Mar Muerto
Situado a 400 metros bajo el nivel del mar, el mar Muerto es el punto más bajo del planeta y uno de los principales atractivos de Jordania. Al encontrarse en una depresión tan profunda cuenta con un microclima especial, con veranos abrasadores, pero con inviernos cálidos en los que se puede disfrutar de agradables temperaturas, raramente por debajo de los 20 grados durante el día.
Ese microclima cálido en los meses de invierno se nota especialmente al llegar al mar Muerto desde tierras altas, como por ejemplo desde la cercana ciudad de Madaba, situada a solo 30 kilómetros, pero donde la temperatura puede ser diez o quince grados más baja. De tener la calefacción puesta en el coche se puede pasar a poner el aire acondicionado en apenas media hora de trayecto. Esta singularidad también hace que todas las moscas de Jordania se refugien aquí para pasar el invierno.
Para alojarse en el mar Muerto, eso sí, hay que rascarse el bolsillo porque el gobierno jordano solo ha permitido la construcción de grandes complejos turísticos de lujo. Todos cuentan con playas privadas perfectamente accesibles y se concentran en un tramo de carretera de unos cinco kilómetros, en la zona norte del gran lago salado. Los controles policiales en esta zona de resorts son muy habituales.
Los precios por noche en una habitación doble empiezan en los 100 euros y podríamos decir que no tienen fin porque se pueden encontrar exclusivas suites de varios miles de euros en resorts como el Movenpick o el Hilton. El hotel más barato de todos, en el que nos quedamos nosotros, es el Holiday Inn, que cuesta 117 dinares la noche con desayuno buffet incluido. El hotel es perfecto y cuenta con todo tipo de servicios, así que hay pocas razones para escoger uno más caro.
Lo bueno de alojarse en estos resorts es que te puedes bañar en el mar Muerto con todo tipo de comodidades, como son tumbonas, toallas prestadas, duchas para quitarte la sal o un bar para tomar algo. Además, un empleado del hotel se encarga de tener barro preparado para embadurnarte bien antes de zambullirte en el agua. Se supone que el barro del mar Muerto tiene muchas propiedades beneficiosas para la piel y, de hecho, en todos los resorts venden productos cosméticos fabricados con minerales extraídos del lago.
Pero, aparte del barro, la gran experiencia de bañarse en el mar Muerto es, evidentemente, flotar en sus densas aguas saladas, que permiten leer tranquilamente una revista sin necesidad de estar sobre una colchoneta. El agua es unas diez veces más salada que en un mar convencional y la sensación de flotar es única. Recomiendan no bañarse más de media hora seguida para no dañar la piel. A primera hora de la mañana, en diciembre, puede hacer un poco de frío y el agua está fresca, pero un bañito en el mar Muerto antes de dejar el hotel y emprender la marcha recarga las pilas de cualquiera.
Un aspecto positivo de visitar los resorts del mar Muerto en invierno es que están medio vacíos y, además de poder negociar algún descuento, se evitan los grandes grupos organizados de turistas, que llegan en masa en autobuses y pueden ocupar la totalidad de la playa del hotel.
Si uno no quiere alojarse en estos complejos turísticos, también es posible acceder a sus playas privadas pagando una entrada, aunque suelen ser bastante caras (20 o 30 euros). Existe una playa pública más económica, pero las mujeres en bikini pueden llamar un poco la atención. Bañarse fuera de las playas habilitadas es más complicado porque los accesos al mar Muerto suelen ser muy pendientes y rocosos. Además, después del baño se echará seguro en falta una buena ducha para quitarse la sal.
Tras pasar una noche en los complejos turísticos del mar Muerto, y después de un baño reparador por la mañana, continuamos el viaje hacia Petra recorriendo la carretera del mar Muerto, que va bordeando la costa de este gran lago salado. Si bañarse en el mar Muerto es una experiencia única, también lo es conducir por esta carretera panorámica, que ofrece espectaculares vistas del mar, con Israel y Cisjordania al otro lado de la costa.
Ese microclima cálido en los meses de invierno se nota especialmente al llegar al mar Muerto desde tierras altas, como por ejemplo desde la cercana ciudad de Madaba, situada a solo 30 kilómetros, pero donde la temperatura puede ser diez o quince grados más baja. De tener la calefacción puesta en el coche se puede pasar a poner el aire acondicionado en apenas media hora de trayecto. Esta singularidad también hace que todas las moscas de Jordania se refugien aquí para pasar el invierno.
