Yogyakarta (Isla de Java)
Llegamos a la estación Tugu de Yogyakarta a las 4.30 de la mañana, todavía de noche cerrada. Por suerte habíamos reservado alojamiento en el hotel Neo Malioboro, que está al lado de la estación. Aunque era demasiado pronto para que nos dejaran entrar a la habitación, sí pudimos dejar las mochilas y descansar un rato en los sofás de la recepción hasta que amaneció. Luego nos fuimos a desayunar hasta que la habitación estuvo lista.
El hotel Neo Malioboro es muy recomendable porque, además de estar bien situado cerca de la estación y de una zona de restaurantes, es un establecimiento moderno y recién inaugurado. Tiene piscina, wifi rápido y sirven un desayuno-bufet muy completo. La habitación doble nos costó 39 euros por noche.
Como su nombre indica, el hotel está cerca de la calle Malioboro, la más famosa y comercial de Yogyakarta. Esta calle de más de un kilómetro de longitud siempre es un hervidero de gente y de conductores de bicitaxis, los populares tuk-tuks del sudeste asiático, pero que en Indonesia reciben el nombre de becaks. También los hay motorizados.
La calle Malioboro está llena de tiendas de ropa, de electrónica, zapaterías, etc. En uno de sus laterales se amontonan las mercancías que los comercios sacan al exterior para exponerlas a la sombra de un estrecho porche. También se puede visitar un mercadillo de artesanía donde venden los populares batiks, los tradicionales tejidos estampados de la isla de Java.
Por toda la calle abundan los puestos ambulantes de comida callejera. Muchos tienden una simple lona en el suelo sobre la que se sientan los lugareños a comer con las manos. Los más sofisticados tienen pequeños taburetes para los clientes y cubiertos.
Curiosamente, lo que no hay en Malioboro son bares y restaurantes. Y es una lástima porque se echa de menos una terracita para tomarse una cerveza mientras se observa el ajetreo de la calle. Para encontrar bares y restaurantes hay que meterse por las calles laterales que desembocan en Malioboro. La calle Sosrowijayan y sus callejones adyacentes esconden los mejores lugares para cenar o tomarse una Bintang bien fría.
Además de la calle Malioboro, el gran reclamo de Yogyakarta es el Kraton, el palacio de los sultanes. Es un extenso complejo de pabellones y patios construidos en el interior de un recinto amurallado. Algunos edificios datan del siglo XVIII, otros son más recientes. En uno de estos pabellones hay actuaciones diarias de música o danza. Nosotros vimos una de gamelán, la orquesta clásica de la isla de Java.
No muy lejos del Kraton se encuentra el Taman Sari, también conocido como Castillo del Agua. En su día fue un palacio de ocio para los sultanes, con fuentes y estanques, pero en la actualidad es una ruina sin demasiado interés. Las autoridades locales intentan reconstruirlo al ritmo de un ladrillo por semana. Seguramente allá por el año 2.800 habrá recuperado su aspecto original.
Otra zona de interés es el barrio de Prawirotaman. No hay nada destacable para visitar, pero sí un montón de restaurantes, algo más sofisticados que los de la zona de Malioboro, y muchos hoteles para turistas. Es otra zona a tener en cuenta a la hora de alojarse, aunque queda algo más apartada de los principales puntos de interés.
De todas formas, moverse por Yogyakarta es muy sencillo y lo más divertido es hacerlo en un tuk-tuk, ya sea a pedales para trayectos cortos, o motorizado si se pretende llegar un poco más lejos. Por 30.000 rupias (2 euros) se puede ir a casi cualquier punto de la ciudad, por ejemplo desde la zona de Malioboro a Prawirotaman.
