a la isla de Komodo. Por el camino paramos a hacer snorkel en otra isla donde se encuentra la playa de Pink Beach, que recibe este nombre por el color rosado de la arena. Aquí también se pueden ver muchos corales y peces de colores.
Llegamos a la isla de Komodo ya por la tarde y dejamos la caminata para el día siguiente, porque por la mañana es cuando más activos están los dragones. Esa tarde la aprovechamos para dar una vuelta por el pueblo de Komodo, una pintoresca villa de pescadores, que de vez en cuando recibe la visita de algún turista.
Casi todas las casas del pueblo están construidas en altura sobre vigas de madera para protegerse de las mareas. En la calle principal se puede ver a los lugareños limpiando pescado y haciendo sus tareas diarias, mientras los niños persiguen a los turistas para intentar venderles alguna baratija.
Tras pasear por el pueblo de Komodo regresamos al barco y nos dirigimos a la bahía de Flying Fox, donde acuden todos los barcos de turistas para echar el ancla y pasar la noche. Esta tranquila bahía se llama así por los enormes murciélagos que la sobrevuelan al atardecer, los flying foxes o zorros voladores. La puesta de sol desde el barco es magnífica.
Antes del anochecer, cuando todos los barcos de turistas ya están anclados y contemplando la puesta de sol, suelen acercarse lugareños de la isla de Komodo en pequeñas barcas para vender cervezas y otros productos.
Navegando hacia la isla de Komodo.
Playa desierta en otra isla.
La comida a bordo del barco.
El paisaje de algunas islas es precioso.
Barcos anclados junto a la Pink Beach para hacer snorkel.
La playa de Pink Beach.
Pequeñas barcas te llevan desde tu barco a la Pink Beach a cambio de una propina. Se puede llegar haciendo snorkel.
Llegando al pueblo de Komodo.
El muelle del pueblo de Komodo.
Calle del pueblo de Komodo.
Mujeres preparando algo para cocinar.
Cabras y gallos campan a sus anchas en el pueblo de Komodo.
Pueblo de Komodo.
La mezquita del pueblo de Komodo.
Casi todas las casas se construyen sobre pilares de madera.
Paseando por el pueblo de Komodo.
Barcas de pescadores en Komodo.
El muelle de madera que recorre la costa del pueblo.
Limpiando pescado.
En el muelle de Komodo.
Llegando a la bahía de Flying Fox.
Lugareños abordando un barco de turistas para vender sus mercancías en la bahía de Flying Fox.
Las barquitas de los lugareños que acuden a Flying Fox para vender sus productos.
Barcos de turistas anclados en Flying Fox para pasar la noche.
Atardeciendo en Flying Fox.
Puesta de sol en la bahía de Flying Fox.
Al día siguiente volvimos a la isla de Komodo para hacer el treking y esta vez el ranger no consiguió colarnos el circuito corto, aunque lo intentó. Después de una ardua negociación lo convencimos para hacer el mediano, bajo la promesa de que si no conseguíamos ver dragones, nos llevaría a hacer el largo.
Este circuito mediano duró más o menos una hora y fue mucho más fructífero que el de Rinca porque vimos bastantes dragones. Además, tuvimos la suerte de ver varios ejemplares en movimiento, uno de ellos tan cerca de nosotros que el ranger tuvo que enseñarle su palitroque defensivo para ahuyentarlo. También vimos montones de ciervos.
Isla de Komodo.
Playa en la isla de Komodo.
Cartel de bienvenida a la isla de Komodo.
Un dragón de Komodo.
Caminando por Komodo con el ranger.
Ciervos en Komodo.
El ranger, adentrándose en el bosque.
Otro dragón de Komodo.
Precioso ejemplar de dragón de Komodo.
Paisaje en la isla de Komodo.
Contemplando las vistas de una colina de Komodo.
La costa de la isla de Komodo.
Ciervos de Komodo.
Dragón de Komodo tumbado a la bartola.
VÍDEO: Dragón de Komodo paseando a escasos metros de nosotros.
Regresamos a la playa de Komodo.
Los palos de los rangers, junto al centro de visitantes.
Dragón de Komodo alrededor del centro de visitantes.
En cualquier sitio puede haber un dragón escondido.
Volvemos al barco, en el muelle de la isla de Komodo.
En Komodo han construido un enorme muelle capaz de recibir grandes embarcaciones.
Después de caminar por la isla de Komodo emprendimos el viaje de regreso a Labuanbajo, pero por el camino realizamos una última parada en la isla de Kanawa para hacer snorkel y disfrutar de su playa de arena blanca. Kanawa es otro pequeño islote que cuenta con un hotel con bungalows, un buen lugar para alojarse si lo que se busca son pocos lujos, playa y tranquilidad absoluta.
Al llegar a Labuanbajo fuimos directamente al aeropuerto para coger el vuelo de regreso a Bali. En la agencia Perama nos incluyeron el traslado al aeropuerto en el precio de la excursión a Komodo.
Islas en el horizonte, de regreso a Labuanbajo.
La isla de Kanawa, al fondo.
Llegamos a la isla de Kanawa.
El embarcadero de madera de la isla de Kanawa.
Agua cristalina en Kanawa.
Kanawa es un buen lugar para hacer snorkel.
Restaurante en la isla de Kanawa.
Playa de Kanawa.
Estrellas de mar en la isla de Kanawa.
Estrella de mar.
Playa de Kanawa.
Un bañito en Kanawa.
El embarcadero de Kanawa.
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