Monteverde
Para ir de Montezuma a Monteverde, 200 kilómetros, hay que calcular unas cinco horas de viaje porque el trayecto es lento. Primero hay que deshacer el recorrido hecho a la ida por la península de Nicoya, incluidos los 25 kilómetros de tierra entre Paquera y Playa Naranjo.
Luego hay que cruzar el llamado puente de la Amistad, un regalo del gobierno de Taiwán a Costa Rica, que se inauguró en 2003 para salvar la desembocadura del río Tempisque gracias a sus 750 metros de longitud.
Después de cruzar el puente hay que seguir la carretera hasta llegar a la Interamericana y pronto aparecerá el desvío a Monteverde a través de un pedregoso camino que exige un coche todoterreno.
En ruta hacia Monteverde por la península de Nicoya.
Parada en un supermercado Pali, la cadena más barata de Costa Rica.
Empieza el ascenso a Monteverde.
Espectacular paisaje de camino a Monteverde.
Todos los caminos que llevan a Monteverde están sin asfaltar.
Monteverde es un pequeño pueblo de montaña perdido en la cordillera de Tilarán, que se ha convertido en uno de los principales destinos turísticos de Costa Rica gracias a su extraordinario paisaje y a los deportes de aventura.
El pueblo es tan diminuto como Montezuma y está formado por solo tres o cuatro calles, todas repletas de tiendas, hoteles, restaurantes y agencias de viajes. Además, en los alrededores de Monteverde hay montones de hoteles que ofrecen alojamiento en medio de la naturaleza. El encanto del pueblo es más bien escaso, pero sus alrededores son preciosos.
En Monteverde nos alojamos en el hotel El Sueño, que ofrece pequeñas habitaciones forradas de madera por 30 dólares. No tiene aire acondicionado, pero tampoco es necesario porque las noches son frescas en la montaña. El desayuno está incluido. Un buen lugar para cenar es la soda Maravilla, que sirve deliciosos casados a precios económicos.
Calle principal de Monteverde.
Pueblo de Monteverde.
La iglesia del pueblo.
Todos los taxis de Monteverde son todoterreno.
La habitación de nuestro hotel, forrada de madera.
La principal atracción es el bosque nuboso de Monteverde, una frondosa reserva natural con muchos senderos para caminar. Es un lugar muy húmedo porque, además de las elevadas precipitaciones que se registran, las nubes suelen acariciar la jungla creando un estado permanente de humedad sin necesidad de descargar su agua, de ahí el nombre bosque nuboso.
Se supone que también hay mucha fauna, pero sin alquilar los servicios de un guía es difícil ver algún animal. Nosotros fuimos por nuestra cuenta y solo vimos pájaros o insectos. Aun así, merece la pena recorrer los senderos de este bosque nuboso solo para contemplar la increíble variedad de árboles y plantas que lo componen.
La reserva natural está a unos cinco kilómetros del pueblo de Monteverde por otra carretera de tierra en mal estado. La entrada cuesta 17 dólares y contratar un guía otros 17 dólares por persona.
Bosque nuboso de Monteverde.
Las nubes lamen el bosque de Monteverde.
Caminando por el bosque nuboso de Monteverde.
Densa jungla.
Bonitos helechos.
Más helechos sobre nuestras cabezas.
Enormes hojas de esta planta.
Mariposa.
Larva de mariposa, tocarla puede producir fuertes reacciones alérgicas.
Seguimos recorriendo los senderos del bosque nuboso.
Insecto palo, camuflado bajo una hoja.
Colibríes acuden a un bebedero.
Las nubes vuelven a invadir el bosque nuboso de Monteverde.
La otra razón para visitar Monteverde son los deportes de aventura y las actividades al aire libre. En el pueblo hay decenas de empresas que tienen montados diferentes circuitos por la selva, los más populares son los de tirolinas, conocidos en Costa Rica como canopy. También hay circuitos de puentes colgantes y otros más atrevidos que incluyen puenting.
Además, muchas de estas empresas tienen ranarios, mariposarios, terrarios y demás atracciones para visitar, aunque todas bastante caras. Si en Monteverde se tiene planeado hacer muchas actividades hay que preparar la tarjeta de crédito.
Selvatura es una de las empresas con mejor reputación y está situada en la entrada de la reserva natural Santa Elena, otro bosque nuboso parecido al de Monteverde, pero más pequeño y menos visitado. Aquí contratamos nosotros un circuito de puentes colgantes y otro de canopy.
El circuito de los puentes colgantes cuesta 30 dólares por persona y permite ver la selva desde diferentes alturas a un ritmo pausado. Se tarda un par de horas en completar el recorrido que incluye unos 15 puentes. El paisaje es parecido al del bosque nuboso de Monteverde, pero aquí pudimos ver más animales, entre ellos un armadillo o monos aulladores a escasos metros de nosotros.