Yogyakarta recibe muchos turistas y cuenta con una magnífica oferta de hoteles y restaurantes, pero sus principales atracciones turísticas no están en la ciudad, sino en los alrededores y son fundamentalmente dos templos: Borobudur y Prambanan. Aunque ambos se pueden visitar en transporte público, nosotros los visitamos contratando excursiones en las agencias que hay en la calle Sosrowijayan, adyacente a Malioboro, porque así no se pierde tanto tiempo en los desplazamientos.
La excursión al Borobudur en coche compartido nos costó solo 70.000 rupias (4,5 euros) y el trayecto dura 40 minutos. Una vez allí, el chófer nos dejó en el parking y visitamos el templo por nuestra cuenta durante un par de horas, antes de regresar a Yogyakarta. La entrada al templo, por supuesto, corre por tu cuenta y cuesta la nada despreciable cifra de 250.000 rupias (16 euros).
Borobudur es el templo más importante de Indonesia y ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Fue construido en el siglo VIII y es un vestigio del pasado budista de la isla de Java, siglos antes de que el islam se extendiera por todo el archipiélago.
El templo tiene forma piramidal y sus diferentes niveles están salpicados por cientos de pequeñas estupas en cuyo interior se escondían imágenes de buda. La mayoría de esas figuras han desaparecido, pero todavía se conserva alguna. Los relieves que adornan las paredes del templo son magníficos y recuerdan a los de Angkor Wat, en Camboya. El Borobudur se levanta en medio de un bonito paisaje de arrozales y bosque tropical.
El otro gran templo de los alrededores de Yogyakarta es el Prambanan. Está algo más cerca de la ciudad y se puede llegar, incluso, alquilando un tuk-tuk. Nosotros fuimos en autobús, contratado a través de otra agencia, y el billete nos costó 70.000 rupias (4,5 euros). La entrada al templo cuesta 125.000 rupias (8 euros). Merece la pena visitarlo a última hora de la tarde para ver la puesta de sol.
Si el Borobudur era budista, el Prambanan es hindú. Está formado por un conjunto de templos construidos en el siglo IX y también ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad. El templo principal es el Prambanan propiamente dicho, que da nombre a todo el complejo, y que está dedicado al dios Shiva. Los relieves tallados en la piedra son también fastuosos.
Dando un agradable paseo se puede llegar a los templos más alejados. Algunos han sido destruidos en parte por los numerosos terremotos que con frecuencia asolan las islas de Indonesia. De hecho, se pueden observar montones de piedras esparcidas por el suelo, que los arqueólogos intentan recomponer como si de un gigantesco puzle se tratara. El templo Sewu, con sus estatuas de Dvarapalas protegiendo la entrada principal, es uno de los más destacados.
El hotel Neo Malioboro es muy recomendable porque, además de estar bien situado cerca de la estación y de una zona de restaurantes, es un establecimiento moderno y recién inaugurado. Tiene piscina, wifi rápido y sirven un desayuno-bufet muy completo. La habitación doble nos costó 39 euros por noche.
Como su nombre indica, el hotel está cerca de la calle Malioboro, la más famosa y comercial de Yogyakarta. Esta calle de más de un kilómetro de longitud siempre es un hervidero de gente y de conductores de bicitaxis, los populares tuk-tuks del sudeste asiático, pero que en Indonesia reciben el nombre de becaks. También los hay motorizados.
La calle Malioboro está llena de tiendas de ropa, de electrónica, zapaterías, etc. En uno de sus laterales se amontonan las mercancías que los comercios sacan al exterior para exponerlas a la sombra de un estrecho porche. También se puede visitar un mercadillo de artesanía donde venden los populares batiks, los tradicionales tejidos estampados de la isla de Java.
Por toda la calle abundan los puestos ambulantes de comida callejera. Muchos tienden una simple lona en el suelo sobre la que se sientan los lugareños a comer con las manos. Los más sofisticados tienen pequeños taburetes para los clientes y cubiertos.
