Dublín
Dublín carece de los grandes iconos turísticos de otras capitales europeas, pero tiene su propia personalidad forjada por su convulso pasado reciente. La hambruna, la pobreza y la guerra por la independencia marcaron la ciudad hasta bien entrado el siglo XX. Un recuerdo difícil de olvidar, aunque Dublín se haya transformado actualmente en una ciudad rica y moderna.
Partida en dos por las aguas del río Liffey, Dublín es ideal para pasear tranquilamente por sus calles peatonales y frondosos parques. Los cientos de pubs que pueblan sus calles invitan a tomarse una pinta de Guinness, la cerveza nacional, aunque para catar su negro sabor lo mejor es acercarse hasta la fábrica donde nació.
La fábrica de Guinness, el lugar más visitado de Irlanda por los turistas, está a las afueras de Dublín, pero se puede llegar dando un paseo. La entrada cuesta 15 euros, pero, al menos, te regalan una pinta que puedes tomarte en el Gravity Bar, con vistas panorámicas de la ciudad.
Más alejada del centro se encuentra la prisión de Kilmainham, levantada por los británicos a finales del siglo XVIII para encerrar a todo aquel que quisiera prescindir de la protección de la reina madre. Se cerró en 1924 y fue uno de los escenarios de la película En el nombre del padre. La visita guiada de 6 euros es interesante y se puede entrar a las celdas. Cerca de la prisión está el Phoenix Park, el más grande de Dublín, con ciervos salvajes.
Ya en el centro se puede pasear por el campus del Trinity College, la universidad más antigua de Irlanda; y visitar las catedrales de Cristo y San Patricio. El castillo de Dublín esconde la Record Tower, una bonita torre medieval del siglo XII.
La zona de Temple Bar, junto al río Liffey, es el centro histórico de Dublín y sus estrechas callejuelas son ahora hogar de pubs, restaurantes y músicos callejeros. Al atardecer son un hervidero de turistas. No muy lejos está la calle Grafton, repleta de tiendas, que desemboca en el bonito parque St. Stephen's.
También vale la pena recorrer la avenida O'Connell, la más amplia de la ciudad, para contemplar el bello edificio de correos y el Spire, una gigantesca aguja de acero de 120 metros, construida en 2002 donde estaba la antigua columna del almirante Nelson, volada por el IRA.
Nos alojamos en el Browns Hotel, bien situado cerca de O'Connell, y la habitación doble con baño nos salió por 59 euros a través de la web de booking, aunque en verano suben las tarifas. Para llegar al centro desde el aeropuerto hay un autobús express, que te deja al lado del Spire en 20 minutos por 5 euros.
Partida en dos por las aguas del río Liffey, Dublín es ideal para pasear tranquilamente por sus calles peatonales y frondosos parques. Los cientos de pubs que pueblan sus calles invitan a tomarse una pinta de Guinness, la cerveza nacional, aunque para catar su negro sabor lo mejor es acercarse hasta la fábrica donde nació.
La fábrica de Guinness, el lugar más visitado de Irlanda por los turistas, está a las afueras de Dublín, pero se puede llegar dando un paseo. La entrada cuesta 15 euros, pero, al menos, te regalan una pinta que puedes tomarte en el Gravity Bar, con vistas panorámicas de la ciudad.
Más alejada del centro se encuentra la prisión de Kilmainham, levantada por los británicos a finales del siglo XVIII para encerrar a todo aquel que quisiera prescindir de la protección de la reina madre. Se cerró en 1924 y fue uno de los escenarios de la película En el nombre del padre. La visita guiada de 6 euros es interesante y se puede entrar a las celdas. Cerca de la prisión está el Phoenix Park, el más grande de Dublín, con ciervos salvajes.
Ya en el centro se puede pasear por el campus del Trinity College, la universidad más antigua de Irlanda; y visitar las catedrales de Cristo y San Patricio. El castillo de Dublín esconde la Record Tower, una bonita torre medieval del siglo XII.
La zona de Temple Bar, junto al río Liffey, es el centro histórico de Dublín y sus estrechas callejuelas son ahora hogar de pubs, restaurantes y músicos callejeros. Al atardecer son un hervidero de turistas. No muy lejos está la calle Grafton, repleta de tiendas, que desemboca en el bonito parque St. Stephen's.
También vale la pena recorrer la avenida O'Connell, la más amplia de la ciudad, para contemplar el bello edificio de correos y el Spire, una gigantesca aguja de acero de 120 metros, construida en 2002 donde estaba la antigua columna del almirante Nelson, volada por el IRA.
Nos alojamos en el Browns Hotel, bien situado cerca de O'Connell, y la habitación doble con baño nos salió por 59 euros a través de la web de booking, aunque en verano suben las tarifas. Para llegar al centro desde el aeropuerto hay un autobús express, que te deja al lado del Spire en 20 minutos por 5 euros.
El río Liffey, a su paso por Dublín.
La céntrica avenida Lord Edward.
Avenida O'Connell, con el Spire al fondo.
Otra vista de O'Connell bajo la lluvia.
El Spire se alza al fondo de la calle.
Estatua de James Joyce.
El puente O'Connell sobre el Liffey.
Catedral de Cristo.
Campus del Trinity College.
Calle peatonal, en los alrededores de Grafton street.
Patio del castillo de Dublín.
Lago del parque St. Stephen's.
Escultura en el parque Merrion Square.
Frondosos caminos en el Merrion Square.
Oscar Wilde, en una esquina del Merrion Square.
Las puertas de colores adornan muchas fachadas de Dublín.
Fachadas con las puertas de colores.
Calle adoquinada en el centro de la ciudad.
Músicos callejeros en Temple Bar.
Grafiti en una fachada de Temple Bar.
Mucho ambiente en las calles de Temple Bar.
Seguimos en Temple Bar.
La fábrica Guinness.
Panorámica de Dublín desde el Gravity Bar de la fábrica Guinness.
Cárcel de Kilmainham.
Entrada a una de las celdas.
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