Puente colgante de Selvatura.
Los helechos vistos desde un puente colgante.
Un puente entre la espesa jungla.
Otro puente colgante.
El paisaje de Santa Elena es parecido al de Monteverde.
Larguísimo puente colgante.
Las caprichosas formas de la selva, vista desde un puente.
Otro vistazo a la selva desde las alturas.
Los puentes permiten estar muy cerca de las copas de los árboles.
Y desde un puente puedes ver de cerca a un mono aullador.
También hay puentes altos que superan la altura de los árboles.
Paisaje desde los puentes colgantes de Selvatura.
Por encima de las copas de los árboles.
Y aquí un vistazo al bosque a la altura de las ramas de los árboles.
Un armadillo rebuscando alimento por el suelo.
Armadillo.
Otro puente colgante.
Último vistazo a la selva desde lo alto.
Después de los puentes colgantes hicimos el canopy, una actividad imprescindible en Monteverde, que fue el lugar pionero en implantar los circuitos de tirolinas en Costa Rica. Es una actividad cara porque cuesta 45 dólares por persona, aunque nos rebajaron 5 por haber contratado también el circuito de los puentes.
El canopy también permite ver la selva desde las alturas, pero esa no es su finalidad porque la descarga de adrenalina apenas permite apreciar el paisaje. A cambio, se disfruta de la emoción de volar sobre la selva sostenido por un cable de acero. Las tirolinas de Selvatura incluyen un impresionante cable de 1,5 kilómetros de distancia, uno de los más largos y espectaculares de Costa Rica. El circuito de canopy de Selvatura también incluye un pequeño salto al vacío agarrado por una cuerda, que llaman tarzán y es opcional.
El parking de Selvatura suele estar frecuentado por coatíes, una especie de mapache con el morro más alargado. Estos simpáticos animales acuden a la zona de aparcamiento sabedores de que muchos turistas les dan comida, una práctica desaconsejable porque altera su comportamiento natural. Algunos pueden, incluso, robarte el bocadillo si estás despistado.
Circuito de canopy.
Algunas tirolinas también pasan muy cerca de los árboles.
Otro cable del canopy.
¿Qué es eso?
¡Es un coatí intentando robar la bolsa de basura!
Otro coatí en el parking de Selvatura.
Luego hay que cruzar el llamado puente de la Amistad, un regalo del gobierno de Taiwán a Costa Rica, que se inauguró en 2003 para salvar la desembocadura del río Tempisque gracias a sus 750 metros de longitud.
Después de cruzar el puente hay que seguir la carretera hasta llegar a la Interamericana y pronto aparecerá el desvío a Monteverde a través de un pedregoso camino que exige un coche todoterreno.
En ruta hacia Monteverde por la península de Nicoya.
Parada en un supermercado Pali, la cadena más barata de Costa Rica.
Empieza el ascenso a Monteverde.
Espectacular paisaje de camino a Monteverde.
Todos los caminos que llevan a Monteverde están sin asfaltar.
Monteverde es un pequeño pueblo de montaña perdido en la cordillera de Tilarán, que se ha convertido en uno de los principales destinos turísticos de Costa Rica gracias a su extraordinario paisaje y a los deportes de aventura.
El pueblo es tan diminuto como Montezuma y está formado por solo tres o cuatro calles, todas repletas de tiendas, hoteles, restaurantes y agencias de viajes. Además, en los alrededores de Monteverde hay montones de hoteles que ofrecen alojamiento en medio de la naturaleza. El encanto del pueblo es más bien escaso, pero sus alrededores son preciosos.
En Monteverde nos alojamos en el hotel El Sueño, que ofrece pequeñas habitaciones forradas de madera por 30 dólares. No tiene aire acondicionado, pero tampoco es necesario porque las noches son frescas en la montaña. El desayuno está incluido. Un buen lugar para cenar es la soda Maravilla, que sirve deliciosos casados a precios económicos.
Calle principal de Monteverde.
Pueblo de Monteverde.
La iglesia del pueblo.
Todos los taxis de Monteverde son todoterreno.
La habitación de nuestro hotel, forrada de madera.
La principal atracción es el bosque nuboso de Monteverde, una frondosa reserva natural con muchos senderos para caminar. Es un lugar muy húmedo porque, además de las elevadas precipitaciones que se registran, las nubes suelen acariciar la jungla creando un estado permanente de humedad sin necesidad de descargar su agua, de ahí el nombre bosque nuboso.