Para alojarse en el mar Muerto, eso sí, hay que rascarse el bolsillo porque el gobierno jordano solo ha permitido la construcción de grandes complejos turísticos de lujo. Todos cuentan con playas privadas perfectamente accesibles y se concentran en un tramo de carretera de unos cinco kilómetros, en la zona norte del gran lago salado. Los controles policiales en esta zona de resorts son muy habituales.
Los precios por noche en una habitación doble empiezan en los 100 euros y podríamos decir que no tienen fin porque se pueden encontrar exclusivas suites de varios miles de euros en resorts como el Movenpick o el Hilton. El hotel más barato de todos, en el que nos quedamos nosotros, es el Holiday Inn, que cuesta 117 dinares la noche con desayuno buffet incluido. El hotel es perfecto y cuenta con todo tipo de servicios, así que hay pocas razones para escoger uno más caro.
Lo bueno de alojarse en estos resorts es que te puedes bañar en el mar Muerto con todo tipo de comodidades, como son tumbonas, toallas prestadas, duchas para quitarte la sal o un bar para tomar algo. Además, un empleado del hotel se encarga de tener barro preparado para embadurnarte bien antes de zambullirte en el agua. Se supone que el barro del mar Muerto tiene muchas propiedades beneficiosas para la piel y, de hecho, en todos los resorts venden productos cosméticos fabricados con minerales extraídos del lago.
Pero, aparte del barro, la gran experiencia de bañarse en el mar Muerto es, evidentemente, flotar en sus densas aguas saladas, que permiten leer tranquilamente una revista sin necesidad de estar sobre una colchoneta. El agua es unas diez veces más salada que en un mar convencional y la sensación de flotar es única. Recomiendan no bañarse más de media hora seguida para no dañar la piel. A primera hora de la mañana, en diciembre, puede hacer un poco de frío y el agua está fresca, pero un bañito en el mar Muerto antes de dejar el hotel y emprender la marcha recarga las pilas de cualquiera.
Un aspecto positivo de visitar los resorts del mar Muerto en invierno es que están medio vacíos y, además de poder negociar algún descuento, se evitan los grandes grupos organizados de turistas, que llegan en masa en autobuses y pueden ocupar la totalidad de la playa del hotel.
Si uno no quiere alojarse en estos complejos turísticos, también es posible acceder a sus playas privadas pagando una entrada, aunque suelen ser bastante caras (20 o 30 euros). Existe una playa pública más económica, pero las mujeres en bikini pueden llamar un poco la atención. Bañarse fuera de las playas habilitadas es más complicado porque los accesos al mar Muerto suelen ser muy pendientes y rocosos. Además, después del baño se echará seguro en falta una buena ducha para quitarse la sal.
Tras pasar una noche en los complejos turísticos del mar Muerto, y después de un baño reparador por la mañana, continuamos el viaje hacia Petra recorriendo la carretera del mar Muerto, que va bordeando la costa de este gran lago salado. Si bañarse en el mar Muerto es una experiencia única, también lo es conducir por esta carretera panorámica, que ofrece espectaculares vistas del mar, con Israel y Cisjordania al otro lado de la costa.
Nuestro coche de alquiler, de camino al mar Muerto.
Los rayos de sol se filtran sobre el mar Muerto.
Mar Muerto.
Tramo de autopista donde están situados los resorts turísticos.
Atardeciendo en el mar Muerto.
El sol se empieza a ocultar bajo Israel.
Habitación del hotel Holiday Inn.
Nebuloso amanecer en el Holiday Inn.
La playa privada del Holiday Inn, vacía a primera hora de la mañana.
Pila de barro para embadurnarse antes del baño.
Turistas flotando en el mar Muerto.
Hacerse dibujitos en la piel con el barro es muy típico entre los guiris.
Turistas untándose barro.
Detalle de la pila de barro.
Tras untarse uno de barro, se puede completar el proceso enterrándose en la arena.
Flotando sobre el agua.
Carretera del mar Muerto.
Vistas de Cisjordania, en la otra orilla del mar Muerto.
Otra panorámica del mar Muerto.
Más vistas del mar Muerto.
La carretera del mar Muerto bordea todo el perímetro del lago.
Un terraplén cae desde la carretera hasta el mar Muerto.
Turistas jordanos fotografiándose en el mar Muerto.
Nuestro coche, en el arcén de la carretera del mar Muerto.
Como para bajar a darse un baño desde aquí.
La carretera del mar Muerto llega hasta Aqaba.
El extremo sur del Mar Muerto.
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