Serengeti

Desde el Lago Manyara hasta el Serengeti se tardan unas cuatro horas. Las tres primeras se hacen por una carretera bien asfaltada hasta llegar al área de conservación del Ngorongoro, otro Parque Nacional que visitamos a la vuelta. A partir de aquí se acaba el asfalto y se circula por pistas de tierra.


Paisaje árido de camino al Serengeti.



Una mujer masai. Estas tierras también son territorio masai.



El Serengeti es, sin duda, el Parque Nacional más famoso de África y también uno de los más extensos del continente. Su nombre significa ‘la llanura sin fin’ porque cuenta con inmensas praderas que se pierden en el horizonte y parecen interminables.


Puerta de entrada al Serengeti.



Entrando en el Serengeti.



La llanura sin fin.



Pinchazo en la llanura sin fin.



Pero, en realidad, el Serengeti no son solo llanuras porque es tan grande que ofrece infinidad de paisajes. Hay zonas de auténtica sabana, parecidas al cercano Masai Mara, hay montes bajos y también importantes humedales cerca de los ríos que atraviesan el parque.

El Serengeti es también el mejor lugar para ver depredadores. Abundan los leones, las hienas, los guepardos, los chacales e, incluso, tuvimos la suerte de ver muy de cerca nuestro segundo leopardo, el animal más escurridizo durante los safaris. El Serengeti también es el mejor lugar para ver a estos depredadores en acción. Vimos a los leones cazar, aunque sin éxito, y también a una hiena enfrentándose a los buitres para comerse los restos de un ñu.

En las cercanías de los ríos se pueden ver hipopótamos y cocodrilos, además de muchos animales que acuden a beber como elefantes, búfalos o monos babuinos.

En las grandes llanuras se divisan todo tipo de antílopes y avestruces. También se pueden ver manadas de cebras y ñus, aunque en la estación seca son menos numerosas porque estos animales han migrado hacia el Masai Mara.


Seguimos adentrándonos en el Serengeti.



Bella panorámica del Serengeti.



Una manada de leones reposa sobre la hierba.



Hiena bostezando.



Cientos de búfalos pastando en las llanuras del Serengeti.



Precioso ejemplar de elefante.



Un avestruz nos mira con cautela.



Varios ríos atraviesan el Serengeti.



Y los hipopótamos los aprovechan para zambullirse.



Pareja de cebras en el Serengeti.



Ñus a la carrera bajo una enorme acacia.



Gacelas de Thompson y un topi.



Tráfico en medio del Serengeti.



Este leopardo era el culpable del atasco.



El jabalí verrugoso es muy común en el Serengeti.



Nuestro guía Dickson y el cocinero Alí, en un alto en el camino.



Elefante echando un trago.



Cebras.



Recorriendo los caminos del Serengeti.



Buitres presionando a la hiena para que les deje las sobras de su festín.



Más cebras.



Y una de ñus.



Una leona se pasea entre los coches de turistas.



Leones descansando.



Preciosa cara del león.



Un grupo de impalas.



Elefante intimidando a los leones.



Dos gallinas de Guinea.



Río Seronera.



Tres cocodrilos junto al río.



Una jirafa nos examina.


Gacelas de Thompson.



El cielo se nubla en el Serengeti.



Un camaleón.



Guepardo a la sombra de un arbusto.



Bonito paisaje del Serengeti.



Más impalas.



Un león observa alguna presa en la lejanía.



Cae la noche sobre el Serengeti.



En el Serengeti pasamos dos noches y nos alojamos en la zona de acampada de Seronera. Es una explanada donde plantar la tienda sin ningún tipo de servicio. Solo cuenta con unos baños comunes bastante sucios, con duchas de agua fría, y un pequeño cobertizo para comer. Lo bueno es que está en medio del Serengeti sin ningún tipo valla protectora o de separación. Por la noche no es recomendable abandonar la tienda solo, pero a cambio se puede escuchar de cerca el sonido de los leones y las hienas mientras estás durmiendo. Por la mañana siempre se divisan huellas de animales curiosos que han visitado el campamento durante la noche.


Nuestro campamento en medio del Serengeti.



Los lavabos. Solo hay duchas de agua fría.



El water suele estar bastante sucio.



Un babuino hace guardia en la puerta del cobertizo donde comíamos los turistas.

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