Se supone que también hay mucha fauna, pero sin alquilar los servicios de un guía es difícil ver algún animal. Nosotros fuimos por nuestra cuenta y solo vimos pájaros o insectos. Aun así, merece la pena recorrer los senderos de este bosque nuboso solo para contemplar la increíble variedad de árboles y plantas que lo componen.
La reserva natural está a unos cinco kilómetros del pueblo de Monteverde por otra carretera de tierra en mal estado. La entrada cuesta 17 dólares y contratar un guía otros 17 dólares por persona.
Bosque nuboso de Monteverde.
Las nubes lamen el bosque de Monteverde.
Caminando por el bosque nuboso de Monteverde.
Densa jungla.
Bonitos helechos.
Más helechos sobre nuestras cabezas.
Enormes hojas de esta planta.
Mariposa.
Una pequeña cascada escondida entre la maleza.
Larva de mariposa, tocarla puede producir fuertes reacciones alérgicas.
Seguimos recorriendo los senderos del bosque nuboso.
Insecto palo, camuflado bajo una hoja.
Colibríes acuden a un bebedero.
Las nubes vuelven a invadir el bosque nuboso de Monteverde.
La otra razón para visitar Monteverde son los deportes de aventura y las actividades al aire libre. En el pueblo hay decenas de empresas que tienen montados diferentes circuitos por la selva, los más populares son los de tirolinas, conocidos en Costa Rica como canopy. También hay circuitos de puentes colgantes y otros más atrevidos que incluyen puenting.
Además, muchas de estas empresas tienen ranarios, mariposarios, terrarios y demás atracciones para visitar, aunque todas bastante caras. Si en Monteverde se tiene planeado hacer muchas actividades hay que preparar la tarjeta de crédito.
Selvatura es una de las empresas con mejor reputación y está situada en la entrada de la reserva natural Santa Elena, otro bosque nuboso parecido al de Monteverde, pero más pequeño y menos visitado. Aquí contratamos nosotros un circuito de puentes colgantes y otro de canopy.
El circuito de los puentes colgantes cuesta 30 dólares por persona y permite ver la selva desde diferentes alturas a un ritmo pausado. Se tarda un par de horas en completar el recorrido que incluye unos 15 puentes. El paisaje es parecido al del bosque nuboso de Monteverde, pero aquí pudimos ver más animales, entre ellos un armadillo o monos aulladores a escasos metros de nosotros.
Puente colgante de Selvatura.
Los helechos vistos desde un puente colgante.
Un puente entre la espesa jungla.
Otro puente colgante.
El paisaje de Santa Elena es parecido al de Monteverde.
Larguísimo puente colgante.
Las caprichosas formas de la selva, vista desde un puente.
Otro vistazo a la selva desde las alturas.
Los puentes permiten estar muy cerca de las copas de los árboles.
Y desde un puente puedes ver de cerca a un mono aullador.
También hay puentes altos que superan la altura de los árboles.
Paisaje desde los puentes colgantes de Selvatura.
Por encima de las copas de los árboles.
Y aquí un vistazo al bosque a la altura de las ramas de los árboles.
Un armadillo rebuscando alimento por el suelo.
Armadillo.
Otro puente colgante.
Último vistazo a la selva desde lo alto.
Después de los puentes colgantes hicimos el canopy, una actividad imprescindible en Monteverde, que fue el lugar pionero en implantar los circuitos de tirolinas en Costa Rica. Es una actividad cara porque cuesta 45 dólares por persona, aunque nos rebajaron 5 por haber contratado también el circuito de los puentes.
El canopy también permite ver la selva desde las alturas, pero esa no es su finalidad porque la descarga de adrenalina apenas permite apreciar el paisaje. A cambio, se disfruta de la emoción de volar sobre la selva sostenido por un cable de acero. Las tirolinas de Selvatura incluyen un impresionante cable de 1,5 kilómetros de distancia, uno de los más largos y espectaculares de Costa Rica. El circuito de canopy de Selvatura también incluye un pequeño salto al vacío agarrado por una cuerda, que llaman tarzán y es opcional.
El parking de Selvatura suele estar frecuentado por coatíes, una especie de mapache con el morro más alargado. Estos simpáticos animales acuden a la zona de aparcamiento sabedores de que muchos turistas les dan comida, una práctica desaconsejable porque altera su comportamiento natural. Algunos pueden, incluso, robarte el bocadillo si estás despistado.
Circuito de canopy.
Algunas tirolinas también pasan muy cerca de los árboles.
Otro cable del canopy.
¿Qué es eso?
¡Es un coatí intentando robar la bolsa de basura!
Otro coatí en el parking de Selvatura.
VÍDEO: Coatí olisqueando nuestro coche.
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