Curiosamente, lo que no hay en Malioboro son bares y restaurantes. Y es una lástima porque se echa de menos una terracita para tomarse una cerveza mientras se observa el ajetreo de la calle. Para encontrar bares y restaurantes hay que meterse por las calles laterales que desembocan en Malioboro. La calle Sosrowijayan y sus callejones adyacentes esconden los mejores lugares para cenar o tomarse una Bintang bien fría.
Inicio de la calle Malioboro.
Calle Malioboro.
Calle Malioboro, siempre muy concurrida.
Otra vista de la calle Malioboro.
Conductores de becaks.
Un rincón de la calle Malioboro.
Los soportales de la calle Malioboro.
Los soportales están repletos de mercancías de los comercios.
Motos aparcadas en la acera de Malioboro.
Venta ambulante en Malioboro.
Un restaurante callejero.
Fachadas de la calle Malioboro.
VÍDEO: Trayecto en tuk-tuk por la calle Malioboro.
Terrorífica papelera.
Memorial de la independencia de Indonesia.
Una peluquería en la calle.
Escultura en la calle Malioboro.
Calle Sosrowijayan, donde se concentran la mayoría de restaurantes del barrio de Malioboro.
Conductor de becak echando una siesta.
Los callejones de Sosrowijayan también esconden numerosos restaurantes y hoteles.
Estrechos callejones en el barrio de Malioboro.
Una vecina del barrio de Malioboro.
Además de la calle Malioboro, el gran reclamo de Yogyakarta es el Kraton, el palacio de los sultanes. Es un extenso complejo de pabellones y patios construidos en el interior de un recinto amurallado. Algunos edificios datan del siglo XVIII, otros son más recientes. En uno de estos pabellones hay actuaciones diarias de música o danza. Nosotros vimos una de gamelán, la orquesta clásica de la isla de Java.
No muy lejos del Kraton se encuentra el Taman Sari, también conocido como Castillo del Agua. En su día fue un palacio de ocio para los sultanes, con fuentes y estanques, pero en la actualidad es una ruina sin demasiado interés. Las autoridades locales intentan reconstruirlo al ritmo de un ladrillo por semana. Seguramente allá por el año 2.800 habrá recuperado su aspecto original.
El Kraton de Yogyakarta.
El Kraton es un extenso complejo de patios y pabellones.
Uno de los muchos pabellones del Kraton.
Ofrenda en el interior del Kraton.
Estos son los siervos que trabajan en el mantenimiento del Kraton, residencia oficial de los sultanes de Yogyakarta.
Otro bello pabellón del Kraton.
VÍDEO: Concierto de gamelán en el Kraton.
Dentro del Kraton tienen gallos en jaulas.
De camino al Taman Sari.
Taman Sari, o Castillo del Agua.
Mercadillo enfrente del Taman Sari.
Verduras frescas en el mercadillo del Taman Sari.
Otra zona de interés es el barrio de Prawirotaman. No hay nada destacable para visitar, pero sí un montón de restaurantes, algo más sofisticados que los de la zona de Malioboro, y muchos hoteles para turistas. Es otra zona a tener en cuenta a la hora de alojarse, aunque queda algo más apartada de los principales puntos de interés.
De todas formas, moverse por Yogyakarta es muy sencillo y lo más divertido es hacerlo en un tuk-tuk, ya sea a pedales para trayectos cortos, o motorizado si se pretende llegar un poco más lejos. Por 30.000 rupias (2 euros) se puede ir a casi cualquier punto de la ciudad, por ejemplo desde la zona de Malioboro a Prawirotaman.
Entrada a la calle Prawirotaman.
Calle Prawirotaman.
Bares con terrazas en la calle Prawirotaman.
Yogyakarta recibe muchos turistas y cuenta con una magnífica oferta de hoteles y restaurantes, pero sus principales atracciones turísticas no están en la ciudad, sino en los alrededores y son fundamentalmente dos templos: Borobudur y Prambanan. Aunque ambos se pueden visitar en transporte público, nosotros los visitamos contratando excursiones en las agencias que hay en la calle Sosrowijayan, adyacente a Malioboro, porque así no se pierde tanto tiempo en los desplazamientos.
La excursión al Borobudur en coche compartido nos costó solo 70.000 rupias (4,5 euros) y el trayecto dura 40 minutos. Una vez allí, el chófer nos dejó en el parking y visitamos el templo por nuestra cuenta durante un par de horas, antes de regresar a Yogyakarta. La entrada al templo, por supuesto, corre por tu cuenta y cuesta la nada despreciable cifra de 250.000 rupias (16 euros).
Borobudur es el templo más importante de Indonesia y ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Fue construido en el siglo VIII y es un vestigio del pasado budista de la isla de Java, siglos antes de que el islam se extendiera por todo el archipiélago.
El templo tiene forma piramidal y sus diferentes niveles están salpicados por cientos de pequeñas estupas en cuyo interior se escondían imágenes de buda. La mayoría de esas figuras han desaparecido, pero todavía se conserva alguna. Los relieves que adornan las paredes del templo son magníficos y recuerdan a los de Angkor Wat, en Camboya. El Borobudur se levanta en medio de un bonito paisaje de arrozales y bosque tropical.
Templo Borobudur.
Las estupas del templo Borobudur.
Más estupas del Borobudur.
La bruma envuelve los alrededores del Borobudur.
Estatua de Buda en el interior de una estupa.
Detalle de la estatua de Buda.
Vista de la gran estupa central del Borobudur.
La bruma deja ver un poco el precioso paisaje que rodea el Borobudur.
Recorriendo los diferentes niveles del templo Borobudur.
Relieve del Borobudur.
Todas las paredes del Borobudur están decoradas con relieves.
Detalle de la decoración del Borobudur.
Perspectiva de los niveles superiores del Borobudur.
Más estatuas de Buda en el Borobudur.
El Borobudur, visto desde la base.
Foto en la entrada al Borobudur.
Saludando a la cámara.
La fantástica silueta del Borobudur.
Restaurantes en la zona de aparcamiento del Borobudur.
El otro gran templo de los alrededores de Yogyakarta es el Prambanan. Está algo más cerca de la ciudad y se puede llegar, incluso, alquilando un tuk-tuk. Nosotros fuimos en autobús, contratado a través de otra agencia, y el billete nos costó 70.000 rupias (4,5 euros). La entrada al templo cuesta 125.000 rupias (8 euros). Merece la pena visitarlo a última hora de la tarde para ver la puesta de sol.
Si el Borobudur era budista, el Prambanan es hindú. Está formado por un conjunto de templos construidos en el siglo IX y también ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad. El templo principal es el Prambanan propiamente dicho, que da nombre a todo el complejo, y que está dedicado al dios Shiva. Los relieves tallados en la piedra son también fastuosos.
Dando un agradable paseo se puede llegar a los templos más alejados. Algunos han sido destruidos en parte por los numerosos terremotos que con frecuencia asolan las islas de Indonesia. De hecho, se pueden observar montones de piedras esparcidas por el suelo, que los arqueólogos intentan recomponer como si de un gigantesco puzle se tratara. El templo Sewu, con sus estatuas de Dvarapalas protegiendo la entrada principal, es uno de los más destacados.
Llegando al Prambanan.
Templo Prambanan.
Otra perspectiva del Prambanan.
Entrada a uno de los santuarios del Prambanan.
Detalle de la decoración del Prambanan.
La torre o santuario principal del Prambanan.
Relieves del Prambanan.
Uno de los templos secundarios del complejo del Prambanan.
Sewu, uno de los templos más bonitos del Prambanan.
Miles de piedras, producto de los terremotos, a la espera de la reconstrucción de los templos.
Dos guardianes de piedra en la entrada del Sewu.
Anocheciendo en el templo Prambanan.
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